Hace poco salió el primer trabajo de Milimalista, “Sumergida”. Un disco breve, cercano al lo-fi, y al twee pop con un tono íntimo, hasta melancólico. Conversamos con su autora sobre el proceso de composición y grabación. (Rodrigo España)

María del Milagro Carón Tamborenea tiene un nombre muy largo, por eso de ahora en más vamos a resumirlo en Mili Carón, o Milimalista, el nombre artístico que ella eligió hace unos años, cuando comenzó a tocar y cantar sus canciones para un público más allá de las amistades y los familiares (una buena costumbre que asegura no haber perdido aún).

Nacida en Cafayate en la década del 80, ahí pasó infancia y parte de la adolescencia, luego transcurrió distintos momentos entre Salta, Tucumán, Francia y Buenos Aires, donde hace un tiempo está radicada. Tiene el título de Licenciada en Letras de la UNSa, actualmente trabaja con una editorial independiente y hace poco sacó su primer disco: “Sumergida”, de donde sacamos el título de esta nota y sobre el cual conversamos un poco en los días pasados.

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Este trabajo fue producido junto al sello Opalo Records, el cual “nace entre artistas salteños con búsquedas diversas, que encuentran en la música experimental el lugar ideal para sus proyectos. Con distintas trayectorias (teatro, literatura, diseño, fotografía), el sello se nutre de esta mezcla, en realizaciones eclécticas, amplias, sin rótulos. Su hábitat natural es Salta, aunque se inspira y vincula con artistas de otros lados. Sonidos compartidos en fiestas y la invalorable colaboración en el trabajo de producción”, según indican en su página web. Opalo actualmente cuenta además con otros proyectos como Cuchillo Amarelo, Gauna y María Caos (cuyo primer EP salió casi al mismo tiempo que el de Milimalista y desde esta redacción recomendamos fervientemente).

Antes de entrar al agua

Carón estudió canto por un tiempo y en alguna conversación previa comentó, casi como una intimidad, que cuando era más chica quería ser cantante de ópera. Y como sucede generalmente con las aspiraciones de la infancia, eso no sucedió y Mili derivó en un estudio del lenguaje, para después adentrarse en el pensamiento del filósofo Maurice Blanchot, que luego nos dirá está entrecruzado en casi toda la producción del disco. Al menos eso es lo que se puede observar en los loops que hace las veces de introducciones y epígrafes a cada canción, como por ejemplo “écoutant non les mots sinon la soffrance qui traverse de mot à mot sans fin les mots” (escuchando no las palabras sino el sufrimiento que atraviesa de palabra en palabra las palabras), en Rayo Azul; o “quand tout est dit ce qui reste este le desastre” (cuando todo está dicho lo que queda es el desastre) en Cielo.

Este entrecruzamiento con Blanchot también se debe a que en parte mientras se iba armando “Sumergida”, Mili se encontraba realizando su tesis de grado que precisamente tenía al amigo francés como protagonista.

De pocas presentaciones en público, salvo algunos recitales, durante la charla por Skype ella nos cuenta que la mayoría de las realizó en fiestas privadas, cumpleaños de amigos y gente que la invitaba a tocar. Ahí ya estaba el germen de lo que luego sería el disco, al menos así lo podemos constatar quienes asistimos a alguna de esas pocas tocadas. Además las primeras versiones de algunos temas circularon brevemente por internet, todas grabadas en casa, con un programa básico de edición, sin mayores pretensiones que compartir.

En cuanto a la composición nos cuenta que lo primero es siempre la letra: “parto de ahí, armo la melodía cantada, luego busco las notas en la guitarra”, un trabajo que además, nos confiesa, lo hace junto a su hermano, que si bien no está mencionado entre los créditos del disco, Mili asegura que fue partícipe de varias composiciones, “él me corregía los acordes, cuando ya tenía lista la melodía la escuchaba y me acompañaba con la guitarra”.

Nos sumergimos

En esta nueva versión de las canciones, grabada de una manera más profesional, todos los instrumentos (que básicamente son guitarra, kaoss pad, y juguetes) son ejecutados por Carón, que en la grabación buscó la simplicidad que tienen las presentaciones en vivo. También el orden de los temas en un primer momento estaba pensado de esta manera, pero luego cambió.

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No hay mayor instrumentación en un punto porque tal vez no sea necesaria y además porque -según nos comenta- la idea era grabar la música de una manera que ella pudiera tocarla, sin mayores arreglos que algún efecto en la voz, todo realizado en una sola toma, con la imperfecciones que eso puede acarrear y que también hacen parte del estilo que nos recuerda a las primeras épocas de Calvin Johnson, K records y el twee pop norteamericano, al menos en canciones como Gota, Sumergida y Silent John. Esta última la única composición en inglés, en la que se describe a un tipo silencioso, John (o Juan, si es que vamos a traducirlo bien) que prefiere las orejas a las bocas y cuando habla es un milagro.

Ya es tarde, el tema que abre el disco, es un pequeño himno al ocio, la siesta y la procrastinación. Algo con lo que muchos nos podríamos sentir identificados un martes a la tarde. Luego continúa con la primera de las tres canciones en francés: Chanson érotique, Apelle-moi y Mouvement; composiciones con mayor contenido erótico, porque no hay nada más cachondo que el francés y porque la voz se va atenuando, al final, en la última de del disco hasta volverse casi un susurro en un vals que no hace falta comprenderlo para enamorarse y/o cachondearse.

El punto álgido del disco está justo al medio, con Mortero y Rayo Azul: la primera por la dulzura de la interpretación que tiene la cadencia justa para elevar todas las vellosidades del cuerpo en dirección al cielo; y la segunda porque sin ser punk, suena muy punk, tanto por la guitarra como por la voz y la letra que dice: “un rayo quema mi cama /comienzo a arder entre las llamas/de aquel rayo azul/esa mañana//he ardido entre mis sábanas/mi cuerpo huele a cenizas//ya no soy nada”.

Cielo es la única canción que carece de guitarra y la música está compuesta para el kaoss pad, que es un controlador MIDI, sampler y procesador de efectos, no mayor al tamaño de una Tablet (también empleado para loopear los inicios de cada tema). Nuevamente lo infinito se hace presente como tópico, algo que se repite en otros versos del disco.

El agua, el mar y la contemplación son también otras claves líricas de este disco que en lo musical apela a la simpleza, roza el minimalismo y juega con la sinceridad en la interpretación. No le sobra nada, tampoco le hacen falta más epítetos para describirlo. Son casi veinticinco minutos de un viaje tranquilo, con algunos matices melancólicos y una voz que lleva el itinerario de un lugar a otro. Entre las profundidades blanchotianas, el erotismo del lenguaje y la infinitud del agua en la que nos sumergimos para no salir y dejar que el disco suene nuevamente, entero, en un loop interminable. O lo que dure una tarde de domingo entre la siesta y el siguiente sueño.