Las juezas referenciaron a una situación extraordinaria de atenuación y priorizaron la salud mental del joven con problemas de adicciones desde los 13 años. Por Andrea Sztychmasjter 

El Tribunal de juicio no hizo lugar al pedido de la Fiscalía de prisión perpetua solicitada para el joven Agustín Morales y en cambio lo condenó a 19 años de prisión efectiva por ser autor de los delitos de homicidio calificado por el vínculo mediando circunstancias extraordinarias de atenuación, en concurso real con violación de medidas dispuestas por la autoridad competente para impedir la propagación de una pandemia.

El joven deberá realizar un tratamiento psico-terapéutico por su adicción a las sustancias estupefacientes. Será examinado por el Servicio Médico del Poder Judicial a fin de obtener las señas particulares y tomas fotográficas, para ser incorporado al Banco de Datos Genéticos.

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Apenas unos días antes era playa, pelo largo, risas, arena y sol, donde parece y solo parece que no falta nada. Apenas unos días después, “encierro”, cuarentena, aislamiento, virus, policías, incertidumbre, donde parece y solo parece no van a estar los miedos que familias promedio del norte empobrecido van a padecer por no saber qué será de sus vidas luego que el presidente anunciara un aislamiento social, preventivo y obligatorio para impedir la propagación de una pandemia. Era marzo de 2020.

Drogas, pastillas y alcohol para llenar un vacío, dicen. Alcohol, pastillas y drogas para sentirse parte de un grupo de amigos en donde todos lo hacen. Para acabar con la curiosidad cuando apenas se está conociendo sobre la vida, sobre la calle, sobre el afuera. Cuando se tiene trece años y te encontrás con todo el entusiasmo por vivir pero también te encontrás con personas mayores que te hacen creer qué es lo que necesitás. O porque te sentís inmune, con el suficiente ímpetu para sortear cualquier cosa mala que te pase. O simplemente porque es una forma de anestesiar la realidad. O de traspasar límites. Una realidad sin carencias materiales pero con muchas afectivas. Cuando querés expresar que hay cosas de los mayores que te rodean que no te gustan, pero las palabras no te salen. Cuando empezás a entender que la vida no solo es lo que vos querés, deseas o esperás.

Una familia de bien como suelen llamarla algunos. Una familia que tiene un local en el Mercado San Miguel. En el núcleo de la transitada avenida San Martín. En medio de tiendas de condimentos, frutos secos, verduras, buzos de llama, polainas, pescados, mondongo. Ahí donde esas familias de bien que conforman esta capital salteña casi no aparecen. O aparecen políticxs solo en épocas de campaña comiéndose una pizza. (Tampoco aparecen jueces y fiscal/as, esas mismas personas que después deciden sobre los futuros de varios que sí aparecen).

Un sacerdote de una de las granjas de rehabilitación para adictos dependiente de la iglesia católica (donde el joven Morales intentó recuperarse) y que se presentó como un “guía espiritual” fue el único de los cerca de 50 testigxs en el juicio que se llevó adelante durante dos semanas que mencionó que ese lugar, el Mercado San Miguel, -donde hace un mes la Policía de la Provincia anunció que tendrá un control policial en sus instalaciones-, que ese lugar era una perdición para el joven que ya afrontaba un consumo problemático. Ese lugar, ese negocio familiar, se había convertido para el joven en un lugar de fácil acceso para conseguir lo que el tanto necesitaba. Allí también había personas que le facilitaban el consumo prolongado que el joven tenía desde los 13 años. Él mismo se lo había expresado al sacerdote, sabía que tenía que alejarse de ahí y de esos vínculos.

