Grabado en 2017 por el trío salteño de rock instrumental. Metasarasa es el resultado de años de camaradería musical y exploración sonora. Una joyita de la música contemporánea local que no debe pasar desapercibida para quien busca la experimentación auditiva. (Alberto Jofman)

El Metasarasa de Nagoba es sin duda uno de esos discos que en 20 años seguirá teniendo gente que lo descubra y sienta el placer de la primera escucha. Se puede llegar a él con la ingenuidad de quien espera en algún momento que alguien cante, o siendo ya conocedores del trayecto que Lombardo, Soto y Soler vienen recorriendo musicalmente al menos hace una década como trío instrumental.

Seis composiciones en poco menos de 40 minutos. Casi todas con un rango amplio de sonoridades y climas. Cuatro de los seis temas superan los seis minutos. Uno de ellos podría bien ser parte del soundtrack de un videojuego. No vamos a decir cuál.

De los datos técnicos tenemos poco. Salvo aquellos que pueden leerse en la página de bandcamp donde también puede escucharse (y descargarse) el disco gratarola: “Grabado mezclado y masterizado en Eko estudio de grabación por Diego Mamaní de Giuseppe”, indica el breve texto, además de brindar el crédito por las fotos de tapa e interiores a Ela Nunes. La grabación está dedicada a la memoria de Beatriz de Jesús y “a tod@s aquell@s que se sientan parte”.

La imagen de tapa carece de cualquier tipografía. No hay indicaciones de que sea un disco, sólo el interior tendrá la información requerida. Hasta donde sabemos, hay tres versiones de tapa. Sólo una es la que se muestra online.

Nagoba (Foto Javier Magiotti)
Sobre la sarasa

Entre tempos irregulares y melodías de extraña belleza, el sonido, a grandes rasgos y como primera impresión, tiene la suavidad y contundencia de un garrotazo acolchonado. Usted imagine que alguien toma un garrote común y corriente para envolverlo con esas láminas plásticas llenas de burbujas. Dos, tres vueltas al garrote. Luego lo cagan a palos como a manifestante en protesta. Así es por momentos escuchar este disco. Es difícil describir si la sensación es de angustia, ansiedad, incluso la de un ataque de pánico burgués, o de regocijo totalmente lúdico.

Metasarasa abre con Mechuda (06:09), composición que va del sonido etéreo y oscilante que genera toda una secuencia de suspenso hacia una percusión casi tribal acompañada de los primeros guiños al metal. El redoblante seco y una especie de solo similar al vuelo de un mosquito sin duda dan la nota en esta apertura. Los tres ambientes por los que transcurre el tema también nos preparan para lo que se viene. Entre las primeras impresiones tenemos: ¿Es eso una guitarra criolla con cuerdas de náilon? WTF!

Metal sarasa (06:03) es la apuesta redoblada del tema anterior. El inicio con las cuerdas de náilon combinadas con la base repetitiva grave recuerda a experimentos cercanos a The Redneck Manifesto, o a Don Caballero. Luego todo cambia y se desintegra tras un lapso de oscuridad. Sarasa de la buena. Sarasa metalera. (Nota: Todos los sonidos raros son producidos por las dos guitarras. Sí, señor, señora, estos muchachos son unos enfermos de los efectos y pedales).

En Pareidolia (03:46) asistimos a un breve interludio, aunque tal vez ese no sea el término exacto. Lo que sí, es un respiro. Este es -lejos- el tema más “bailable” de los seis. Desconcierta por momentos la alegría que destilan las notas hasta que llega el momento del quiebre. Pequeños detalles de efectos y sin duda la ayuda del posicionamiento de las dos guitarras en el sonido hacen mucho más disfrutable la experiencia en estéreo. El juego de la percusión es sin duda uno de los más agradables del disco.

La transición hacia Pocas nueces (08:01) se comprende ni bien ingresamos al tema. La primera sensación es sin duda la de zambullirse en algo más denso que el agua. Entre la prisa del ingreso y la quietud del recorrido medio, dirigiendo siempre la nariz hacia el fondo. Luego chocamos de jeta contra el piso y volvemos al baile que vaticinaba Pareidolia. Candombe-metal-chacarera-math-ambient y post rock. Si alguien desea etiquetar una canción como la cuarta de este disco, debería al menos apelar a esos epítetos, y otros más. Un completo resumen de lo que es Metasarasa, pero en un solo tema. Y el final. El final puede volarle la peluca a más de uno: Cuando entramos a la estancia con los gauchos pinta el cadenazo y pogo furioso. De la calma telúrica a la furia distorsionada kingcrimsonezca y de ahí al bailongo. Todo, en menos de dos minutos.

El paisaje sonoro en su máxima expresión es lo que le da pie a Diferencial (04:48), luego el rompimiento del náilon tamizado por los efectos marca Soler y el regreso al náilon casi puro le dan el toque más paranoide de todo el disco a este segmento. Ahí inicia la carrera. Es el túr de Franz (K). Si alguien imagina una escena de persecución en bicicleta y a toda velocidad, debe ponerle esta música.

Yeta (9:29) le dicen a la mala suerte, al mal fortunio. Ese también es el nombre de lo que hace de cierre al disco. Algunos detalles en la fórmula que todavía encuentra sorpresas por más que se repita la estrategia del cambio de climas y efectos en las dos guitarras. Unos shakers dan justo en el clavo. Son como pequeños martillos que recuerdan al golpeteo inicial que da paso al primer tema y la apertura del disco. El solo final con todo el espíritu del hard ochentero entre que desconcierta y agrada, sale de lo imaginado para un clima como el de Yeta.

Y casi como la serpiente que se muerde la cola, el Metasarasa es uno de esos discos que puede escucharse en un loop sin problemas. Una de las particularidades de grabaciones como las que nos deja Nagoba es que pueden (y deben) ser escuchadas al menos unas cuantas veces. No vamos a dar el número exacto, pero lo interesante de hacerlo, es que si se presta atención, a cada escucha se van descubriendo más y más detalles.

Dato importante: el disco puede descargarse gratuitamente. Si usted hace clic en download, luego puede elegir el formato en el que desee guardarlo en su pc, tablet o teléfono.