Como todos los años se realizó la ceremonia central de ofrenda a la Pachamama que se plasma tradicionalmente en San Antonio de los Cobres, organizada por la Comunidad Kollas Unidos.

Por Andrea Sztychmasjter

Un rito ancestral para agradecer, un ritual propio del mundo andino que se ha extendido a toda américa latina y que también ha ido mutando.

“Le dan de comer a la tierra”, dice uno de los presentes. El ritual es el llamado “Challaco”, una deformación de los vocablos quechuas ch’allay y ch’allakuy, que se refieren a la acción de ‘rociar insistentemente’, ‘aspergar’. La palabra challar asimismo se usa como sinónimo de ‘dar de comer y beber a la tierra’.

El challaco, abarca una compleja serie de pasos rituales que comienzan en las viviendas familiares la noche de la víspera, durante la cual se cocina una comida especial, la tijtincha, y que culminan en un ojo de agua o la toma de una acequia donde se realiza el ritual principal a la Pachamama, con una serie de ofrendas que incluyen comida, bebida, hojas de coca y cigarros.

Los registros refieren que el rito se trataba de un oráculo para agricultores. Se cavaba en la tierra un pozo de 40 centímetros de profundidad que era sectorizado y se colocaban diferentes semillas. Se las cubrían con pedazos de frutas y chicha como parte de ofrenda a la Madre tierra. Arriba se la tapaba con una laja que al cabo de 28 lunas era destapada para saber qué había germinado.

Era una forma de comprobar que iba a poder sembrarse ese año. La semilla que había germinado y estaba más potente señalaba lo que debía sembrarse. La con menos fuerza se sembraría en menor escala y la semilla que no había germinado se desechaba como cultivo de ese año.

En la actualidad esa forma de ofrenda cambió y hoy son diversos los productos que son arrojados al pozo de tierra. Lo cierto -aparte de que cada unx lo vivencia a su manera-, es la importancia en la revalorización y agradecimiento a esta madre tierra.

La madrugada del sábado nevó en San Antonio de los Cobres y durante el día la temperatura rondó los 7 grados con fuertes vientos y un sol potente. Un lugar casi inhóspito para vivir que invita a imponer estrategias de supervivencia en sus habitantes, que se dedican al cultivo de papá andina, el trabajo en las minas y actividades relacionadas a la venta de productos turísticos. “Varias veces intentamos plantar árboles, pero siempre se secan”, refiere una de las vecinas que durante la noche del viernes se dedicó a la elaboración de empanadas de carne y matambre para convidar a visitantes.

La solidaridad y el acompañamiento de sus habitantes son las actitudes más visibles a los ojos de quien por primera vez llega al lugar. Miradas apacibles, pieles curtidas por las inclemencias climáticas y el silencio como herramienta poderosa hacen del lugar un pueblo con poderosa fuerza natural.

Los canticos y coplas ejecutadas por las mujeres armonizaron toda la jornada, acompañando los momentos de compartir la comida con productos típicos de la zona.

Un grupo de 70 trabajadores de prensa de Salta se hicieron presente en la tradicional fiesta que se realiza desde hace 28 años a casi 4000 metros sobre el nivel del mar, pero por la pandemia de coronavirus se vio interrumpida durante dos años.

La ceremonia es organizada por la señora Teo y el cacique Miguel Siares de la Comunidad Kollas Unidos.

La ceremonia central se realizó en la Estación de Tren de San Antonio de los Cobres. “Queremos agradece a la Madre Tierra por los bienes que nos ofrece para nuestro sustento y le pedimos que no deje de favorecernos”, dijo el cacique Miguel Siares de la Comunidad Kollas Unidos, y destacó la cantidad de gente que año a año acompaña el convite a la Pachamama.

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