Obreros azucareros de Salta y Jujuy marcharán en Capital Federal el miércoles. Denunciarán las violaciones que padecen los trabajadores de una industria que produjo 336.144 m3 de bioetanol y 2 millones de toneladas de azúcar en el 2015, de las cuales 100.000 fueron exportadas. (Daniel Avalos)
La marcha que se prepara está tan poco visibilizada como lo estuvo la visita que el pasado martes realizaron a Campo Santo Víctor De Genaro y Hugo “Cachorro” Godoy. El primero es el fundador de la CTA, el segundo su actual Secretario General. Allí fueron recibidos por Mariano Cuenca, el secretario General del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar San Isidro (SOEASI), el gremio fundado en la década del 40 del siglo pasado y que agrupa a los trabajadores del Ingenio San Isidro de Campo Santo.
Cuenca es uno de los que organiza la manifestación del miércoles junto a representantes de los Sindicato del Ingenio Ledesma, La Esperanza, Río Grande La Mendieta y el de Trabajadores de San Martín del Tabacal. Todos ellos se encuentran afiliados a la Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma que además de apoyar la marcha del miércoles, busca robustecer los vínculos con estos trabajadores del NOA que protagonizaron intensas y exitosas luchas en los últimos años a partir de un proceso que combinó varios factores: un notorio incremento de la actividad azucarera, un tipo de tecnificación que por un lado excluye obrero y por otro lo precariza, y una clara renovación de la dirigencia sindical.
La primera generalización pueden corroborarse con datos que justamente la propia CTA procesó a partir del trabajo del Observatorio del Derecho Social que da cuenta de lo que el Centro Azucarero Argentino viene difundiendo hace años: la industria que a fines de los años 80 y principios de los 90 tocó fondo, luego repuntó de la mano de un proceso que combinó variables que fueron desde la tecnificación de la producción a fines de los 90 -por el arribo de capitales externos-, hasta una mayor regulación de la importación y la expansión del mercado interno impulsado por el kirchnerismo. El resultado de la combinación de esas variables produjo un nivel de producción de azúcar entre 2006 y 2009 que no ha vuelto a repetirse: casi 2 millones y medio de toneladas.
La enorme virtud del trabajo a presentarse, no obstante, es el rigor estadístico con que se grafica ese proceso. Tomando sólo los datos del año 2015 a los que accedió Cuarto Poder, por ejemplo, vemos que Tucumán, Jujuy y Salta concentraron el 99% de la producción nacional (el restante 1% corresponde a un ingenio ubicado en Santa Fe y otro en Misiones) que supusieron 336.144 metros cúbicos de bioetanol y casi dos millones de toneladas de azúcar de las cuales 100.000 se destinaron a la exportación.
De ese total, Tucumán concentró el 64,5%, Jujuy el 23,4% y Salta el 11,6%; porcentajes que tuvieron su correlato en la cantidad de ingenios existentes en esas provincias: 15 en Tucumán, 3 en Jujuy (que incluye al mayor productor que es Ledesma), mientras los 2 restantes se ubican en nuestra provincia: San Martín del Tabacal en Orán y San Isidro en Campo Santo.
Los obreros y los monstruos
El incremento de la actividad y el relativamente exitoso proceso por el cual los trabajadores lograron incrementar salarios y mejorar condiciones de trabajo explica, también, que la industria ocupara el año pasado un promedio de 15.600 trabajadores en el país con una remuneración promedio de $19.052. La tendencia choca, sin embargo, con el mencionado proceso de tecnificación y la clara intención de la patronal por ahorrar costos laborales excluyendo del proceso productivo a trabajadores sin que ello ponga en riesgo el aumento constante de sus niveles de producción.
Es lo que estilan las multinacionales inclinadas a respirar beneficios y alimentarse de dinero como lo confirma la historia de las que operan en Salta. En el caso de la Seabord Corporation, se trata de una corporación surgida en 1918 en el estado de Kansas (EEUU) que pronto logró diversificar sus ramas de producción en ese país hasta que en 1968 empleó sus rentabilidades para expandirse a otros puntos del planeta y ocupar un centenar de puntos en tres continentes.
Menos poderosas pero con un historia similar, es el caso de la peruana Gloria S.A. que administra el ingenio San Isidro: surgida en 1941 dio un salto en la década del 80 y desde los 90 empezó a expandirse a otros puntos de Latinoamérica en donde diversificó su producción, hasta que en 2006 desembarcó en la industria del azúcar en su país de origen para un año después aterrizar en Salta adquiriendo el 60% de las acciones del Ingenio de Campo Santo.
