Aunque prefieren sufrir en silencio y no protestar públicamente, agrupamientos oficialistas que compiten en categorías provinciales se muestran desencantados por la apuesta del Grand Bourg a candidatos recién llegados y el mezquino apoyo a leales de larga data.
Los urtubeicistas de primera hora están desencantados. Son los creyentes, los militantes que hicieron posible la hazaña de convertir en gobernador a quien hoy gobierna y soldados dispuestos a trabajar para que Urtubey pueda luchar por la presidencia aunque ahora padecen el abandono del estado mayor conjunto “U” que decididamente apuesta por candidatos recién llegados como Adrián Valenzuela o David Leiva, que sin embargo son tolerados por el entusiasmo que despiertan en el electorado.
No es la emoción despertada por otros que pudiendo ser considerados más bien como candidatos grises, reciben un apoyo que no se corresponde ni con la trayectoria política electoral ni con el entusiasmo que despiertan en los votantes. Es el caso de Roberto Dib Ashur que de tecnócrata de oficina saltó al ruedo electoral y recurre a sus contactos del ministerio de educación para llegar a estudiantes y trabajadores precarizados de la educación; Carlos Morello cuya fuerza dejó el gobierno en 2009 para volver hace poco tiempo; o hasta Matías Assenato que hasta su ingreso al Frente Plural despotricaba contra el gobernador.
Los entenados evitan explicitar esa mezcla de dolor y desencanto para no violar las reglas de una sana convivencia en medio de una campaña que resulta crucial para las aspiraciones del mandatario salteño. Pero ese el caso de fuerzas como el partido Felicidad que aun siendo parte del oficialismo provincial parecen condenadas a un andar solitario aunque no puedan alegar ser urtubeicistas de primera hora. Condición que reivindican para sí varios integrantes de la lista de concejales del PJ que acostumbrados a la frialdad del Grand Bourg que siempre apuesta por el urtubeicismo no PJ, se recuestan en la experiencia de un Santiago Godoy que nunca tuvo reparos en caminar solo y ordenar a la tropa propia para el logro de objetivos partidarios.
No muy distinto es el caso del PRS que apuesta a incrementar en las elecciones generales los votos obtenidos por Susana Pontussi y Bruno Masciarelli en las primarias del pasado mes de agosto con el objetivo de reposicionar al partido que tras la presidencia de Andrés Zottos quedó debilitado y sin bancas capitalinas en la legislatura y en el propio Concejo Deliberante. Estos sí que fueron importantes en el proyecto de Urtubey: aportaron territorio, dirigentes y votos en 2007 y también en 2011 pero en 2015, tal vez antes, ese aporte no fue todo lo bien retribuido como hubiera correspondido.
Indudablemente como el resto de los afectados parecen preferir guardar sus quejas y no protestar públicamente contra los organizadores de la estrategia del oficialismo. Están concentrados en cumplir el objetivo que supone un desafío enorme y más aun sin el apoyo que el Grand Bourg parece estar mezquinándole, aunque también es cierto que tal como dicen algunos entusiastas militantes de esa fuerza toda cosa amarga posee su lado dulce: los votos del próximo 22 de octubre serán 100% renovadores. Lamentan que, para peor de males, la figura de Zottos no entusiasma demasiado en Capital y no acarrea las voluntades que los renovadores necesitarán en las terminales del voto electrónico para reinstalarse a la Legislatura y el Concejo Deliberante.
Desde la sede partidaria de calle Rivadavia relanzaron la campaña con la presentación de un buen proyecto, la conformación de una Zona Franca en Salta, y la organización de salidas a los barrios a buscar a los históricos dirigentes y militantes renovadores. “Salta Ciudad Zona Franca” es un proyecto que pretende convertir a la provincia en un puerto seco para el Océano Pacífico y, además, es concebida como una herramienta para empezar a resolver la histórica postergación económica del norte argentino. Con eso confían en atraer el interés de los medios de prensa para llegar al electorado en las últimas semanas de la campaña.
No lo dicen abiertamente pero esperan que la figura de Adrián “Chico Malo” Valenzuela arrastre adhesiones a los candidatos del oficialismo y que, al mismo tiempo, en la confusión por la cantidad de listas para diputados y concejales se sumen votos a Masciarelli y Pontussi. Son candidatos que “no generan rechazo” y pueden recibir la confianza del electorado frente a las máquinas del voto electrónico.
Pero lo cierto es que en la heterogénea familia política que encabeza el gobernador Urtubey, hay hijos que gozan del favor del padre y otros que no parecen ser objetos de caricias. Indiferencia que genera enojos que sin embargo se reprime porque quienes la padecen saben -por instinto o experiencia según los casos- que la furia pública en política es como el vino bebido en exceso: resta fama y fortuna al que quiere poseerla. Y que por ello mismo sólo conviene dar rienda suelta a la rabia cuando ese ejercicio no ponga en riesgo al objetivo que se persigue.