Se rechazó la creación de una comisión que investigue si el diputado Ramos tiene relación con el ataque que el 27 de octubre sufrieron trabajadores de su empresa por patoteros. Trabajadores se harían presentes la próxima sesión para pedir respuestas.
Eduardo Abel Ramos zafó. En la última sesión, los diputados de los diferentes bloques oficialistas rechazaron el tratamiento de un proyecto de resolución que planteaba la conformación de una Comisión para que se investigue su responsabilidad en los violentos hechos ocurridos, el martes 27 de octubre en frente a la Legislatura, cuando una patota agredió salvajemente con palos a un grupo de trabajadores de su fundación.
De manera precavida, el pasado martes, el sindicalista y diputado justicialista hizo uso de la palabra durante la parte de manifestaciones. Para comenzar negó vinculaciones con las patotas que actuaron aquella noche afuera de la Legislatura. Al violento ataque que recibieron los manifestantes, por su parte, lo rebajó al rótulo de “tumulto” y contó que no fue ese día a sesionar porque se encontraba en ATSa. “Seguramente ha pasado algo pero yo no soy responsable”, dijo intentando despegarse del grave episodio.
Al final de su alocución dijo: “Sería incapaz de patear un legislador o romper esta cámara, yo honro la legislatura. Llevo 20 años de diputado y jamás tuve problemas, lo único que hace el diputado Ramos y la comisión de ATSa es hacer cosas importantes para la gente”.
Es cierto que hace dos décadas es miembro de la Legislatura salteña y no tuvo inconvenientes serios. Esto a pesar de las sobradas denuncias que tiene encima. Finalmente los legisladores optaron por no investigarlo, lo cual evidencia que prefieren que el accionar violento que impera en su sindicato no quede bajo una investigación institucional de la cámara ni tome características públicas.
Antecedentes recientes
Las patotas de Ramos son conocidas por su accionar pesado y mafioso. Basta con recordar la paliza que el año pasado desfiguró la cara del enfermero Jorge Puca cuando reclamaba mejores condiciones laborales, o la apurada que recibió hace dos semanas el delegado Maidana a la salida del hospital San Bernardo cuando, el “cuchi” Ramos, hijo del diputado, le cruzó su camioneta y le mostro un arma de fuego. “Dejen de joder o van a ser boleta”, le dijo esa oportunidad y huyó rápidamente en su 4×4. Tan violento fue todo que en la comisaría 1º se redactó una denuncia al respecto.
A esta cadena de hechos comprometedores, tales como diversas apretadas y hasta despidos arbitrarios como el de Gilda Vega -quien pese a estar embarazada fue despedida por denunciar irregularidades en la fundación- se debe agregar la confirmación de un dato contundente del vínculo de Ramos con las patotas que lo coloca al borde del abismo: el secuestro del vehículo donde se trasladaron los atacantes (la noche del 27 de octubre) de inmediaciones de “Evitur”, una de las tantas empresas del poderoso sindicalista.
Al parecer el gobierno no quiere que se hable del tema. Según se pudo conocer un grupo de trabajadores se harán presentes en la próxima sesión para pedir respuestas sobre lo que está ocurriendo. Todavía, el diputado, empresario y sindicalista continúa en el ojo de la tormenta.