Hablamos con miembros de “Volviendo a Casa”, una fundación a favor de los Derechos Humanos y de la lucha contra la trata de personas. Nos comentaron en qué consiste su labor y cómo combaten este flagelo. (Stephanie Tiemersma)
Volviendo a Casa es una fundación cuyo objetivo es la defensa de los Derechos Humanos. Hace especial hincapié en los casos vinculados a la trata de personas con fines de explotación sexual. La institución está presidida por Isabel Soria y trabaja en forma articulada con Nación, Provincia, los municipios, las fundaciones y tienen alcance internacional. No son funcionarios del Estado, ni tienen banderas políticas. Hacen las gestiones correspondientes para derivar los casos al área que corresponda, ya sea al Ministerio de Derechos Humanos, al Instituto Nacional Argentino de la Mujer o a cualquier otro organismo. Cuando una persona es buscada, la fundación hace el acompañamiento antes, durante y luego del rastreo: “Nosotras hacemos la continuidad en el acompañamiento y hacemos cinco preguntas básicas: ¿qué? ¿cómo? ¿cuándo? ¿dónde? y ¿por qué? Es decir ¿qué pasó?, ¿cuándo pasó? ¿dónde pasó? ¿por qué pasó? y ¿cómo ayudar?”, nos relata Soria.
La principal representante de la fundación nos comenta que la trata tiene un complejo modo de funcionar que consta de varios elementos. Uno de ellos tiene que ver con los mecanismos de coacción que utiliza el tratante para controlar a su víctima. Estos son: decir a la persona explotada que tiene una deuda que pagar. Esto involucra el techo y la comida que le proveen sus tratantes o bien el boleto de traslado si la persona fue llevada a un sitio lejos de su lugar de origen. Sin embargo, el saldo que se debe va aumentando y es imposible terminar de pagarlo. Los criminales pueden recurrir también a otro tipo de estrategias tales como el aislamiento lingüístico y social, el uso del miedo y la violencia, la amenaza y la venganza dirigida a la familia de la víctima, la tortura y el encierro.
Por su parte, son tres los mecanismos de defensa que utilizan las personas que están siendo esclavizadas para soportar su situación. El primero consiste en dejar de sentir, para esto se recurre a las drogas. El segundo es volverse reclutadora o proxeneta, la lógica de este método de autoprotección tiene que ver con “colocar a otra persona en el lugar de uno” para dejar de sufrir los maltratos. Y la tercera forma de tolerar la explotación es agradarle al proxeneta y así no ser prostituida con la misma frecuencia que otras mujeres con las cuales el tratante no tiene vínculo.
Si las víctimas son rescatadas pasan por un complejo proceso de superación del trauma que incluye varias etapas. En un principio la persona es hostil con quienes le brindan asistencia, especialmente si son las fuerzas de seguridad. Además quienes son auxiliados sufren de una perdida de la orientación por lo cual, en un segundo tramo de la recuperación, se debe trabajar en la reconstrucción de lo sucedido y en los recuerdos que se puedan haber omitido. La última etapa es la integración social: “las víctimas de trata no se reconocen como víctimas. Ellas defienden el lugar donde están porque les ponen un casét en la cabeza que dice ‘no servís más que para puta’. Nosotros no juzgamos a las víctimas, sobre todas las cosas porque no nos interesa hacer eso. Por ejemplo, lo que sí tenemos mucho es trabajo de sororidad o empatía. Nosotros no nos ponemos en ‘bueno, vos también, si sos drogadicta obvio que te va a pasar’. Eso lo sacamos de nuestras cabezas. Esto lleva a que la persona confíe en vos”, nos explica la fundadora de Volviendo a Casa.
