Así definen su sonido los Nagoba, un power trío instrumental que tiene toda la leche progresiva lista para ser manteca. Nos juntamos con sus integrantes y conocimos algunas anécdotas: tocar en medio de la nada, laburar la música para documentales y declinar la invitación a vestir calzas en una tocada, entre otras cosas. (R.E.)

La juntada estaba pensada para un domingo. La primera idea era tirar una carne a la parrilla, tomar un vino y conversar con los tres compadres de Nagoba: Emilio Lombardo, Pablo Soler y Juan Soto. La segunda opción era comer milanesas por la noche, porque el asado parecía mucho quilombo; pero terminamos con la tercera opción: tomar café, finas hierbas y comer bollos. En la vida hay que tener al menos tres opciones para estar seguros de no pifiarla.

Antes de juntarnos en uno de los barrios nuevos de la zona norte a donde no llega el Street view, la parada obligatoria es la cancha de Juventud, ahí esperan Soto y Soler que tenían el ensayo de una obra teatral que están preparando para dentro de unos meses junto a otras personas. Llego justo cuando terminaban y partimos rumbo norte en la chata de Pablo que dice “vamos a comprarle coca a Lombardo”. Tras intentar llegar al lugar indicado por Emilio, terminamos en otra parte y comprando de la que no era seleccionada. En el viaje Soler intenta explicar la trama de la obra de teatro que va combinar música y actuación o algo por el estilo. Es una trama muy confusa. Soto va cargando una trompeta y Soler la viola y un didgeridoo en la parte de atrás. El viaje no demora casi nada porque es domingo a la tarde noche y las calles están medianamente libres.

Cuando llegamos Lombardo nos recibe con el café listo y una bolsa llena de tortillas, bollos y demás condimentos. Sirve cuatro tazas y a mí que soy el entrevistador me toca la que tiene oreja, el resto se tiene que quemar las manos. Enciendo el grabador y tiro la primera pregunta pelotuda de la noche, que como no puede ser de otra manera, está referida al inicio de la banda (hago un esfuerzo por obviar la otra pregunta aún más pelotuda relacionada al nombre de la banda cuya respuesta la encontrarán los lectores en un par de libros de Hesse, no se diga más).

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NA GO BA

Entre los tres intentan completar cada uno un fragmento de la respuesta y armar un solo relato, Soler comenta que a principios de 2011 se juntaron con Soto, que trata de hacer memoria: “Yo me acuerdo que lo invitamos a él (Lombardo) ya en la época de hongos (risas). Yo me acuerdo eso posta”, a lo que Pablo agrega que “antes de eso tocamos una vuelta en O Girondo, ahí fue la primera vez con Lombardo. Y estaba André Rebuffi también”, quien en ese momento completaba la formación con un cello, pero luego iba a dejar la banda para formar parte de Descanso Eterno, donde antes Emilio era guitarrista. “Era un ir y venir. André se fue a la primera o segunda tocada”, cuenta Lombardo que además responde a la pregunta por las primeras grabaciones de la banda: “A fines de 2011 nos hablan para que grabemos la música de un documental sobre Tastil que lo hacía Martín Valdés. Ahí es cuando grabamos por primera vez”. “Lo que hacíamos era grabar videos y de esas zapadas íbamos armando temas. Como que lo que componíamos salía de las zapadas, que eran instrumentales, así que esos fueron los temas que quedaron. No había mucha iniciativa pensada para ponerle letra a esos temas, sino que era más bien refinar las partes”, dice Soler y Soto completa: “Zapábamos un rato largo y después elegíamos una parte”.

En esa primera etapa, antes de las grabaciones que salieron luego recopiladas en un demo -cuya tapa tenía algo así como una monja medio lumpen en moto agitando la sotana al viento-, lo que hacían eran covers de otras bandas como Tool, King Crimson, Radiohead, “hacíamos unas canciones peruanas también”, comenta Pablo y Juan corrige: “¿no eran venezolanas?”, mientras Lombardo aclara que “estos changos tocaban unos temas medio raros”.

Y así como fueron variando un poco los integrantes, también variaron los instrumentos hasta encontrar la fórmula actual. Al principio -una vez definido el trío- era bajo, guitarra de nylon y cajón peruano, más que nada, “era primero un cajón solo, luego cajón y platos, luego me prestan la mitad de una bata y tenía un bombo chiquito”, dice Soto y Lombardo agrega: “que no era un bombo, era un tom”, y Juan le responde “claro, era el primer tom tirado en el piso. Él (Lombardo) tenía dos pedales, él otro. Ahí empezó el vicio”. “Era un pedal muy bueno, con ese hacía los temas de Radiohead  y hacía efectos para la voz”, dice Pablo y Emilio ahí tira la primer anécdota de la charla: “Hablaba por la guitarra, tenía el micrófono adentro y cantaba National Anthem, y la gente miraba y este le hablaba a la guitarra. (risas) Una vez tocamos en un lugar cheto, bien cheto. Toda la gente estaba comiendo y este estaba con la guitarra meta hablar”, “la gente comenzaba a irse para el fondo, para donde estaba la cocina”, se acuerda Soto.

