La calle no lo conoce, el Poder sí. Fue el operador de Romero durante doce años y volvió a Salta para diseñar la estrategia “Romero 2015” mientras detalla las razones del fracaso de “Juancito” Urtubey. Es Ángel Torres… en una entrevista que revela un tipo de política en la que el palacio lo domina todo. (Daniel Avalos)

A la hora pautada, un empleado de la oficina me informa que “el señor” me espera. Desde la base de una escalera puedo ver al hombre cuyo vestir es distinto al que uno imaginaba como propio de un operador político tipo Coti Nosiglia o José Luis Manzano. Ángel Torres no calza un traje impecable. Viste un pantalón azul francia y una camisa roja que cualquier joven desearía usar en una noche de boliche. Mientras subo las escaleras, me informa que dos horas para una entrevista es imposible. Sin dilaciones, me invita a una oficina y aclara que puedo preguntar lo que quiera. El grabador no se activa aún pero él ya hizo de una pared un pizarrón imaginario para explicarme como un corredor bioceánico podría acabar con la condición de periferia de una provincia, Salta, que quedó relegada en un país diseñado por los británicos en el siglo XIX.

Ahí está el hombre al que Urtubey dedicó su libro “Sembrando Progreso” en 1999, señalándolo como la persona que lo acercó a “la médula del pensamiento de Juan Carlos Romero, en el marco de su constante y estratégica tarea, fruto de una visión que impulsa la formación de nuevos cuadros dirigenciales del justicialismo”. El mismo hombre al que en una nota de noviembre describí como un operador “cuyo poder se mide por la cercanía con el jefe y el manejo de enormes recursos pero, sobre todo, por la cantidad de documentos confidenciales que conocen a la perfección porque han ayudado a producirlos; y por la no menor cantidad de acuerdos secretos que ayudaron a cerrar y de los que nosotros, simples mortales, nunca tendremos conocimiento”.

Bueno, ese hombre está ahí. Explicándome los secretos del corredor bioceánico y cómo el peronismo tiende a sentirse dueño del Estado. El mismo al que cuarenta y cinco minutos después, cuando la entrevista llegaba a su fin y ante mi pregunta sobre porqué daba una entrevista cuando suele cultivar un perfil bajo, respondió: “Porque yo valoro la posibilidad de poder explicar la política sin fines electorales y la posibilidad de que la gente sepa que no soy un mercenario o un influyente barato. Equivocado o no, yo amo la política y creo que con esta charla se puede conocer la voz real de un hombre que forma parte de una leyenda equivocada: el poder tras el poder, el Maquiavelo, el monje negro, el hombre que manejó a placer un gobierno, etc, etc.”.

Cuarenta y cinco minutos antes, la charla registrada por el grabador había empezado con la pregunta sin rodeos sobre si él se consideraba eso que se dice de él. Sin complejos, Ángel Torres también responde sin rodeos:Yo soy un militante político pero mi oficio, si tuviera que definirme, es el de un operador político. Normalmente los operadores hacen prognosis. Le dicen al candidato o al funcionario para que lado viene la bocha. Bueno, ese ha sido mi oficio. Tan mal no me debe haber ido para poder seguir asesorando o haciendo relaciones políticas no solamente con Romero sino con otros compañeros. Todo lo que un operador tiene de Maquiavelo y todo lo que un militante haría desde un punto de vista ideológico… tienen un patrón común que es el triunfo, llegar al Poder. El militante cree llevar adelante una revolución o un cambio social, quiere modificar para ser protagonista, del mismo modo que Maquiavelo le indicaba al Príncipe cómo llegar al poder. No son cosas enfrentadas.

C.P.- Puedo reivindicar a Maquiavelo porque escribió y actuó para consolidar un Estado moderno en un periodo feudal. Pero que un operador actúe hoy como hace cinco siglos, desvinculado del pueblo y atado al palacio, suena a historia congelada.

A.T.- Esos operadores están más vinculados a objetivos económicos financieros y a cerrar acuerdos de lo que significa la administración de la cosa pública. Hay otros operadores en los cuales yo me enrolo y en dónde la política está por encima de la administración. Por esa razón siempre trabajé la interrelación con personas, con grupos, o formadores de opinión y no los detalles técnicos o intelectuales de la administración pura. Del mismo modo fui el hombre que agrupó un grupo de jóvenes en donde estaba Juancito (Urtubey) y que la opinión pública calificó con un clima de denostación, los “Golden Boys”. Pero lo que la sociedad no meritó es que muchos de estos chicos no tenían afiliación partidaria y fueron convocados a trabajar en la administración pública.

