La tecnología y el libre mercado enfrentan al salteño José Ibarra -líder de los taxistas de la capital Federal- con David Plouffe, arquitecto de la campaña que llevó a Barack Obama a la presidencia de EEUU y actual hombre fuerte de Uber. (F.A.)

La llegada de Uber a nuestro país despertó la polémica entre los conductores de taxis. La preocupación por un rival que pareciera gozar de beneficios y amenaza con robar parte de la clientela puso en plan de guerra a los choferes de la Ciudad de Buenos Aires, donde se encuentra en proceso de lanzamiento.

Uber, según se explica en su sitio oficial, “es una aplicación que conecta personas que requieren un servicio de traslado con socios disponibles para brindarlo”. Los interesados en ser conductores registrados deben ser mayores de 21 años, disponer de un auto, presentar licencia de conducir vigente, certificado de antecedentes penales, cédula blanca, verde o azul, y oblea de seguro automotor obligatorio del auto. Además, poseer un auto modelo 2009 o posterior, cuatro puertas, con aire acondicionado, espacio para valijas, cualquier color, y excelentes condiciones generales.

El 26 de marzo de este año se lanzó la convocatoria a conductores interesados en participar de Uber. Representantes de la firma llegaron al país junto a la comitiva del presidente estadounidense, Barack Obama. Estuvieron en Buenos Aires durante la semana del Día de la Memoria y no se olvidaron de negociar. El sitio Política Argentina informó que los empresarios de Uber participaron de la reunión con emprendedores que la Cámara de Comercio Norteamericana en Argentina organizó en La Rural.

Era un eslabón más en el trabajo de expansión mundial de la aplicación, un trabajo que lleva adelante David Plouffe quien  nació en 1967, estudió Ciencias Políticas y comenzó a trabajar en estrategias para candidatos apenas comenzada la veintena. En 2004 se unió al equipo de Barack Obama. Cuatro años después ya había logrado lo inimaginable: que un afroamericano alcanzara la presidencia de Estados Unidos. Fue el propio presidente, recién electo, quien definió el trabajo de Plouffe como “la mejor campaña en la historia de los Estados Unidos de América”.

Durante la histórica campaña de 2008, Plouffe se mostró como un arquitecto conocedor de los terrenos por donde Obama debía obtener triunfos claves. Así, en enero de ese año, consiguió la recordada victoria en Iowa, un estado donde el 95% de la población es blanca.

Un artículo de La Nación de 2010 aseguraba que Plouffe tenía fama de tacaño. Agregaba que durante la competencia presidencial, “no reembolsaba los taxis, sólo los pasajes de subterráneo y hacía serias recomendaciones para que la gente de su equipo compartiera habitación doble cada vez que paraban en un hotel en campaña”.

“Control marcial de gastos, recaudaciones masivas de dinero con aportaciones pequeñas, proyección de la parte humana de Obama, discursos que llegasen al alma, storytelling… la mezcla de todo ello no sólo convirtió a Obama en presidente de EEUU, sino en un best seller a escala mundial. Obama es uno de los presidentes de EEUU con más impacto en el extranjero. Su imagen ha cambiado la imagen de Estados Unidos a ojos del mundo, incluso de sus tradicionales enemigos. Por eso le han dado el Nobel de la Paz”, aseguraba el sitio lainformación.com, en 2009.

La obra de Plouffe, hasta la histórica campaña, está resumida en el libro que él mismo escribió un año después del triunfo de Obama. “La audacia para ganar”. Allí se revelan las tácticas que utilizó en la campaña.

En el número de marzo de Le Monde Diplomatique se publicó un extracto del libro “Listen, liberal: Or, What Ever Happened to the Party of People?”, publicado en las últimas semanas en Estados Unidos y escrito por el periodista Thomas Frank. Allí, se lee que el gobierno de Barack Obama se desentiende de los trabajadores pobres, mientras otorga privilegios a las empresas tecnológicas de Silicon Valley. Frank asegura que “el mítico ex director de campaña de Obama, ahora está consagrado a la venta de la aplicación Uber de la misma manera que antes vendía al campeón demócrata: como una solución a la recesión”.