Esa permanente tensión de intereses explica también la marcha del miércoles próximo. Y es que aun cuando el desenlace de la ronda de negociación salarial de los últimos años puede calificarse de exitosa para el sector en general y los azucareros salteños en particular, no son pocos los interrogantes que sobrevuelan sobre los sindicatos que interpretan que la violenta represión ejercida contra los trabajadores de Ledesma y el Tabacal anuncia la intensidad de los futuros conflictos cuyo común denominador es siempre el mismo: las políticas antisindicales que despliegan las empresas y el Estado con el objetivo de debilitar a las organizaciones sindicales que se fortalecieron en los últimos años.
Con los dirigentes a la cabeza
Y acá llegamos a un punto mencionado anteriormente pero no desarrollado: el de la renovación dirigencial que el caso salteño grafica muy bien. En el Sindicato de Trabajadores del Azúcar del Ingenio San Martín del Tabacal, por ejemplo, los orígenes de la actual conducción se encuentran en un conflicto gremial del año 2008. Aquella vez la empresa se negó a abonar un premio por zafra sin que la conducción gremial hiciera algo al respecto. El resultado fue una huelga que la corporación intentó disciplinar con el despido de 12 obreros que se habían convertido en referentes de la lucha. La disposición radicalizó la huelga hasta obligar a la patronal a dar marcha atrás con los despidos mientras paralelamente los obreros forzaban el adelantamiento de las elecciones gremiales. En noviembre de 2008, esas elecciones consagraron a uno de los que había sido despedido: Martín Olivera quien sigue al frente del STA hasta hoy.
El proceso fue semejante al ocurrido en Campo Santo en donde el actual Secretario General del sindicato, Mariano Cuenca, se convirtió en referente de los trabajadores del ingenio San Isidro en 2013 siendo parte de las asambleas autoconvocadas que reclamaban mejoras salariales, rechazaban el llamado cuarto turno y cuestionaban los vínculos entre la dirigencia sindical con la propia empresa. La lucha arrancó aquel año a la multinacional peruana las dos primeras demandas aunque para desarticular la emergencia de una nueva camada dirigencial, la firma despidió a Cuenca. La reacción obrera fue un paro total de actividades que además de revertir el despido dio lugar a otra asamblea que revocó el mandato de la comisión directiva sindical y llamó a una nueva elección de autoridades que en diciembre de ese año consagró a Cuenca con el 66% de los votos.
En uno y otro punto de la provincia, las luchas se reeditaron desde entonces año a año. En todos los casos las multinacionales debieron ceder ante el despliegue de los trabajadores que aun siendo objeto de feroces represiones y lockouts patronales, no dudaron en recurrir a la movilización de las poblaciones que rodean y dependen del centro industrial: Orán, Hipólito Yrigoyen o Paraje El Tabacal en el caso del ingenio San Martín; y Campo Santo, General Güemes, Cobos, Betania y El Bordo en el caso del ingenio San Isidro.
Las conquistas no alcanzan sin embargo al conjunto de los trabajadores que forman parte del proceso productivo azucarero. De allí que en la marcha programada para el miércoles próximo la situación de los llamados trabajadores eventuales o temporarios devendrá en ejemplo privilegiado de cómo la actividad viola derechos elementales de quienes sufren mayores dificultades de organización sindical, ausencia de los elementos de seguridad, multiplicación de accidentes evitables, enfermedades como hantavirus y dengue u otras producidas por el contacto con herbicidas y sustancias tóxicas vinculadas a las tareas habituales. Son esos trabajadores quienes representan para los ingenios costos laborales extremadamente bajos.
Por lo general suelen ser empleados en las plantaciones que sin ser propiedad del ingenio proveen a este de la caña para la molienda. Los estudios al respecto informan que son los ingenios tucumanos quienes más dependen de la caña que proveen miles de cañeros independientes, pequeños productores con no más de 50 hectáreas y grandes productores que poseen amplias extensiones de tierra y producción. La situación del ingenio San Isidro en Campo Santo, no obstante, es similar a la tucumana en tanto el 70% de las casi 525.000 toneladas de caña molida el año pasado provino de productores que emplean jornaleros cuyas condiciones de trabajo y de vida el sindicato busca visibilizar y denunciar, aun cuando no posean representación formal sobre los mismos.