Teníamos chicos de entre 25 y 40 años que en un momento dado del gobierno de Romero los podías exportar. Yo ahí me sentía cómodo, pero ahí no había un operador de palacio, había un operador que intentaba generar un pensamiento que acompañe la transformación de una Provincia. Para mí fue una gran decepción el fin de la historia de estos chicos muchos de los cuales son amigos. Algunos están con Juan Manuel y muchos en la  oposición. Y a mí me quedó un sabor amargo porque estaba convencido que ese grupo iban a generar un pensamiento bisagra, un nuevo pensamiento en la administración pública o en la política provincial. Lamentablemente se desencontraron. No siguieron juntos y más de una vez se confrontaron mal.

Y si yo le digo que ese desencuentro era lógico, que tiene que ver con que eran dueños de proyectos individuales y no colectivos a diferencia de lo que ocurre con los militantes. Sus chicos no estaban atados a una causa que los trascendía y sí estaban desvinculados de las bases sociales que el justicialismo dice representar.

Es probable que aquel famoso dicho que dice “Billetera mata galán” acá, a lo mejor, se dio. Hubo casos como el de Juancito que sí eran diferentes porque tenía un tío híper militante como Julio Mera Figueroa. Tenía una relación con el sindicalismo. Juancito en ese grupo ya pateaba con las dos piernas. Pero es muy probable que la ausencia de una formación política le haya hecho cursar el camino más recto que eran sus intereses individuales, personales y económicos.

¿A qué ha vuelto a Salta?

Vuelvo convocado por Juan Carlos Romero en una coyuntura que todo el mundo conoce. Romero jamás imaginó volver como candidato a gobernador. Cuando le pasó la banca a Juancito estaba convencido que ya había hecho lo suficiente desde el punto de vista provincial, pero vuelve porque las circunstancia lo exigen. Entonces vuelvo para trabajar su candidatura de gobernador que no es una tarea fácil porque no es la misma provincia y sí noto que Salta a perdido el liderazgo en la región. Vive lo que se llama un quietismo enorme. Para serte concreto, los gobiernos fracasan por tres motivos. Fracasan porque se equivocan en las políticas, en los planes o en la ejecución de los mismos. El segundo grupo de fracaso ocurre cuando los gobiernos tienen altas presiones internas o externas que superan los mejores propósitos. Y hay otro grupo que es el caso de Juan Manuel y es el desgobierno.

Yo no soy duro con Juan Manuel desde el punto de vista personal. Creo que no le interesa ser gobernador de Salta. No es un juicio de valor porque es válido que le estimule ser presidente de la nación. Lo que sí sucede es que el Estado comienza a retirarse y entonces hay un desamparo gigantesco. Una persona como él que proponía un cambio con un eje que era el ser humano como centro de la acción, cuando entonces la crítica más despiadada a Romero era que hizo una transformación enorme en infraestructura pero que no se acompañó con lo social. Se pensó que Juancito podía hacerlo pero no hay relación entre promesa y realidad. Vos tenés que pensar que Juan representó la esperanza de una generación. Cuando eso no se produce la desesperanza es el continente. Chicos que de pronto miran el porvenir casi en la categoría de excluidos. ¿Cuál es la ventaja de Romero en estas circunstancias? Que es un piloto de tormenta y tiene una enorme idea del orden.

¿Cómo no valorar mal la actitud de Juancito que, especulando con ser presidente, abandona la gestión? Desde el lugar del ciudadano común eso es condenable.

Yo creo que Juan pensó que por sus condiciones, por el análisis de la política nacional, por el tiempo que le asignaban al kirchnerismo… se dio como un candidato del peronismo en el 2015. Pero él no maneja las riendas de una cosa tan esquizoide, compleja y tan heterogénea como es la política nacional. Uno en política toma sus previsiones, imagina escenarios, pero la realidad esta compuesta por decisiones innumerables de un montón de personas. No lo voy a denostar ni a demonizar. Creo que fue gobernador en tránsito a la presidencia y esto no es ningún pecado.