Volviendo a los instrumentos Lombardo cuenta la suya: “en ese momento yo tocaba con guitarra de seis cuerdas. Fue por esa época que pegué la de ocho, pero no sabía tocarla y tuve que aprender a tocar ahí, a la fuerza. Yo la había visto tocar y luego la encontré y la cambié por otra viola. Esta te da los graves, dos cuerdas más. En realidad esta guitarra tiene tres cuerdas de bajo, pero yo dejé dos nomás. Está hecha para el jazz, porque podés ir haciendo el walking bass (una técnica que une las líneas de bajo con los acordes de guitarra) en una parte y la armonía en otra, pero yo nunca la toqué así. Primero le metí de ocho cuerdas de guitarra eléctrica para que suene pesada, luego cambié a dos de bajo y el resto de guitarra”.

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Entonces conformada la banda como hasta ahora se ha mantenido es que comienzan la grabación de la música de otro documental, que se presentó también hace poco, en la Semana del Cine Argentino: “era FRP la revolución inconclusa (dirigido por Andrea Rico) ahí nos pusimos a pensar más en entrevistas que teníamos que musicalizar, entonces compusimos un tema que se llama Jaime, por ejemplo, que era un personaje del FRP. Ahí mandamos varias cosas que andaban sueltas y como que le dimos forma”, sigue contando Lombardo y Soler agrega “y otros temas que ya teníamos como Frito o Diferencial”. “Entonces aprovechamos la oportunidad del documental para hacer la primera sistematización, digamos, de grabación”, finaliza Lombardo y nos ofrece más café.

En cuando a esas primeras composiciones para cine el proceso era medio caótico, pero con buenos resultados, Soler dice: “En los documentales nos pidieron la música antes de tener una edición definitiva. En FRP habíamos visto un poco las entrevistas y algunas imágenes, entonces no podés hacer eso de tener un corte para ir pensando cómo hacer la música, así que nosotros mandamos lo que teníamos. Nos juntamos a componer para eso, pero no había una idea de cómo iba a entrar eso en el documental. Teníamos como ciertas texturas o intensidades de tonos para usar según lo que a nosotros nos parecía”. Y para el otro documental Lombardo se acuerda: “Era amigo mío uno de los changos y me había preparado un año antes ‘che, ya va a salir lo del documental’ y nunca salía la propuesta concreta, hasta que me llama un viernes y me dice: ‘che, necesito la música para el lunes’, entonces les digo a los changos, y estos han caído con una damajuana de vino y los instrumentos. Estuvimos los dos o tres días juntándonos y  estuvo bueno eso porque de ahí salieron cosas. Ahí grabamos Diferencial”. Y Soto le quita un poco de seriedad a la anécdota: “A mí justo me había salido un laburo para tocar en el Mao Mao, entonces voy, toco y vuelvo, y los vagos seguían grabando”.

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TO CA DAS

Hay algo que se debe aclarar de entrada y es que Nagoba no es precisamente una banda que se caracterice por llevar ingentes cantidades de público, sino casi todo lo contrario. Hay que tener ganas de bancarse el viaje que proponen los changos, no a cualquiera le pinta sentarse a delirar un rato con esta música, y ellos lo saben. “La primera vez que tocamos en la Casa de la Cultura, que fue en el 2011, ahí comenzamos a trabajar lo audiovisual, audiorítmicas que sacábamos del winamp y entonces los changos le han puesto un micrófono y no sé qué quilombos han armado y con eso zapábamos con Malango y otro tema más para progresistas blancos…” cuenta Lombardo y cuando sale la pregunta para que se especifique qué tipo de público es éste, retruca sin asco: “Para los hippies con OSDE. En esa época éramos como más colgados, con más improvisación y era una cosa así… con más candombe, o no sé, a mí nunca me convenció, al último terminábamos tocando con cajones peruanos los tres y eso le gustaba a la gente; pero parece que con el tiempo fuimos modificando la forma de componer y ahora estamos más técnicos, más matemáticos por ahí (risas) y las chicas hippies ya no van a vernos”.

Soler se acuerda de otra intervención y tira la línea: “Una vez tocamos en un cumpleaños, al lado de un gallinero, nos ofrecieron un vestuario y tocamos detrás de un alambrado, querían que usemos algo como unas pantimedias”, a lo que Lombardo agrega “claro, esa vez nos dijeron: ‘nosotros queremos que se disfracen’ y nos pasan una ropa, no sé, unos sombreros y unas calzas.  No daba, les dijimos dejen de hinchar las pelotas, aparte hacía frío y viste como es…”. Mientras Soto se acuerda de la tocada en el memorable Pasillo, aguantadero musical que duró poco pero fue importante para la movida y estaba ubicado en la zona oeste del macrocentro capitalino “y otros lugares que nada que ver, como restaurantes, también en obras de teatro”, y a continuación entre los tres completan la historia:

Soler: No sé qué había en el Teatro Auditorio, la María Teresa Parodi organizaba algo ahí y nos llamó a nosotros para tocar y también a un grupo que hacía música como una comedia musical onda Broadway. (Imita un paso de baile onda jazz hands).

