Aunque supo ser un nosocomio modelo, hoy el Hospital Oñativia atraviesa su peor momento. La persecución a los profesionales aleja a los mejores médicos. El malestar se traslada a los pacientes en una institución que no da abasto. DOM

El escenario es de ciberpunk o retrofuturista: por un lado hay máquinas súper modernas en las paredes para tomar las huellas digitales de los doctores y por otro lado están los enfermos, tirados en cartones en los pasillos, en la puerta, en la vereda de entrada: como esas tiendas de campaña que se muestran en las películas de guerra.

Además de la cantidad de gente tirada en el piso, hay muchas personas haciendo cola para pagar en el área de arancelamiento del gratuito hospital Oñativia; pero lo que más llama la atención es la Urtu-Machine: en el primer piso, a la izquierda del Señor y la Virgen del Milagro, hay una máquina con la cara del gobernador en uno de sus lados. Si el Señor y la Virgen reciben plegarias, la Urtu-Machine, en teoría, recibe las quejas de los pacientes del hospital (por eso la máquina tiene esta frase: ayúdame a mejorar el servicio- la primera persona es porque se supone que es el hombre cuyo rostro está en la máquina es el que habla). Los creyentes elaboran sus plegarias; si llegan o no, si obtienen respuesta o no, es algo difícil de saber. Pero los que tratan de interactuar con la Urtu-Machine pueden tener esta certeza: no hay manera de presentar la queja y por la forma en que se encuentra el nosocomio está más que claro que no hay respuestas.

El lunes, cuando Cuarto Poder paseó por esos pasillos, la máquina no andaba. A los distintos profesionales a los que se le consultó por la Urtu-Machine señalaron que casi nunca anda y las pocas veces que estuvo encendida las personas no pudieron dejar una queja: sólo puedan escribir pacientes registrados y hay que trascribir número de carnets, documentos, y la máquina se tilda y hay que reiniciar todo el engorro.

Detrás de esta combinación de alta tecnología y organización atávica, hay un gerente que aún se maneja como Patrón de estancia: Marcelo Nallar, a quien se le conoce esta muletilla para justificar sus caprichos: “Yo soy el dueño”.

El declive de este hospital modelo comenzó hace 6 años, cuando Nallar logró colarse como vice director del doctor Saravia Day. ¿Había ganado este hombre las elecciones? Pues no, en realidad había salido último; pero el que metió la mano ahí fue el gobernador Juan Manuel Urtubey, que acababa de ser electo y designó, a dedo, a Saravia Day; pese a que había ganado Jaime del Carpio. Para los demás profesionales del nosocomio, Urtubey tomó esta medida como una gentileza, una muestra de amistad hacia una ex compañera del Bachillerato Humanista, que estaba casada con Saravia Day. Tras la jubilación de Saravia Day, Urtubey sacó otro decreto para digitar las elecciones del gerente: decidió que todos los enfermeros votaran y entonces el gremio de Eduardo Ramos tomó todo el poder, pues superan a los médicos. Y Nallar triunfó. Aunque eso no lo autoriza a andar diciendo “Yo soy el dueño”.

Como buen patrón de estancia maquiavélico, parece creer que más vale ser temido que amado para ser obedecido. Y por eso persigue, sin escrúpulos, a los profesionales que no le rinden pleitesía o que osan objetar algunas de sus torpes decisiones.

Cuarto Poder dio a conocer, semanas atrás, la situación del Dr. Héctor Rubén Harach, que está suspendido, desde hace dos meses, sin goce de haberes, sin obra social. De igual manera están más de 20 profesionales. “La situación es tensa. Trata de generar tensión e intimidar, como un Patrón de Estancia. Tratamos de sobrevivir. Somos gente con más de 20, 25, 30 años trabajo. O sea, que nos queda poco para jubilarnos, tampoco podemos dejar todos el hospital e irnos”, dijo a Cuarto Poder la endocrinóloga María Trejo.

Parte del hostigamiento tiene que ver con las máquinas que leen las huellas digitales. Sirve para controlar a los médicos (al igual que los guardias). A algunos médicos: hay unos seis o siete que no tienen la obligación de reportarse: salen antes, llegan tarde, pero no hay sanciones para ellos. Para el resto, en cambio, no hay piedad.

Trejo una vez logró esquivar una sanción injusta de Nallar. “A mí me pasó una vez que por una razón urgente, me olvidé de pasar el dedo y salí para buscar a mis nietos para traerlos al médico, y volví al hospital en 20 minutos y avisé, me olvidé de pasar el dedo, y Nallar me mandó una sanción de dos días. Él me pidió que le explicara qué había pasado. Le expliqué: mirá salí corriendo por lo de mis nietos, pero volví en 20 minutos y atendí a los pacientes”, narra Trejo, quien tuvo que poner una abogada, pues en el peor de los casos la sanción era excesiva. La justicia le terminó dando la sanción a Trejo.

De esta forma se hostiga a los que Nallar considera como opositores. Mientras la gente de su entorno que hace lo que quiere y además reciben más horas extras pagadas, a los otros los asfixian. A muchos profesionales les llama la atención la obsesión de Nallar con el tiempo, pues cuando él era un médico más jamás cumplía horario y ni siquiera ahora lo hace: él es uno de los que no pasa el dedo por las maquinitas.

El Hospital

Todo se empezó a resquebrajar con la dupla Saravia Day – Nallar. Primero pensaron en implementar el 0-800 pero pusieron solamente a tres personas a atender los teléfonos, a los que no se puede llamar en cualquier horario. Una de las consecuencias fue que muchos pacientes con enfermedades crónicas terminaron perdiendo turnos que dejaron de revisarse.

“Antes de que lleguen todos estos cambios, seis años atrás, nosotros teníamos en Endócrinos, por ejemplo, un paciente podía ser seguido por un médico específico, es decir que podía haber un mejor seguimiento porque el médico x siempre revisaba a su paciente. Con este sistema de 0800 se hizo imposible: le dicen tiene para tal fecha o para otra y listo, con el que sea”, narró Trejo.

Por eso el que pasa por el hospital va a encontrar gente durmiendo en el piso: porque es la única forma de conseguir turno, de ser atendidos.

Trejo reconoce que hay problemas que superan a la mala administración de Nallar y que tiene que ver con el sistema de salud provincial y nacional y con la crisis económica. Por ejemplo, al Oñativia -y a todos los hospitales- cada vez va más gente con obra social porque la situación económica es mala y en una clínica hay que pagar plus, hay que hacer depósitos antes de intervenciones, cosas que no pasan en el hospital.

Y los hospitales están sobrepasados. Los médicos hacen todo lo que pueden, pero faltan recursos: más personal, más medicamentos. Con lo que hay no alcanza.

También se puede decir esto sobre el Oñativia: La tiranía y la incapacidad van de la mano en este caso, quizá porque las personas que deberían estar pensando en solucionar problemas ocupan el tiempo armando estratagemas para perjudicar a otros.