Cuarto Poder se infiltró en el «almuerzo de camaradería» entre el diputado Alfredo Olmedo y un grupo de periodistas locales. Aquí una cronología tan surrealista como verídica de los hechos.
«Yo estoy convencido que vamos a ganar. Si ustedes en esta mesa, con todo respeto, salen convencidos de cambiar la historia de 24 años en la provincia, sólo tienen que transmitir la verdad a través de sus medios. Si quieren ser parte de este gran desafío, desde ya, bienvenidos». De esa forma se dirigía el precandidato aeronáutico Alfredo Olmedo a un grupo de periodistas locales, a quienes invitó a degustar exquisiteces en un salón-comedor del macrocentro el pasado lunes al mediodía. Por supuesto, la invitación no llegó nunca a esta redacción, pero como la cosa no está pa’ andar desaprovechando una comilona «de abarri», nos llegamos a la tertulia de infiltrados con la esperanza de llenar el buche.
Las mesas de mantel blanco y las sillas de plástico decoradas con tela estilo cumpleaños de 15 en salón de ATE, contrastan de lleno con el atuendo amarillo chillón del anfitrión. Lo acompañan: La senadora y precandidata a diputada Cristina Fiore, su compañero de fórmula Miguel Nanni, y un ultra-verborrágico Carlos Zapata a quien nadie podía seguirle el hilo. «Qué manera de hablar cagadas», se escuchó de refilón desde una de las mesas vecinas en relación al diputado provincial de «Ahora Patria». Los grandes ausentes en el convite fueron Alberto Castillo y Andrés Suriani, a quienes los organizadores -aunque parezca un chiste- se olvidaron de invitar.
La ceremonia, como era de esperarse, arrancó con la bendición de la mesa; aunque para entonces, algunos comensales ya habían sacado ventaja del pollo con puré que Olmedo había puesto sobre los tablones. Cuando todos se aprestaban a entrarle al diente, algún chistoso le pidió -medio en joda, medio en serio- a uno de los acompañantes del diputado que cantara para los presentes. La risa de los comensales no alcanzó para amedrentar en absoluto al hombre que, con pose gaucha y vozarrón de tenor salteño, entonó «Aurora» a capella ante la mirada impávida de la concurrencia. El sacón de onda había sido fuerte. Se trata del chofer personal del diputado, conocido en el entorno mediático por ser el encargado de repartir aceite de oliva, escabeches, aceitunas, camisetas de Argentina, gorras y otros elementos de merchandising a los medios y periodistas que lo acogen en sus programas y redacciones. La descontertada audiencia se debatía entre ponerse de pie o rogar que la función concluya antes de tiempo; finalmente optaron por lo primero. El momento lisérgico concluyó con el ingreso al salón, nada menos que, del «Indio» Manuel Santiago Godoy; quien al encontrarse con tan bizarra escena, optó por ir a «matar el bagre» a otro bodegón.
Entre copas y chistes malos, afloran pocos temas de conversación con los dino-candidatos. El que hace la punta es Carlos Zapata: «¡Vote esta lista, vote esta lista, la lista oportunista!», vocifera emulando la voz que emana de la avioneta proselitista de su jefe. «Cantemos bajito, no vaya a ser cosa que escuche Sáenz y se sume a esta lista», añade. Sus compañeros de mesa no saben si reir, medicarlo o atragantarse en el desconcierto. Del otro lado, Cristina Fiore contiene sus ganas de meterle un puntano por debajo del tablero.
En ese momento, el anfitrión irrumpe para romper el hielo y bajar algo de línea. El único deseo de este redactor para esa altura, era que el orador no ponga a funcionar el par de parlantes Buffer potenciados que la organización había colocado a sus espaldas. Ninguna deidad escuchó el pedido. «Por primera vez va a llegar un gobernante cristiano que lleva la palabra de Dios por encima de todo. Por primera vez llega alguien que no tiene compromiso con el presidente, sino con el pueblo. Por primera vez llega alguien que es libre en su pensamiento y en su forma de hacer política». El alegato somnífero se sostuvo por unos 15 minutos, hasta que llegaron las preguntas de los colegas. La preocupación real de algunos de los invitados a la comilona no tardó en salir a la luz: «¿Cómo será la relación con los medios en un eventual gobierno suyo?», consultaron tímidamente desde el fondo del salón. Olmedo, interpretó la pregunta a la perfección y respondió, palabras más, palabras menos, que la distribución de la pauta dejaría de ser discrecional, que cambiaría la lógica en la entrega de las mismas, que no habría pauta oficial para programas fantasma, que no cedería ante las extorsiones de empresarios mediáticos o periodistas… las palabras del invitante se vieron cortadas intempestivamente por un golpe seco que desvió la atención de los receptores. Una de las sillas de plástico había cedido a traición dejando en el piso a un comensal que, en el descenso, se llevó al colega del asiento contiguo. Los segundos de silencio subsiguientes estuvieron francamente «heavys».
Pasado el bochorno, un colega se encargó de hacernos notar que se trataba nada menos que del dueño de un matutino que, por estos días, anduvo en la mira del sindicato de prensa por el despido de una trabajadora. El desplome estilo «Condorito» se dio en simultáneo con la advertencia del aspirante a gobernador, lo que dio lugar a ocurrencias de todo tipo y tenor.
Retomar el hilo de la conversa y volver a captar la atención del auditorio se ponía difícil para el precandidato amarillo: «Espero que los otros nos copien lo que estamos haciendo: campaña con nuestros recursos. Por ahí les llamó la atención el avión, perdonen si los despierta a la siesta, pero el mensaje es claro. Tratamos de llamar la atención con algo simple y distinto, sin destruir la ciudad», comentó en referencia a la avioneta más odiada del NOA.
Cuando todos en el banquete creían que el tema había quedado claro, una nueva interpelación obliga a retomar la discusión sobre la pauta oficial; esta vez por parte de una colega no muy adepta a la discreción: «¿Y cuánto nos van a dar de pauta?», exclamó dejando a candidatos y periodistas haciendo esfuerzos por deglutir. Olmedo balbuceaba su respuesta mientras algunos contenían los músculos faciales para no expulsar el alimento por la nariz, y otros vizcacheaban la puerta de salida más cercana para tomarse el palo. Fue la señal de que el punto cúlmine de la jornada había llegado. «Si venía con el facturero cobraba acá nomas», remató una de las invitadas por lo bajo. No había retorno.
«Nuestro gobierno va a ser de oídos más que de palabras» prosiguió el diputado, después del inesquivable paréntesis. «El primer ejemplo lo puse yo hoy: ya está a disposición de ustedes mi pedido de licencia sin goce de sueldo hasta que termine la campaña electoral», concluyó para dar lugar a un tibio aplauso de cierre. Nanni y Fiore, también legisladores en campaña, reflexionaban mientras tanto, cómo explicarle a sus votantes que no harían lo mismo.