Soto: Caemos con Pablo, le mostramos unos videos y ella aprovechó y dijo bueno, una banda, tengo un festival, metamos la banda en el festival; y agarramos viaje. Creo que eso fue en 2013. (Empuja un pedazo de tortilla con el café).

Lombardo: Ya en el lugar era como que había un corte, nosotros tocábamos al costado y entonces, ponele, estábamos sentados boludeando y la mina ¿qué es lo que hacía para avisarnos? (Mira para el costado).

Soler: Prendía un reflector. Teníamos el escenario y donde estaba toda la gente, como todo teatro, y ahí tenías todas las luces, el sonido y todo pum para arriba. Terminaba eso y prendían un reflector blanco, abajo del escenario y nosotros éramos el acto del costado.

Lombardo: Sí, una cosa espacial que era evidente. (Mira para el otro costado).

Soto: Estábamos entre el escenario y el público y ahí tocamos Ticpic y Tastil que son dos temas largos y embolantes. (Toma otro trago de café).

Lombardo: Y Soto tenía unos palos que eran unas cañas pegadas con cinta y se le comenzaron a desarmar y revoliaba las cosas por todas partes. (Hace el ademán de darle masa a una bata imaginaria con palos imaginarios).

Soto: Creo que hasta a la gente le llegaba. (Termina el café)

(Todos nos cagamos de risa)

Otra de las tocadas en la que nada tenía que ver con nada o todo tenía que ver con todo y los vagos se acuerdan es una en la que hacían de teloneros para un show de modelos con casi cero público, “en Chaval, un local de la Balcarce, eran tres o cuatro”, dice Soto y Lombardo agrega: “Tocamos dos veces ahí. Una vez le fuimos a hacer el aguante a un amigo de él que era trompetista, esa estuvo más copada. Pero la otra no sé, vos llegabas y estaban escuchando cualquier bosta y paraban, armamos nosotros, tocamos y después se armó una especie de desfile de modelos, una superposición total de cosas que no sé… Estaban todos los chetos chupando champán…”.

Pero no sólo de tocar en la ciudad vive el hombre, por eso los changos también tuvieron su buena dosis de rock rural, como cuando fueron llevados por el ministerio de cultura a tocar a El Quebrachal y Gaona como parte de unas fechas que organizaba la gente de MIAS (músicos independientes asociados de Salta). “Durante el día, tocamos en Quebrachal, comimos y después tocamos en Gaona, en una especie de centro cultural y deportivo del pueblito”, cuenta Soto y Lombardo corrige con aspereza: “en una cancha de básquet” y luego le mete: “en el lugar es mucho chamamé tropical, así que vos imagínate el contexto”. Soler se acuerda que “no había luz en las calles, era todo oscuridad, salvo el lugar donde íbamos a tocar, ahí había un poco de luz en la cancha. La gente estaba dispersa, nadie se acercaba demasiado para donde estábamos tocando”.

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FU TU RO

Hace poco los Nagoba pegaron una buena, salieron en la lista de los proyectos beneficiados con el Fondo ciudadano, el plan es ahora trabajar con las nuevas composiciones para preparar el próximo disco. “Queremos grabar unos siete temas nuevos y luego del tiempo que estuvimos parados como que volvimos con otra postura, hace tiempo que no componíamos temas nuevos, con cosas más trabajadas, más densas”, comenta Lombardo y Soler le hace la segunda: “Con más influencia del heavy metal, y también están como más resumidos, con menos cuelgue. Antes era todo más improvisado y Lombardo se quejaba porque estaba todo en Mi menor”, a lo que le responde: “Claro, yo venía de Descanso y tenían temas con mucho corte y a mí me gusta la música como bipolar, pasar de muy pesado a tranqui, y estos temas, como Contra, que eran siempre lo mismo y cambiaban los solos de viola pero no había tanta estructura. Pero igual está buena la anarquía, en este tipo de orden”.

“En esa idea es como que capaz que viene implícita una decisión, porque no decimos ‘vamos a hacer algo más computarizado’ o algo más cerebral, sino que la idea ya tiene implícito todo eso”, dice, enigmáticamente, Soto y da pie para que Lombardo siga: “el sonido cambia en base a lo que vamos experimentando y escuchando. También depende mucho de lo que te da la tecnología”, para que luego Soler agregue: “la cuestión de hacer música instrumental es el resultado de un año y medio dos años de tocar y experimentar, entonces ya quedó todo como un power trío enfocado en explotar los instrumentos”.

Y como la serpiente que se muerde la cola, terminamos donde comenzamos, porque Lombardo nos la resume de la siguiente manera: “La música que nosotros hacemos es entre lo disponible, lo posible y lo conocible”.

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