La empresa cervecera destinó millones a un megafestival de dos días, pero no puede controlar las emisiones contaminantes. A pesar de los reclamos, se niega a trasladar su planta al Parque Industrial. Relatos vecinales del calvario cotidiano.
Cerca del mediodía del pasado martes, Rosario recibió un llamado de su hermana. Asustada y al borde de un ataque de nervios le pidió que vuelva a su hogar. Su hijo tenía problemas respiratorios y estaba siendo asistido por una de las ambulancias que llegó hasta la planta de Cerveza Salta ante la alerta por una pérdida de gas. Todo el personal de la empresa estaba siendo evacuado de urgencia y los vecinos comenzaban advertir algo raro en el aire. Más tarde se supo que una sobre presión en el condensador evaporativo activó las válvulas de seguridad provocando una importante emisión de amoníaco en forma de vapor.
La distancia que separa su vivienda de la planta de CCU (cervecera que elabora las marcas: Salta, Imperial, Heineken, entre otras) es la del ancho de la calzada. El desborde gaseoso se hacía sentir tanto dentro de su hogar, como en las veredas, donde los transeúntes se descomponían ante la mirada de todos. Fueron cinco largas horas en las que muchos vecinos del barrio 20 de febrero optaron por dejar sus casas hasta tanto se disipara el gas.
Su hermana, que tuvo que ser asistida por un ataque de nervios, quiso ingresar a la planta para exigir explicaciones. Pero sólo obtuvo como respuesta un mensaje que, desde la empresa, enviaron a un vecino a través de Whatsapp: «Que se pongan barbijo y que si pueden dejen sus casas hasta que se vaya el gas». Una vez más, los habitantes de la zona eran víctimas del accionar negligente de la empresa y de la evidente complicidad de las autoridades.
Póngase barbijo
«Yo vivo justo al frente de estos tanques», relató Rosario a Cuarto Poder mientras señalaba las enormes estructuras que asoman por encima de los muros que dan a calle 12 de octubre. «Ella -por su hermana- salió desesperada. Nos dijeron que nos pongamos barbijos porque el olor era insoportable. Mi sobrino tuvo que ser asistido por una ambulancia, le pusieron oxígeno. Ocho años tiene. A mi hermana la tuvieron que atender por un ataque de nervios. Fue horrible, estábamos muy ahogados y asustados», añadió.
A la hora de describir el olor que emanaba de la planta, Rosario especifica que es muy parecido al de la tintura para el cabello, aunque mucho más intenso e insoportable. «La gente pasaba por aquí y se descomponía. Yo vi gente vomitando. A mi me quedó la garganta lastimada y la lengua amortiguada», acotó.
Se hicieron varios llamados al 911 y a la empresa, que a esta altura tiene línea directa con los vecinos organizados a través de grupos de mensajería. Nadie en nombre de la empresa les brindó las explicaciones del caso. Tras insistir varios minutos e incluso intentar ingresar al predio, Rosario y su hermana lograron que un inspector de Higiene y Seguridad de la compañía llegue hasta su domicilio. «Vino y corroboró que el olor a amoníaco se quedó impregnado dentro de mi casa. Nos dijeron que si podíamos irnos de la casa, nos vayamos hasta que pase todo. Eso fue lo único que nos dijeron: que nos pongamos barbijo y que nos vayamos unas cuantas horas», manifestó.
Cosa de todas las semanas
Luis es almacenero y tiene su negocio sobre 12 de octubre, casi en la intersección con Gral. Güemes. Con una mezcla de enojo y resignación señaló que «casi todas las semanas pasa algo. Son fugas, derrames de químicos que se sienten todo el día». Y enfatiza: «A veces se explotan los tanques y hay líquidos derramados. Una vez se desbordó uno de esos -dice mientras señala una de las torres de almacenamiento- y dejó empantanada la calle».
Las viviendas colindantes son las que se llevan la peor parte, según advierte. Además de los incesantes ruidos, conviven con humedad en las paredes y olores nauseabundos constantes. «Los vecinos que viven al lado de la planta están con problemas respiratorios. Si ustedes ven la vivienda por dentro, está llena de humedad», agrega Luis. «Supuestamente fue a ver la Municipalidad si está todo en regla, pero los dueños parece que están con el gobierno, por eso no pasa nada», sostuvo.
Antecedentes
Entre los múltiples testimonios recogidos por Cuarto Poder a lo largo del tiempo que lleva el conflicto entre la empresa y vecinos, sobresale uno registrado en abril de 2018 en una nota titulada «No la quieren cerca». Claudio, un vecino de barrio 20 de febrero, recordó por entonces que «en el año 2007 hubo una pérdida de amoníaco y tuvieron que evacuarse varias cuadras a la redonda. Eso nos señala el antecedente peligroso que significa la permanencia de esa empresa». Casi como si se tratara de una premonición, la advertencia de Claudio se refleja en los relatos de otros vecinos afectados por el manejo impune de la empresa.
Más acá en el tiempo, en septiembre de 2018, la empresa no pudo evitar el derrame de cloruro férrico por las calles adyacentes, derivando en la intervención de Bomberos de la Provincia y Voluntarios, además de ambulancias del Samec y Policía. El escape que puso en alerta a los vecinos por el fuerte olor emanado, ocurrió aparentemente por el desperfecto de una válvula y llegó hasta calle 12 de octubre.
Desde la empresa, como en ocasiones anteriores, se preocuparon inmediatamente de aclarar que el derrame no produce toxicidad ni contaminación, pero la débil explicación contrarrestaba con la ropa que usaron los técnicos para trabajar en el lugar y protegerse de cualquier percance, además del extenso trabajo que les llevó varias horas hasta dejar las calles nuevamente liberadas al tránsito.
En noviembre de ese mismo año, se registró otro derrame, sólo que esta vez la empresa se llamó a silencio. Según los vecinos del lugar, unos tanques blancos de la planta cervecera rebalsaron y vertieron un líquido con un olor putrefacto sobre la vía pública. Los mismos vecinos aseguraron que, como consecuencia de los malos olores, algunos niños sufrieron vómitos y debieron ser derivados al hospital. La concejal Sandra Vargas, que concurrió al lugar para constatar lo que había ocurrido, contó que uno de sus colaboradores se descompuso durante la inspección.
De hormigas y elefantes
En la provincia, la Ley 7070 sancionada en 1999 establece en su artículo 85º que el Estado Provincial deberá controlar y/o prohibir toda acción que provoque contaminación atmosférica, especialmente en los siguientes casos: «Humos y gases tóxicos de industrias que carezcan de sistemas de tratamiento de sus emisiones atmosféricas», como así también «las actividades que produzcan emisiones de humos, nieblas, material particulado, gases tóxicos y malos olores».
El artículo 87º, en tanto, ordena que: «Todas las empresas públicas y privadas, que como consecuencia de su actividad emitan gases, polvos, humos, hollín, malos olores o ruidos considerados molestos para el bienestar de la población circundante o dañinos al ecosistema, deberán implementar sistemas y medidas de control tendientes a su eliminación o reducción a niveles considerados aceptables según normas establecidas de calidad atmosférica».
Para Luis y Rosario, sin embargo, hablar de legislación y trámites ante la municipalidad es como dar manotazos al aire.
«Hay vecinos que hace como 30 años que viven esta situación. Parece que hay pesos pesados de la política que evitan el traslado. Ya intentamos de diez mil formas y sabemos cómo es esto. Es como que una hormiga quiera aplastar un elefante. No les importa nada».
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