“Ahora bien, muchas innovaciones empresariales unánimemente celebradas no son en realidad más que instrumentos concebidos para eludir las reglas económicas y sociales de nuestras sociedades. Uber es el ejemplo más claro: la mayor parte de sus ganancias proviene no de sus conocimientos en materia de localización de vehículos con chofer, sino de su manera de escapar a la reglamentación local y nacional aplicada a la industria de los taxis, sobre todo en materia de seguridad y seguros”, agrega.

Frank completa su análisis de Uber asegurando que “los costos y los riesgos asociados a esta actividad -obligación de sacarse un seguro, tener un vehículo, encarar las eventualidades de una licencia por enfermedad o la perspectiva de la jubilación, etc.- corren todos por cuenta del trabajador, mientras que el ‘innovador’ californiano que concibió el software se queda con la parte del león sobre las ganancias obtenidas. Es el ‘cada cual a lo suyo’ erigido a la categoría de estrategia nacional para el empleo”.

Su rival salteño

José Ibarra nació en Guachipas pero se mudó a Buenos Aires hace 37 años. De taxista pasó a ser Secretario General de la Federación Nacional de Conductores de Taxis; miembro de la Mesa Directiva de la CGT que conduce Hugo Moyano; e integrante de la Mesa Directiva de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte que fue pieza clave en las dos últimas huelgas generales contra el kirchnerismo. El salteño es, para muchos, una pieza clave, el encargado de garantizar que la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte adopte la direccionalidad dictada por la mesa chica de un moyanismo que no prescinde, incluso, de la fama de hombre duro que Ibarra se forjó desde 1987, cuando debutó como chófer de taxis, hasta mayo de 2004, cuando llegó a la conducción del sindicato.

En un completo informe de Cuarto Poder publicado en julio del año pasado, cuando Ibarra era candidato a diputado nacional, se aseguraba que quería pasar por un morocho simpaticón cuando en realidad era un hombre duro y poderoso que buscaba encabezar la lista definitiva del massismo.

En 1992, Ibarra dejó de ser chofer y pasó a ser político. Dominó el aeropuerto Jorge Newbery de Capital Federal, uno de los puntos de mayor flujo de viajantes del país, paraíso de taxistas que cuentan con un mercado cautivo de pasajeros que además suelen recorrer largas distancias en taxi y por ello mismo escenario rigurosamente resguardado por los chóferes del lugar y que en los 90 dio lugar a  la llamada “mafia aurinegra”: una aceitada organización de propietarios y peones de taxis que resguardaban para sí la exclusiva fila de vehículos que esperan pasajeros y que no dudaban en repeler a golpes a los conductores ajenos al paisaje. A inicios del siglo XXI, incluso, distintas causas judiciales que investigaban a los “aurinegros” aseguraban que los involucrados formaban una especie de cooperativa encargada de dar cobertura legal a quienes caían presos por aleccionar a los intrusos y que el largo brazo de la mafia aurinegra tenía contactos con la policía aeronáutica encargada de la seguridad del lugar. De esa parada fue delegado José Ibarra a fines de los 80 y principios de los 90 y no escasean testimonios que aseguran que el salteño extendió su control a sitios de características similares: Retiro y el Puerto.

 “En el año 92 decido retirarme ya que consideré que tenía que hacer otras cosas más amplias en lo personal y en lo político”, declaró Ibarra en una entrevista citada por este semanario. Fundó ALOTAX S.R.L., una agencia que en lo central supuso un acuerdo comercial con dueños de taxis quienes cedían la explotación del vehículo a cambio de un pago fijo y del compromiso empresarial de responsabilizarse de las faltas que los choferes pudieran provocar. Casi en paralelo inauguró FM Tax, pionera de los servicios de radio taxi y que en nombre de resguardar la seguridad de pasajeros y chóferes proveía taxis a domicilio a quienes lo solicitaban telefónicamente. A cambio del servicio, el dueño del vehículo pagaba un canon a la empresa. FM Tax, asegura el propio Ibarra, llegó a tener más de 600 vehículos y lo consolidó en dos sentidos: empresario exitoso en términos de ganancias y ampliación de su grado de representación al fundar y presidir la Asociación de Empresas de Radiotaxis de Buenos Aires (AERBA).

Hoy, Ibarra es uno de los que se muestra en contra de la avanzada imperialista de Uber, tal como hizo alguna vez, cuando le quisieron copar la parada de los taxis de Aeroparque.