Ahora bien, es correcto lo que decís y nosotros estamos pagando los platos rotos porque este chico hoy no tenga interés en proteger con su administración al 100% de los salteños. Es estrictamente cierto porque si no, no se entiende como un Romero alejado de la escena política, que no hizo el menor movimiento para criticar al gobierno, obstaculizar el proceso administrativo, que no abrió una unidad básica, cuando tiene que revalidar su jerarquía de senador nacional gana cómodamente la Capital y Juan sale cuarto. Eso es toda una definición de ciudadanos que dicen “el ciclo está agotado”.

Pensemos ahora la candidatura presidencial no desde el hombre del llano sino desde el político. Difícil creer que haya pensado que tenía chances. Sólo en los días posteriores al 10 de abril de 2011 era plausible con su 57% de los votos. Pero en tres meses todos los oficialismos superaron ese porcentaje. En el 2013 pierde casi 30 puntos mientras los apadrinados por Uribarri o Capitanich mantuvieron los del 2011; con un kirchnerismo que no lo quiere…Urubey más que un cuadro parece un aventurero.

Juan ha sido uno de los mejores legisladores nacionales que tuvo la provincia. Además abrió la agenda allá. Llegó a Buenos Aires y comenzó a participar del vínculo con los demás políticos. Eso no es frecuente. Un legislador nacional rumbea para su sector. Juancito fue un tipo de amplitud y se manejó como pez en el agua porque le fascina la alfombra roja de Buenos Aires. Posiblemente para ustedes eso está muy mal, pero mi cabeza porteña dice “no le veo nada malo”. La contrapartida es que los votos que pierde acá, los pierde en plena inactividad de Romero. Esto tiene que entender el oficialismo. Esos votos se fueron en función de la ausencia de gestión. No es que hubo un Romero militante, movilizante, que participaba de una estructura. Hubo muchos casos donde los peronismos se enfrentaban y no fue el caso de Salta. Los votos que perdió Juan Manuel los perdió él. Entonces algo le está pasando al gobierno y ahora sí Romero entra en la cancha a tratar de volver a la plena actividad.

¿No parece propio de un romerismo pleno un anuncio de candidatura vía mail?

Acá pasaron dos cosas. Romero comienza a hablar de su candidatura el año pasado en ocasión de la elección de medio término y nos encontramos con tres sectores de la sociedad. Uno que dijo “No le creas. Él dice que quiere ser gobernador para que lo votes como senador”. Otros dijeron “Mirá…yo no le creo porque a Romero hace dos o tres años que no lo veo”. Y hubo un tercero propiciado por Juancito que dijo: “Olvídense de Romero. Romero está en cualquier lugar del mundo y nunca va a volver acá”. Entonces esto, para la gente que tenía que trabajar la candidatura era un desafío. ¿Qué se hizo? Romero elaboró un documento y dijimos que primero íbamos a hacer una instalación mediática que tenga al 100% de los medios provinciales y algunos medios importantes como Clarín y La Nación. Lo logramos. Faltaba lo otro que era la certidumbre de la palabra. Para eso me trajeron. Se supone que soy la persona que traslada en forma inequívoca la decisión de Romero de ser candidato a gobernador sin dilaciones, de manera seria y sin ningún detalle oscuro.

Su instalación en esta coyuntura también da lugar a otra hipótesis: mostrarse para que la candidatura se tome en serio y negociar con otros actores acuerdos de otro tipo.

Mucha gente dice “yo pienso que si vos traes a un tipo como Ángel que se convierte en un Caballo de Troya, los otros levantan la bandera blanca y dicen: che nos sentemos antes de empezar una guerra”. Pero éste no es el caso porque los tiempos en donde esperamos que Juancito tome una actitud de diálogo se agotaron. Vos tenés que pensar que desde la judicialización permanente, Juan Carlos se ha convertido en un perseguido político. Que el oficialismo diga que no tienen nada que ver con la justicia no se lo creen los chicos de cinco años. Entonces creo que los que motorizaron esta historia para desacreditar o tratar de eliminar de la faz de la provincia a Romero, se olvidaron de un detalle: Romero forma parte de una familia de Poder. Vos podés matar a Juan Carlos pero otro Romero seguirá el curso de esta historia.

