Mujeres en la independencia |

Las mujeres cumplieron un rol fundamental en la independencia. Así se destaca la figura de María Magdalena Damasa Güemes de Tejada considerada la primera mediadora de Salta. (Andrea Sztychmasjter)

“Macacha”, “La madre del pobrerío” como se la conoció, pasó a la historia por ser la confidente fundamental del héroe gaucho. “Bondades fueron las suyas / la llaneza fue su escudo/ porque usted trató al humilde/ lo mismo que al copetudo”, la describe la letra de Hernán Figueroa Reyes. Mientras que el periodista Alejandro Tarruella, en su trabajo “Güemes. El héroe postergado”, realiza una analogía entre la figura de Macacha con la que tendría Eva Duarte: “Macacha fue una gran colaboradora, fundamental en su gestión en la provincia ya que ella gobernaba mientras él luchaba. Pero además las mujeres tuvieron una función de inteligencia que fue clave. Contaban los soldados enemigos, iban a las fiestas donde estaban los españoles para buscar información y, luego, Juana Azurduy pelea a su lado. (…) Así como Juan Domingo Perón tiene antecedentes en San Martín y también en Martín Miguel de Güemes, en relación con el conocimiento del pueblo, Macacha prefigura lo que luego va a ser Eva Perón”, postula.

En los últimos años hubo diferentes acciones tendientes a visibilizar y ponderar la figura de las mujeres en el camino hacia la independencia, se produjeron mayores trabajos investigativos, producciones audiovisuales y musicales que buscaron fortalecer la figura femenina tantas veces opacada. Se buscó asimismo realizar un revisionismo histórico en donde se incorpore a ellas como parte fundamental y como protagonistas indiscutidas de los relatos.

“Nos debemos una mirada con perspectiva de género, que resitúe a las mujeres en el eje de la escena, visibilizándolas y promoviéndolas como hacedoras de la historia. Güemes no estuvo solo, estuvo con las capitanas del ejercito gaucho”, reseña el documental “Martín Miguel de Güemes y las capitanas del ejercito gaucho”.

Macacha Güemes: «Protectora del pobrerío»

Fueron muchas las cualidades que se le atribuyeron a la hermana del primer gobernador elegido por voto del pueblo, además de confidente y valerosa, compasiva con los “pobres”, se resalta su labor de mediadora pues tuvo que enfrentar el conflicto que había estallado entre José Rondeau y su hermano. Fue así que luego de firmarse el conocido como “Pacto de Cerrillos”, celebrado el 22 de Marzo de 1816, el decreto 308 de 2016 la nombró a Macacha “Primera mediadora de Salta”.

El 22 de marzo de 2016 cuando se cumplieron los 200 años de la firma del Pacto de los Cerrillos, Macacha fue reconocida como la “Primera Mediadora de Salta”, a través de un decreto firmado por el entonces gobernador Juan Manuel Urtubey.
Este nombramiento es el reconocimiento a la hermana de Güemes, quien actuó como mediadora para sellar un acuerdo destinado a lograr la paz y terminar con un conflicto que ponía en riesgo la seguridad de las deliberaciones que en Tucumán comenzarían el 24 de marzo de 1816.

Posteriormente se le designó el nombre «Macacha Güemes» al Centro de Mediación Comunitaria sito en calle Santiago del Estero. “Que existe vasta bibliografía, tanto salteña como nacional, que da cuenta de la participación de la hermana de Martin Miguel de Güemes en las acciones que culminarán en el Pacto de los Cerrillos, firmado por José Rondeau y Martin Miguel de Güemes, tratándose por ende de un hecho histórico comprobado y de suma importancia para la posterior declaración de la independencia de nuestra patria el 9 de Julio de 1816”, describe esa asignación-.

Magdalena “Macacha” Güemes también lleva el nombre de la Escuela Secundaria 48 de Tigre. La directora del establecimiento educativo, Élida Ramunno, destacó la importancia y el orgullo que significa para toda la comunidad llevar ese nombre y, en ese sentido, contó que “la propuesta del nombre vino por parte de un grupo de alumnxs y de padres que la admiraban por la acción que llevó adelante durante la lucha contra los españoles”.

