Maricel Cuadras, la joven salteña de 18 años que presentó su primera novela el pasado 1º de octubre, estará presente hoy sábado, de 18 a 21 horas, en la sucursal que la Librería Rayuela posee en Híper Libertad. La obra se titula “Danza, pasión y lágrimas” algunos de cuyos extractos reproducimos a continuación.

Un libro de 370 páginas bien escritas. Una edición prolija. Y un relato que reconstruye la historia de Maryam, una bailarina adolescente de danzas árabes que desea llevar su arte a los escenarios más remoto, conocer a la más grande exponente en la danza, e integrar el Ballet de su profesora aun cuando no puede hacerlo por no ser egresada. Una historia intensa no desprovista de las vivencias de una adolescente que en un momento de la historia descubre que la persona en quien confió durante años comienza a dañar sus ilusiones y la obligan a preguntarse cómo seguir adelante.

Maricel Cuadras nació en Salta en 1996 y desde los diez años se entregó al mundo de las danzas árabes de la que hoy es profesora Superior. Desde 2013 realiza distintos cursos de perfeccionamiento que la pusieron ante un dilema: profundizar la especialización a costa de abandonar los estudios secundarios o seguir con esto a costa de las danzas árabes. Optó por lo primero y dejó los estudios secundarios con el tercer año aprobado. Decisión de la que no se arrepintió y para la que contó con el apoyo de sus padres. Desde 2014 Maricel cuenta con su propia escuela de danzas y a base de formación autodidacta se sumergió en la literatura siendo “Danzas, pasión y lágrimas” el producto de la misma algunos de cuyos extractos reproducimos a continuación.

“Abrí los ojos y en aquel espejo se reflejó una chica de catorce años con los sentimientos a flor de piel. Fue un inmenso remolino de emociones dentro de mi corazón que mi mente no comprendía. Como cuando sale el arco iris y al mismo tiempo sigue lloviendo, como el sol que al amanecer no termina de nacer y sin embargo los colores de la naturaleza igual se reflejan. Era el ardor del puro verano que ni una tormenta de nieve lo podía apaciguar.” (Página 20).

“—Ay pero Mary tampoco podes estar el resto de tu juventud o el resto de tu vida esperando a tu príncipe azul. Ahora todo es rápido, ya nadie pretende conocerse antes de un beso; al contrario, primero lo besás y con el tiempo que se está de novios se van conociendo.” (Página 21).

“Menos enojada, pero aún molesta, me dormí pensando para qué sirven las matemáticas en la vida diaria. Porque sí, es verdad… te hace pensar y trabajar todo el cerebro, pero al dirigirte a una panadería nadie va a decir:

   —Buen día, quiero comprar el 25% de estas facturas con membrillo y el 2/5 de aquellos bizcochos.” (Página 62).

“Sin embargo, la llegada al hotel fue todo un desafío junto a mi papá, porque ¡nos perdimos por entre las calles! Me parece que todo fue culpa de aquella procesión que cruzó por delante de nosotros, en la cuadra de la plaza principal frente a la iglesia.

   —Papi ¿por qué hacen eso? ¿Cargar una estatua?— le pregunté— ¡Encima con el frío que hace a estas horas de la noche!” (Página 115/116).

“En primera instancia, estando en el colectivo dirigiéndonos hacia el shopping, dos de mis compañeros que compartían el asiento, se molestaban entre sí pegándose con la manga de uno de sus buzos. Florencia, aferrada al caño que sujetaba la máquina expendedora de boletos, fingía hacer el baile del caño. Luego Paola, queriendo llamar siempre la atención de todos a su alrededor, en vez de hablar, ¡gritaba! Sol y Carolina escuchaban música por el celular a máximo volumen. Y Andrea… ¡hay Andrea! con su pancita que cada semana se encontraba más grande, se acoplaba a las locuras de todos, en especial para rogarle al chofer que sintonizara por la radio una buena cumbia. Y claro, allí estaba yo también… pero ¡callada y sumisa! Algo confundida tal vez… por empezar a sentirme un poco diferente a mis compañeras y compañeros.” (Página 137)

“Las montañas en el horizonte subían y bajaban mientras que el bello celeste del cielo por detrás, las completaba. Una tierna garza volaba aun con el fuerte viento que estaba empezando a surgir. Intenté aclarar lo que estaba sintiendo. Sólo conseguí idear que esas montañas cuando subían eran los hermosos momentos de felicidad que tenemos en la vida y, lógicamente, cuando éstas empezaban a bajar representaban los momentos de tristeza que muchas veces tenemos en nuestro propio vivir también. Aquella garza podría ser uno mismo… como los pajaritos que vi volar días atrás por la ventana del hotel, haciéndome sentir el anhelo de buscar siempre nuevos horizontes que me lleven a volar. El cielo podría significar que, si lloviera o si el sol brillara, nada podría impedir que uno dejase de volar… ¡que uno dejase de soñar! entre esas subidas y bajadas de montañas.  ¿Y el viento? ¿Sólo se encargaba de despeinarme, haciendo que mis rulos parezcan tener libertad de expresión? Mmm… no me parecía. ¡Había algo que no cuadraba en todo ese bello sentir! ¿Cuál era la función o representación del viento?” (Página 196/197).

 “Mientras nos cambiábamos, Andrea me elogió lo bien que disimulé y oculté ante mis papás la relación con Arturo.” (Página 286).

“—¡Dios mío! ¡¡¡Apenas tenés dieciséis años y ya sos una grandiosa bailarina!!!

 —¡¡¡Muchas gracias!!!— le expresé empezando a comprender qué tanto estaba creciendo debido a los viajes y a mis innumerables presentaciones durante aquel año.

Seguimos hablando ya que, por lo visto, se interesó mucho en mí. Me consultó en qué año del colegio estaba, como así también cuánto me faltaba para recibirme de profesora de danza. Le compartí mi gran anhelo en base a lo que se hallaba en plena construcción en el jardín de mi casa.

   —¿Nunca pensaron en la posibilidad de que su hija postergue el colegio para que así pueda dedicarle el mayor tiempo posible a su profesión?— le preguntó a mis papás con gran firmeza en sus palabras.” (Página 300).

 “¿Por qué la mayoría de los docentes se resisten al cambio? Es como si no conociesen la palabra “excepción”… Se mantienen tan fieles al acatamiento de las reglamentaciones del sistema y a la aplicación de sus metodologías, que los alumnos no tienen posibilidad de encontrar sus propias vocaciones.

   Ya en casa, almorzando en familia, mi papá expresó unas precisas palabras. Fue como si en un abrir y cerrar de ojos, mi vida cambiase de dirección… a lo mejor un nuevo mundo me esperaba para ser recorrido el año siguiente.

   —No irás más al colegio.” (Página 313/314).