Una familia de bien con un puesto en el Mercado San Miguel, con varias hermanas, hijas, algunas peleadas entre sí, otras presentes todos los días juntas en la audiencia donde un hijo de su hermana, un sobrino, se encuentra con “esposas”, detenido, privado de su temprana libertad. Pasan testigos, dicen cosas, “ventilan” cosas de la familia dirá algún cura, dirá algún defensor oficial. Pero dicen cosas que ya casi todos saben. Que en las familias de bien también existen adictos, que también la droga está cerca. Que en un punto las familias de bien, de buen pasar económico, se tocan con las familias que están del otro lado de su extremo. Esas familias que también son de bien, que venden bollos para subsistir y toman el colectivo para llegar a destino. Como la familia del “amigo” del nieto, Federico Detzel, imputado como encubridor del asesinato de la señora, a quien la Fiscalía señala como conocedor del crimen, a quien Morales desligó en todo momento. A quien la Fiscalía tiene detenido hace un año y cuatro meses, durmiendo en un colchón tirado en el piso. Detzel quien abraza a su mamá que va todos los días a las audiencias. La abraza con los grilletes de por medio porque un policía lo custodia todo el tiempo, a veces son dos o tres.

Y en el salón de grandes juicios del poder judicial salteño se habla, se repite, se nombra, que todos quieren saber la verdad real, que quieren saber qué fue lo que realmente pasó. Que la fiscal que acusa quiere saber la verdad, que los defensores la quieren, la querella también como así también el Tribunal. También la sociedad quiere saber la verdad real, saber porque matan a una mujer de 70 años en la cocina de su departamento mientras no había nadie en la calle, o solamente policías andaban en la calle. Por qué su nieto que dijo que la consideraba su segunda madre, que apenas tiene 21 años pero muchos años de consumos intensos está acusado de matarla, de asesinarla a sangre fría.

Y existen hipótesis. La de la Fiscalía asevera que el joven la mató, le robó el celular para intercambiarlo por dinero para comprar sustancias, que su amigo que nunca había ido al departamento de la avenida Belgrano y la mujer trans que ejercía la prostitución, estuvieron cuando el joven la mató o al menos sabían que el joven la había matado. Que la mujer yacía tendida en el suelo de la pequeña pero pulcra cocina del céntrico edificio mientras ellos mantenían un encuentro sexual y una orgía de consumos. Sostiene también la fiscalía que el nieto le robó dinero, abrió incluso las cajas fuertes de la abuela donde tenía los ahorros que venía juntando para irse a vivir a España. 20 mil dólares, 9 mil euros, reales y bolivianos todos billetes de moneda extranjera que vayan a saber en qué manos terminaron en plena cuarentena.

La querella, un abogado privado de una de las hijas de María Leonor también sostiene la misma hipótesis que la Fiscalía. Que el nieto la mató para robarle y comprar drogas que juntos los tres se drogaron y mantuvieron sexo, que luego siguieron consumiendo. Lo gritó la hija que tiene el abogado privado en medio de la audiencia donde si abris un caramelo se da vuelta el policía, la sargenta, la jueza y las secretarias de la fiscala. Gritó que el joven sabía que en una caja fuerte había dinero y que ese dinero ya no está. Lo dijeron a la prensa meses antes que el juicio comenzara. A esas hijas le falta un dinero que la madre juntaba y que nadie sabe en qué manos terminaron. No es asunto de este juicio, dirán operadores judiciales.

La misma hipótesis que comparten la Fiscalía y la querella también sostiene que el nieto actuó con lucidez, que sabía lo que hacía, que no siente culpa, que estaba en sus cabales, que la abuela fue un obstáculo, que él a los obstáculos los eliminaba porque así es su forma de ser. Que quería drogarse, que la droga no lo dejaba poder actuar bien porque mató a quien consideraba su segunda madre pero que sin embargo la droga no le perjudicó su psiquis y el joven hizo lo que hizo sabiendo que lo estaba haciendo.