Las salteñas de la independencia

Mujeres insolentes

El 11 de diciembre de 1787 nació María Magdalena Dámasa Güemes, la hermana de Martín Miguel de Güemes, más tarde conocida como “Macacha”. La recordamos con un fragmento de Mujeres insolentes de la historia 2, el libro de Felipe Pigna que pone en relieve las vidas de 29 mujeres que se rebelaron contra el orden establecido.

Cuando María Magdalena Dámasa Gúemes nació en 1787, Salta, su provincia, era muy conservadora, lo que quiere decir, poco o nada afecta a los cambios, y con diferencias muy marcadas entre las clases sociales.

Su familia, que la apodó “Macacha”, era rica y pertenecía a la elite; Magdalena Goyechea, su madre, descendía de los conquistadores, y Gabriel de Güemes Montero, su padre, era funcionario de la Corona española. Fue él quien le enseñó a Macacha a leer a los 5 años, algo nada frecuente en esa época considerando que ella era mujer. También en la infancia, la niña compartió juegos, sueños y cabalgatas por los sinuosos caminos salteños con su hermano Miguel, al que se mantuvo desde entonces y para siempre, muy unida.

A diferencia de los de su clase, tanto ella como su hermano y Román Tejada Sánchez, el capitán del Regimiento de Patricios con el que Macacha se casó a los 16 años, eran hacendados que trataban a sus peones sin hacer diferencias, lo que los hizo merecedores de lealtad y respeto.

En 1810, con el advenimiento de la Revolución, los hermanos Güemes fueron de los primeros salteños en adherir a la causa y darle soporte a la expedición al Alto Perú. Organizaron para eso un ejército de gauchos que más tarde, sería conocido como los “Infernales” de Güemes, por el color de sus ponchos y por convertir en un infierno la vida de los ejércitos del rey de España.

Entre 1813 y 1823, Salta estuvo casi en guerra. Al lado de “el Padre de los Pobres, como era conocido su hermano por entonces, estaba siempre Macacha, coordinando tareas de espionaje y jugadísimas misiones con otras mujeres. Ellas escondían en sus polleras, mensajes con información sobre los españoles que les hacían llegar al ejército de gauchos. Así, lograban complicarle la vida al enemigo, tal como lo admitía el comandante en jefe de los invasores en su nota al virrey del Perú: “…ellos (son) avisados por hora de nuestros movimientos y proyectos por medio de los habitantes de estas estancias, y principalmente por las mujeres relacionadas con los vecinos de aquí y de Salta […] siendo cada una de estas una espía vigilante y puntual para transmitir las ocurrencias más diminutas de este Ejército”.

En 1815, Martín Miguel de Güemes fue nombrado gobernador de Salta por voluntad popular. Las luchas contra las fuerzas del Rey continuaban, a las cuales, el flamante gobernador tuvo que sumar las disputas con los de su propia clase, más dispuestos a acordar con los realistas que a tolerar el poder del “gauchaje”. Las crónicas de la época señalan que Macacha se convirtió en ese período en un verdadero ministro de su hermano, que la consultaba y le pedía que actuase como “operadora política”, como sucedió en 1816, en el conflicto con José Rondeau, que comandaba las fuerzas del gobierno. Gracias a la mediación de Macacha, se acordó que Salta seguiría con su “guerra gaucha” bajo la conducción de Güemes y ayudaría a las tropas enviadas desde Buenos Aires.

Macacha comenzó también a intervenir en actos públicos, incluso en los de guerra, montando a caballo, recorriendo las filas y arengando a las tropas; y mientras su hermano se encontraba al frente de sus “Infernales”, fuera de la ciudad, tomó las riendas del gobierno salteño. Fueron varias las conspiraciones en contra de Güemes que tuvo que desbaratar, y cuando en 1819, los opositores organizaron el partido “Patria Nueva”, ella formó el “Patria Vieja”, hasta que fue detenida junto a su madre, su esposo y otras personas. El “gauchaje” se sublevó para liberar a la “Madre del Pobrerío”, como llamaban a Macacha, y a los demás detenidos, protagonizando lo que se conoció como la “Revolución de las Mujeres”.

La hermana de Güemes se sumó luego al Partido Federal y hasta 1840, siguió participando en la agitada vida de su provincia. Para entonces, era una figura reconocida, que incluso los unitarios respetaban. En 1866, murió en Salta a los 90 años, completamente retirada de la actividad política.