El feminismo latinoamericano puede reconocerse en una posición subalterna respecto a los feminismos europeos y norteamericanos, pero también al interior del propio pensamiento latinoamericano, que muchas veces desconoció e invisibilizó las epistemologías del feminismo y sus aportes a la teoría crítica. (Andrea Sztychmasjter)

“Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica, pero también para los hombres que no tienen ganas de proteger, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no son ambiciosos, ni competitivos. Porque el ideal de la mujer blanca, seductora, que nos ponen delante de los ojos es posible incluso que no exista. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras: no me disculpo de nada ni vengo a quejarme”. Virginie Despentes.

Dussel en 1492 El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad» (1994) habla de “la colonización del mundo de la vida (Lebenswelt)”, allí refiere que la colonización de la vida cotidiana del indio y de la india fue el primer proceso “europeo» de «modernización», de civilización, de “subsumir» (o alienar), al Otro como «lo Mismo». En ese sentido se refiere que mutaron de ser objeto de una praxis guerrera y violenta a una praxis erótica, pedagógica, cultural, política, económica; del dominio de los cuerpos por el machismo sexual. Allí el conquistador moderno guerrero y violento era además un “ego fálico”.

“El conquistador mata al varón indio violentamente o lo reduce a la servidumbre, y ‘se acuesta’ con la india (aun en presencia del varón indio), se ‘amanceba’ con ellas se decía en el siglo XVI. Relación ilícita pero permitida; necesaria para otros pero nunca legal -de hecho el español, cuando podía, se casaba con una española-. Se trata del cumplimiento de una voluptuosidad frecuentemente sádica, donde la relación erótica es igualmente de dominio del Otro (de la india). Sexualidad puramente masculina, opresora, alienante, injusta. Se ‘coloniza’ la sexualidad india, se vulnera la erótica hispánica, se instaura la doble moral del machismo: dominación sexual de la india y respeto puramente aparente de la mujer europea”. (Dussel; 1994:50)

Se percibe así que la dominación sobre el cuerpo de las mujeres en América se dio con la propia complicidad de los mismos varones quienes permitieron esta violencia, sin embargo la dominación europea también se dio en los cuerpos de ellos a través del trabajo esclavo, aunque la violencia que recibieron las mujeres fue doble: sufrieron la violencia de los colonizadores y de los hombres de sus propias comunidades.

La filosófa María Lugones explica que esto pudo darse porque la colonialidad logró romper con los vínculos de solidaridad, complementariedad y reciprocidad entre hombres y mujeres, formulando así posiciones antagónicas entre ellos. Lo que los conquistadores lograron fue una guerra interna, que sobre todo los deshumanizó. De esta manera Lugones plantea que el concepto de raza y género se producen al mismo tiempo en el proceso de conquista y colonización. En esta línea de pensamiento, el género se configuraría como una construcción netamente colonial, con una facultad de poder capaz de romper pueblos y cosmologías.

Para entender cómo funciona este sistema, teóricas feministas han abordado el concepto de interseccionalidad que sirve para entender aquello que no se ve cuando categorías como raza y género se conceptualizan como separadas una de otras.

“Las hembras no-blancas eran consideradas animales en el sentido profundo de ser seres «sin género», marcadas sexualmente como hembras, pero sin las características de la femineidad. Las hembras racializadas como seres inferiores pasaron de ser concebidas como animales a ser concebidas como símiles de mujer en tantas versiones de «mujer» como fueron necesarias para los procesos del capitalismo eurocentrado global”. (Lugones, 2008: 94)

A partir de los feminismos negros la interseccionalidad plantea la premisa de que el género, la clase y la raza no pueden explicar la experiencia vivida ignorando los puntos de intersección. El análisis feminista de la interseccionalidad se caracterizó también por denunciar la perspectiva sesgada del feminismo hegemónico (o blanco) que, promoviendo la idea de una identidad común, invisibilizó a las mujeres de color y que no pertenecían a la clase social dominante, porque las categorías que aborda la interseccionalidad son categorías sociales que operan en varios niveles de la vida.

