Fueron cuatro meses en los que la línea aérea de bandera se comprometió a pagarle a Sol una suma fija mensual en dólares por 210 horas de vuelo más el costo del combustible. El llamado Acuerdo de Cooperación tiene algunas cláusulas que la nueva gestión no quiso convalidar. La más llamativa le aseguraba a la empresa rosarina de la familia Angeli, que forma parte del Grupo Transatlántica, una ganancia en dólares del 12% de los costos de explotación.
Es decir, la línea aérea de bandera, que pierde alrededor de 500 millones de dólares por año, se comprometió a pagar una ganancia a una empresa privada que estaba prácticamente quebrada antes de suscribir el convenio.
El acuerdo fue firmado por Luis Pablo Ceriani, entonces director financiero de Aerolíneas Argentinas, y sólo contó con la aprobación del presidente, Mariano Recalde. Nunca se discutió en el directorio y no se diseñó un plan de negocios que justificara la decisión.
Recalde y Ceriani, además, decidieron adelantar dinero a sus futuros socios rosarinos. Mientras duró la negociación, de la caja de Aerolíneas salieron $ 124,36 millones y 71.800 dólares en billetes como anticipo. No hubo asientos ni condiciones de devolución, lo que convirtió el préstamo en no exigible. Los vuelos de Sol están en un 80% superpuestos con los de Aerolíneas y Austral.
El nuevo management que responde a la CEO, Isela Costantini, hizo las cuentas de compensaciones y créditos. El rojo de Sol con Aerolíneas es de 40 millones de pesos. Hubo cartas documento con intimaciones y reuniones varias. Finalmente, se optó por la rescisión.
La pregunta que se hacen en el sector es saber qué hará la empresa rosarina sin el acuerdo ya que su situación financiera es compleja. Sólo tiene cuatro aviones Saab de 35 asientos, que empezaba a reemplazar por otros, CRJ de 50 asientos, y tiene 250 empleados de los cuales 50 son pilotos.
La historia de las desventuras de Sol empezó hace tiempo pero fue en 2014 cuando las finanzas ya no daban para más.
Los dueños de la compañía se acercaron a Aerolíneas para comentar la extrema situación ya que desde 2012 tenían un acuerdo de código compartido con el fin de mejorar la comercialización de los vuelos y que es muy común entre empresas grandes que utilizan aerolíneas más pequeñas para alimentar sus líneas troncales.
Desde las oficinas de Recalde se llevaron una respuesta. «No se puede cerrar una aerolínea». La promesa del jerarca de La Cámpora fue arrimar una solución. Suelto de mano con dinero ajeno, Recalde pidió a Sol un detalle de costos en dólares. El listado reconoce desde el alquiler de las oficinas, los salarios, el pago del IVA, los gastos de cancelación de vuelos, los fletes, los gastos de correo o mensajería o el catering, por nombrar algunas de las decenas de rubros que se incluyeron. Luego de esa suma se calculó un 12% de ganancias. Todo pago, claro está, por Aerolíneas.
La dupla Recalde/Ceriani firmó el contrato mediante el que la línea aérea de bandera asumía todos los riesgos del negocio y pagaba a Sol una suma fija en dólares, independientemente de los resultados de la operación. En teoría, Sol le daba a su benefactora la posibilidad de volar en aviones chicos ciertas rutas que Aerolíneas no volaba. Nada de esto sucedía. En el 80 por ciento de la operación de la compañía rosarina tenía como principal competencia a Recalde y sus aviones.
Sol, maravillada con el alcance de su negocio, dio media vuelta y ofreció su empresa. Así entregó el 49% de las acciones a la aerolínea española Air Nostrum, una empresa que vuela asociada con Iberia.
Los socios europeos no hacían aportes de dinero sino que entregaban sus aeronaves jet CRJ 200 de 50 asientos para renovar los turbohélice Saab 340 de 35 asientos de Sol. La reposición tardaría 10 meses, según el cronograma que forma parte del acuerdo. Luego de ese proceso, la flota de aeronaves pequeñas pasaría de cuatro a seis.
Uno de estos nuevos logró aterrizar en la Argentina. Lo hizo vestido de Austral (foto) ya que el dadivoso Recalde le permitió a Sol utilizar la imagen corporativa de aquella. La llegada del primo hermano menor no pasó inadvertida. Los pilotos de Austral, agrupados en UALA, se quejaron de varias maneras hasta que el 15 de diciembre presentaron una nota a la nueva dirigencia expresando su rechazo.
Cuando los ejecutivos de la gestión Costantini se adentraron en los números encontraron que el costo en dólares por asiento de un avión Saab es 80% más caro que el de los Embraer. Como si fuera poco, el nuevo CRJ gasta 51% más que los brasileños que forman la flota de Austral. Hay más. Si alguna característica tiene el plantel de aeronaves de la empresa que manejaba Recalde es que los aviones vuelan menos de lo que hacen las empresas colegas de la región. ¿Por qué no se utiliza la flota propia para los vuelos que se alquilan a Sol? Nadie supo responder.
Las inconsistencias del acuerdo llegan a lugares extremos. Por ejemplo, es muy complicado de instrumentar y controlar ya que nunca se previó la integración de los sistemas de reservas y ventas de tickets. Por ejemplo, se daba el caso de que la línea rosarina vendía pasajes pero Aerolíneas no se enteraba. Claro que este problema era menor ya que Sol no tenía ningún incentivo en vender, total el gasto de la operación del vuelo era solventado por Recalde, que también pagaba un 12% de ganancias. Nunca hubo incentivo por ocupar o no una aeronave y se dieron casos en que se despegó con una ocupación de no más del 10 por ciento.
Las preferencias no terminaban ahí. La rosarina cobraba sus facturas siete días después de presentadas cuando la media de la industria para los acuerdos interlineales es entre 15 y 30 días. También hubo una cláusula, la quinta específicamente, que reconocía la posibilidad de renegociar el precio si los costos operativos subían más de 10 por ciento. Lo llamativo es que nada se puso en caso de que los costos bajaran, una rareza por tratarse de Recalde, un presidente cuyos únicos antecedentes antes de hacerse cargo de la empresa eran como abogado.
Finalmente, Costantini y los suyos tampoco pudieron encontrar la manera de controlar los pagos que se hacen por combustibles. Prolijos pero no tanto, los rosarinos entregaban todas las facturas de la nafta que se compraba a YPF. Pero quizá, distraídos por el éxito, ni Aerolíneas ni Sol repararon en la documental que respalde si efectivamente ese combustible se consumió en los vuelos de la empresa. Detalles.
De las sospechas a la intimación
Antecedentes
En 2012, Aerolíneas y Sol firmaron un acuerdo de código compartido para mejorar la comercialización
Malos resultados
A fines de 2014, Sol le planteó a Recalde que tenía que dejar de volar ya que la operación no era rentable
El final del acuerdo
En septiembre se firmó el contrato; los riesgos son de Aerolíneas y las ganancias, de 12%, de Sol
FUENTE: La Nacion