Problemas clave
El primer problema que se presenta a la hora de combatir la trata es la consigna policial de esperar de veinticuatro a cuarenta y ocho horas luego de la desaparición de una persona. Soria nos comenta que el SIFEBU (Sistema Federal de Búsqueda de Personas) sostiene que las primeras doce horas son clave. Si quien es buscado no aparece en ese lapso de tiempo, probablemente sea porque está siendo forzado a quedarse en algún lugar. La fundación tiene la convicción de que “ninguna niña, niño o adolescente se va de su casa porque quiere. Siempre hay alguien que lo incita a irse”. Isabel afirma que quien lo impulsa puede tener buenas o malas intenciones pero la decisión nunca parte del niño: “Yo tengo un caso de una amiga que tiene hoy más de sesenta años. Ella descubrió que estaba siendo violada y ultrajada y todo lo demás a los 16 años, cuando logra ir a la escuela. Ahí contó lo que hacía con su padrastro y todas la miraron como diciendo ‘eso no es normal’. Una vez, esta mujer fue a decirle a la madre que ella cuando era chiquita desde los 6 a 7 años se lavaba en agua con lavandina porque se sentía sucia después de que el tipo la violaba. La madre le decía ‘es lo que te mereces porque yo a vos te tengo que dar de tragar y él es el que nos da la plata’. Entonces ella desde chica era violada todos los días por el sujeto y a los quince años ya dormía con el tipo. Sus amigas, la directora y la maestra fueron las que la sacan del lugar. Hoy tiene sesenta años y ella es una mujer que te cuenta su historia y ahí vos entendés la naturalización de los niños. Por eso es que yo asocio que el niño, niña o adolescente se va porque alguien lo incita. Es imposible que se vaya un niño porque lo que conoce es como natural. No es fuga de hogar es extravío o desaparición de persona”, asegura nuestra entrevistada.
El segundo problema está vinculado con la contención. Soria nos cuenta la historia de una joven que era adicta y a la cual prostituían por droga. Un día el padre de la joven contactó a la Fundación y les habló sobre el caso: “hay una ley que se llama de Salud Mental, que es una regla horrible, y te dice que la persona que se droga por voluntad propia tiene que decidir buscar ayuda y autointernarse. ¿Vos cómo le decís a un adicto que está perdido, que tiene que dejar? Menos a un adolescente. El paco te quema el cerebro literal ¿cómo pueden decidir? Además, si siguen, tienen cinco años máximo de vida. Entonces nosotros decimos que no existen políticas públicas para estos chicos”, dice quien preside Volviendo a Casa. En relación a esto, la Dra. Patricia Aguirre, abogada colaboradora de la Fundación, nos explica que “La concepción que nosotros tenemos es que, si el Estado quisiera luchar contra determinados flagelos, tendría las partidas presupuestarias necesarias para tener el personal idóneo para trabajar sobre estas problemáticas. Pero acá no les interesa”.
Una posible solución
Ambas mujeres nos comentan que tienen un proyecto denominado “de qué se trata la trata”. El mismo está aprobado por la Cámara de Diputados desde 2016. Este trabajo va dirigido a todos los concejales de la provincia de Salta y al Área Social de cada municipio. Lo que propone es la creación de tres ordenanzas municipales específicas. La primera es crear el Área de la Mujer dentro del Concejo Deliberante para que lo decidido por los funcionarios tenga perspectiva de género. El segundo es elaborar un dispositivo similar en el Poder Ejecutivo en coordinación con el Instituto Nacional Argentino de la Mujer. El último punto del proyecto es que los funcionarios se adhieran a la Ley Nacional de Lucha contra la Trata: deben estar prohibidas las whiskerías, cabaret o cualquier lugar que facilite a los tratantes cometer delitos contra la integridad física de la mujer. Con este proyecto buscan fomentar la sensibilización, prevención y capacitación.
Respecto a la frase “Sin clientes no hay trata”, Isabel Soria nos hace una aclaración: “El ‘cliente’ en realidad es mal llamado cliente, es un prostituyente. Eso tiene que quedar claro. Cliente es alguien que va y compra una cosa. El consumidor de prostitución es un cómplice”, concluye.