“El feminismo decolonial pone en evidencia que la colonialidad ha atravesado también el feminismo lo que hace que las mujeres del ‘Tercer mundo’ sean pensadas como objetos o víctimas y no como sujetos de su propia historia. Aunque el feminismo negro es una teoría importante que habla desde una posición subalterna de género, las feministas negras norteamericanas no han teorizado la colonialidad”. (Espinosa, 2014)

En este sentido el concepto de “pensamiento fronterizo” también ayuda a este análisis puesto que éste no solo transciende el pensamiento binario y dicotómico sino que logra recuperar los saberes subyugados de las garras del eurocentrismo (Mignolo, 2003).

Pese a la evidente conexión que se percibe respecto a tomar la teoría de género o analítica feminista dentro de los estudios decoloniales, vemos que todavía sigue situada en un lugar no centrado cuando nos referimos a pensar la decolonialidad. Esto también puede evidenciarse por ejemplo en que los teóricos decoloniales no suman a su análisis el concepto de la interseccionalidad de los feminismos negros, y en cambio optan por el término de heterarquía, que Castro Gómez toma del sociólogo griego Kyriakos Kontopoulos, puesto que lo consideran más apto para entender las múltiples y complejas estructuras jerárquicas.

Dentro de la perspectiva de género el concepto de interseccionalidad es visto como un concepto político, puesto que demanda inclusión e igualdad de derechos, sin embargo también representa un punto de análisis entender cómo este concepto ha sido asimilado por las políticas liberales de inclusión.

Según la filósofa Elsa Dorlin (2009), las teorías de la interseccionalidad se han movido entre dos aproximaciones a la dominación: una analítica y una fenomenológica. Desde la primera perspectiva, toda dominación es, por definición, una dominación de clase, de sexo y de raza, y en este sentido es en sí misma interseccional, ya que el género no puede disociarse coherentemente de la raza y de la clase. Para la segunda perspectiva, lo que es interseccional es la experiencia de dominación, como la violencia ejercida contra las mujeres racializadas o de los empleos de los que quedan excluidas. (Viveros Mara, 2016)

Según lo expuesto, la introducción de la perspectiva de género al proyecto de modernidad/colonialidad debe ser analizada como central para entender las formas en que la dominación de la colonialidad se presenta en América y no simplemente concebir  la introducción del género como un aspecto separado. En ese sentido es preciso nombrar en función a la diversidad propia del movimiento feminista, que dentro de esta línea también existen diferencias epistemológicas que sin embargo no son excluyentes. Dentro de esto podemos nombrar por un lado como ya mencionamos lo expuesto por la filósofa María Lugones, quien en función a trabajos de feministas negras e indígenas ha expresado la inexistencia del género en el mundo pre-colonial. En segundo lugar también podemos encontrar los análisis de la antropóloga Rita Segato, quien respaldada por evidencias históricas y relatos etnográficos sostiene la existencia de nomenclaturas de género en las sociedades tribales y afro-americanas. Así la autora identifica la existencia en las sociedades indígenas y afro-americanas de una organización patriarcal, aunque diferente a la del género occidental y que podría ser descripta como un patriarcado de baja intensidad (Segato, 2010). En tercer lugar también encontramos los planteamientos contemporáneos en función a la teoría queer para analizar el pensamiento dicotómico.

Señala Escobar (2003) que la teoría queer toma especial interés a las subjetividades y a las identidades y muestra de modo elocuente que los elementos constitutivos del género y de las identidades sexuales nunca son monolíticos sino más bien resultado de entramados, superposiciones, disonancias, aberturas y posibilidades.  El sujeto queer señala Escobar evidencia que las fronteras- en este caso la norma heterosexual- pueden ser redibujadas.