La defensa de Agustín Morales en cambio dijo lo contrario, que el joven tuvo un momento de obnubilación, de perdida de memoria y de conciencia de sus actos, que tal como lo manifestara en su declaración el joven no puede aseverar que él haya sido quien agarró el cuchillo tramontina y haya matado a quien consideraba su segunda madre, a quien le había dado cobijo para que no terminara en la calle. Que el joven Agustín Morales que consumía cocteles explosivos de medicamentos y sustancias y alcohol desde los 13 años tenía comprometido su psiquismo, su emocionalidad, sus pensamientos, su consciencia, su físico, su voluntad, sus deseos y decisiones. Que la familia con todo el amor que le pudieron brindar intentaron ayudarlo sin frutos. Que la ayuda familiar no ayudó. Que las consecuencias de querer ayudarlo con amor no funcionaron. Que como dice una canción no se puede vivir del amor. Que el joven necesita un tratamiento médico integral para que su vida pueda cambiar en serio. Que la condena a prisión perpetua sería la muerte para él. Eso dijeron, palabras más, lenguaje jurídico más, que el joven debe ser declarado inimputable y que debe ser absuelto y condenado a tratamiento.

La defensa de Tania Aguirre, dos abogadxs que dijeron que llegaron a defenderla recomendados por otra persona y un abogado defensor oficial de Federico Detzel cargaron culpas contra el mal accionar del Ministerio Público Fiscal. Nombraron en reiteradas oportunidades el mal accionar de la fiscala que inicialmente tomó el caso. Nombraron sin nombrar porque jamás ninguno de ellos durante el alegato la nombró con nombre y apellido. En los juicios se dicen cosas sin decir, se deja que se declare sin ahondar y las consecuencias según dijo uno de los abogados defensores es que una vendedora de drogas que le vende a chicos haya pasado por el lugar y se haya mandado a mudar como si nada, sin que juezas ni fiscalas hayan dicho ni mu.

Caso Gine: Atenuantes y salud mental

El veredicto

Los jueces de la Sala III del Tribunal de Juicio, María Gabriela González, Carolina Sanguedolce y Pablo Farah, dieron a conocer este mediodía la sentencia dictada en el marco de la causa seguida por el homicidio de María Leonor Gine.

Agustín Morales fue condenado a la pena de 19 años de prisión efectiva por ser autor de los delitos de homicidio calificado por el vínculo mediando circunstancias extraordinarias de atenuación, en concurso real con violación de medidas dispuestas por la autoridad competente para impedir la propagación de una pandemia.

El joven deberá realizar un tratamiento psico-terapéutico por su adicción a las sustancias estupefacientes. Será examinado por el Servicio Médico del Poder Judicial a fin de obtener las señas particulares y tomas fotográficas, para ser incorporado al Banco de Datos Genéticos.

Federico Leonardo Detzel y Tania Rocío Aguirre, por su parte, fueron condenados a la pena de seis meses de prisión de ejecución condicional, por haber cometido el delito de violación de medidas dispuestas por la autoridad competente para impedir la propagación de una pandemia.

Detzel y Aguirre fueron absueltos lisa y llanamente del delito de homicidio calificado por alevosía, ensañamiento, criminis causa y por haber mediado violencia de género, por no haber participado en el hecho imputado. En relación al delito de encubrimiento por el que también habían sido acusados, fueron absueltos por el beneficio de la duda en el caso de Detzel, y por no haber participado en el hecho acusado en relación a Aguirre.

Los dos imputados recuperaron su libertad al finalizar el juicio. Durante dos años deberán fijar domicilio y someterse al control del Programa de Reinserción Social para presos y liberados. Deberán también abstenerse de consumir sustancias estupefacientes y de abusar de la ingesta de bebidas alcohólicas.

Detzel, por su parte, tiene la obligación de someterse a un tratamiento psico terapéutico por su adicción a las sustancias estupefacientes.

María Leonor Gine fue encontrada sin vida en su departamento de calle Belgrano al 900, la mañana del 28 de marzo de 2020. Agustín Morales era nieto de la víctima.