Además que el único argumento contrario a Romero sean las infamias, habla muy mal de los opositores. No hay un argumento contra Romero que diga “es un desastre como administrador, no tiene idea que va a hacer con la salud, es un desastre en materia de educación, no sabe cómo manejar la relación de la provincia con la nación, no entiende de turismo”. ¿Ante eso qué hace el oficialismo? Desacredita. Eso es política ordinaria. Vos podés demonizar a Menem por la década del 90´ porque una vez que el tipo se fue podes decir lo que ya es una opinión generalizada: “este hombre destruyo esto, esto, esto”. Romero es un caso diferente porque transformó una provincia. Si el gobierno de Juan se quedó sin argumentos para decirle a los salteños por qué Romero no puede ser gobernador, quiere decir que Romero es mucho más en valor agregado que el gobierno actual. Digamos solamente que con Romero la administración provincial era ejemplo a seguir por otras provincias. Y no había allí gestos de tipo emocional. No estaba el tema de la Marcha Peronista. Nadie dijo que Romero era un líder de masas, un inocultable y convincente soldado de Perón. La gente en la nación y en la región dijo “Este tipo ha hecho una administración brillante”. Si Juancito hubiera tenido el mismo impulso y la misma capacidad, hoy estaría en condiciones de discutir en un canal de televisión cuánto hizo uno y cuánto hizo el otro. Porque además hay un agregado, Juancito va a entrar en su octavo año y yo escucho funcionarios que hablan como si gobernara hace sólo dos.

Hay sectores que piensan que una candidatura de Romero estaría motivada para escaparle a la Justicia. Sus declaraciones abonan esta teoría cuando denuncia la judicializan permanentemente.

Para Romero ese tema está fuera de la agenda de los salteños. Eso es política chica. Eso tuvo alguna vez impacto hace dos o tres años. Hoy la gente ha corrido a ese tema porque discute otros temas. Razón por la cual es muy pobre cuando dicen “Romero es el pasado”. Yo podría decir que Romero puede ser el pasado, pero este gobierno no tiene presente ni tiene futuro´ que es mucho más grave. El objetivo de Juan Manuel de que la Justicia procese y ejecute a Romero no se cumplió y nadie puede decir, en su sano juicio, que Romero maneja los jueces de la provincia. Y ahora te hago una pregunta. ¿A Juancito no le conviene electoralmente que esa judicialización se prolongue en lugar de llegar a un fin para saber si Romero es culpable o inocente? Pensalo.

Vuelvo al ejemplo de Menem y cómo la opinión pública lo señala como el que destruyó esto y aquello. Acá también ocurrió y electoralmente se notó en Orán y Tartagal. A Romero le fue muy mal allí y esos resultados no se explican sólo por las maniobras del aparato, sino por la memoria popular que lo señala como la persona que destruyó el norte petrolero. En Salta no se puede ser gobierno sin el apoyo de esos departamentos.

Hubo un conflicto no resuelto entre un hombre que hizo más obras en la Capital que en el interior aunque no es menos cierto que San Martín se llevó una enorme cantidad de obras. Hay además un efecto que potenció esa situación y que hay que analizarlo en su contexto como lo fue el piquete. Un fenómeno social y político que se dio en Neuquén y en Salta y que disparó un nuevo escenario político. Y es cierto que la imagen de Romero se fue al diablo. Ahora, fijate que Juan Manuel ha tenido que usar a cientos de actores e intermediarios para conservar votos. También Juan Manuel necesita allí a terceras personas que le potencien el voto. Y no te olvides que tenemos allí una cosa explosiva que Juancito prefiere no mirar y que es el narcotráfico. Orán es hoy la Tartagal de la década del 90´, un lugar libanizado.

Por eso el discurso de Olmedo que es sesgado produjo un notable resultado en Orán. Fue una estrategia genial la de Urtubey de hacerlo jugar a Olmedo en el 2013 para restarle votos a Romero. Pero Juancito se pasó de rosca y cuarenta y ocho horas antes de las elecciones, él y el intendente tuvieron que frenarlo a Olmedo porque crecía y crecía y se robaba Orán y se caía Rodolfo. Te digo esto para entender que tampoco Juan es un hombre aclamado ahí. ¿Qué va a hacer Romero? Primero debo decir que Romero está muy bien en la ciudad capital en donde los ciudadanos y vecinos del Poder están desencantados y viran y encuentran a Romero como acreedor. ¿Qué va a hacer Romero en el interior? Fácil, va a buscar todas las alianzas posibles, un frente amplio y superador porque a diferencia de los oficialismos no está atado a nada. Sería mentiroso decirte “mirá Romero va a comenzar a recorrer el interior y en Orán y San Martín nos van a aclamar”. No. Romero en el tiempo que tiene, que es escaso, hará las mejores alianzas políticas que le tributen votos. Del mismo modo que lo hizo Juan para ganarle a Wayar.