La candidatura de Andrés Zottos hace que el voto peronista caiga en una encrucijada ideológica porque el devenido opositor, Sergio Leavy, tiene los créditos doctrinarios de los que carece el primero. ¿Quién conduce? ¿Perón o Urtubey? (Franco Hessling)
En medio del fuego electoral que obliga a prestar atención a los números, volvamos a los principios. Lo que ya no le importa a nadie. Volvamos a los lentos.
Cuando Juan Domingo Perón fue rescatado de un ostracismo anacrónico que pervivía desde la década infame, el 17 de Octubre de 1945, la historia argentina indudablemente dio un vuelco. Confinado en la isla Martín García, el exprofesor de historia militar fue liberado tras una movilización masiva en la Plaza de Mayo, a unos 60 kilómetros de la siberia rioplatense.
Las decenas de miles de millones, según el mito, que marchaban inermes como marea cercando el centro del país, geopolíticamente hablando, introdujeron una dialéctica que había asomado con Hipólito Yrigoyen pero que enraizó sólo con Perón. La dialéctica del movimiento y su conductor/a. De allí en más, el peronismo como corriente, no aclaremos si cultural, política, filosófica o social, sembró sus acciones políticas más nobles cuando evocó al movimiento. Al pueblo. Las conducciones, sin embargo, más tarde o más temprano, terminaron por mostrar dobleces morales contrarios a la virtud necesaria en los elegidos para gobernar.
El Partido Renovador de Salta (PRS), en las antípodas del movimiento, fue fundado respondiendo al arquetipo de una cadena de mando vertical y piramidal. El conductor sin movimiento. El triste mérito fue del capitán de navío, Roberto Ulloa, en 1982, momentos de decadencia del gobierno militar que terminaba de estropear el país con una guerra infantil en términos estratégicos, pero cara en términos humanos, como toda guerra imperial. Ulloa fundó el partido después de acceder al poder, era gobernador de facto desde 1978. Las posteriores derivas del peronismo en democracia sirvieron para restituir cierta credibilidad popular al partido dictatorial, tanto que en 1991 Ulloa volvió a la gobernación, esta vez vía elecciones.
Con un eclecticismo a prueba de reflexiones axiológicas, el actual gobernador, Juan Manuel Urtubey, combinó en un frente electoral al peronismo, ciertamente al más ajeno al movimiento, con el partido dictatorial. Para unos ganar las elecciones, para los otros seguir en el pináculo de los privilegios; para los otros ganar las elecciones, para unos seguir en el pináculo de los privilegios.
El punto es que, para los peronistas que han tratado de montarse, discursiva y/o pragmáticamente, en el pueblo, los resultados más recientes de ese eclecticismo son elocuentes. Así es que, aquellos que se muestran como peronistas del movimiento, deben aceptar amargamente acompañar la candidatura de un PRS, Andrés Zottos.
A estas alturas, que Liliana Guitián ingrese como diputada nacional, es candidata en segundo término, ejerce el cupo femenino y es el primer crédito peronista en la lista del oficialismo, se presenta como una disputa ceñida con el Frente Ciudadano para la Victoria, la más reciente disección del frente gobernante. En ese contexto, sobreponiéndose a las denuncias por manejos espurios en Tartagal, Sergio Leavy demanda para sí el voto peronista. El Oso puede jactarse de un antecedente contra el eclecticismo “U”: en 2007, cuando llegó a la intendencia, se impuso sobre Darío Valenzuela, del PRS.
Para finalizar necesitaremos hacer un ajuste, siempre siguiendo el análisis de principios: lo de Urtubey no es, o ha dejado de ser, un mero eclecticismo, es más bien un péndulo ternario, que triangula entre el peronismo, el PRS y el PRO, y que eventualmente podrá incorporar otras vacilaciones, según requieran las circunstancias. D. Valenzuela, a quien Leavy derrotó en 2007, es por estos días el director de Radio Nacional Tartagal, un cargo eminentemente político, del PRS al PRO. El partido dictatorial, en algunos lugares aliado del partido new age, ambos a disposición del peronismo provincial, que obedece las órdenes del conductor doméstico. El marido de Isabel Macedo. Sin principios ni principados. Oscilante.