Empezó el año lectivo y la ausencia de lugares estatales de atención de la primera infancia como “salas maternales” y guarderías pone el acento sobre la falta de políticas públicas de cuidados. (Por Andrea Sztychmasjter)
Laura se pasó todas las vacaciones intentando conseguir un lugar para su hija de tres años. En la ciudad de Salta no hay vacantes en las guarderías públicas y las autoridades educativas solo responden “que existe una gran demanda”. Laura postergó actividades, retrasó trabajo y estudio para poder buscar un lugar para mandar a su hija. El dinero que ganan ella y su compañero tampoco les alcanza para pagar una guardería privada. “¿Qué hacemos? Se preguntan con cara de desconciertos ambos. Pasan los días y la impaciencia empieza a invadirlos porque no hay respuestas positivas.
Según un informe de Argentinos por la educación el nivel inicial es el que tiene el mayor grado de privatización dentro del sistema educativo nacional: uno de cada tres (32,6%) alumnxs del nivel inicial asiste a jardines de infantes o maternales privados en el país. A menor edad de lxs niñxs, mayores niveles de privatización se observan. El porcentaje de chicxs en instituciones estatales de nivel inicial es mayoritario en las salas de 3, 4 y 5 años. Sin embargo, seis de cada diez niñxs de 2 años concurren al sector privado en la Argentina.
Este año a nivel nacional se anunció la creación de la Dirección de Cuidados Integrales del Ministerio de Desarrollo Social y dependiente de la Secretaría de Economía popular, una medida inédita que promete saldar una enorme deuda principalmente con las mujeres, puesto que en su mayoría sobre ellas recaen las tareas de cuidado. La socióloga Carolina Brandariz, docente y secretaria de géneros de UTE, militante del Movimiento Evita es quien está al frente de la misma. Según sus declaraciones esta flamante Dirección tendrá dos ejes fundamentales: “Por un lado la profesionalización, es decir la acreditación de saberes con títulos intermedios como por ejemplo la Diplomatura de cuidados de personas mayores, y el título de Operadoras de Infancia que estamos conversando con el ministerio de Educación de la Nación para cuidadoras de infancia. Y el segundo eje es la línea de generación de empleo vinculada a sistemas donde podamos trabajar en sistemas de co-pago como hay en otras partes del mundo”.
Si bien es muy pronto para realizar una análisis del trabajo sobre el área, los anuncios parecieran tener un gran componente estatista y asistencialista, porque como sabemos, las desigualdades que acarrean las tareas de cuidado no se resuelven con un diploma. Sin embargo el hecho que se empiece a nombrar al cuidado como política pública es ya un logro en sí mismo.
A nivel local la situación de las políticas de cuidados son prácticamente inexistentes, ni siquiera visibilizadas por los informes de los organismos para y proestatales.
Durmiendo en el senado
En 2017 diputadxs aprobaron un Proyecto de Ley que promueve el derecho de los y las empleadas de la Administración Pública Provincial, Centralizada, Descentralizada y Organismos Autárquicos, del Poder Legislativo y del Poder Judicial y Ministerio Público a que sus hijos accedan al servicio de jardines maternales.
El proyecto, presentado por el Bloque del Partido Obrero, establece que las salas maternales deberán contar con equipamiento adecuado para la atención de niños desde los 120 días de vida hasta los 4 años y con personal docente de nivel inicial a cargo. El proyecto aprobado se refería a una implementación gradual de la puesta en marcha de las guarderías y según lxs diputadxs que dieron su voto afirmativo, se debía realizar un relevamiento de los municipios e identificar los lugares donde era más urgente la creación de las salas.
Por otro lado y con el principal fundamento de combatir la deserción escolar de madres y padres estudiantes de terciarios y BSPAs, ese mismo año también se presentó en el senado local un proyecto de ley del bloque del PO que buscaba que el Estado garantice salas maternales en los Bachilleratos Salteños para Adultos (BSPA), secundarios vespertinos y Terciarios de todo el territorio provincial. Entre las principales razones del proyecto de la ex senadora Gabriela Cerrano se encontraban las pocas alternativas para alumnxs que tienen hijxs, ya que la mayoría estudia en horario nocturno fuera de los horarios de atención de las guarderías barriales o privadas y que la situación económica de jóvenes de los BSPA, colegios vespertinos y terciarios por lo general es de escasos recursos, por lo tanto, tampoco pueden acudir al pago de una persona que pueda cuidarlos.
“Vería con agrado…”
En Salta capital y el interior provincial existen 62 Centros de Primera Infancia Urbanos que brindan alimentación, asistencia pedagógica y espacios recreativos para más de 3.000 chicxs de “escasos recursos”, pero con el anuncio de la concreción de más de estos centros en toda la provincia en la actualidad la capacidad para albergar a una creciente población infantil, no da abasto.
El año pasado legisladores aprobaron la iniciativa por la que la Cámara de Diputados solicitaba al Poder Ejecutivo Provincial la construcción de más salas maternales y guarderías en la provincia, cercanas a secundarios, universidades, empresas y establecimientos públicos o privados donde madres, padres y tutores estudian y/o trabajan. El proyecto autoría de la diputada Rosana Guantay fue aprobado por unanimidad pero hasta el momento no se han visto mayores acciones.
Paternar
Pese a que el modelo histórico del rol masculino en las tareas de cuidado y paternidad ha entrado en crisis y cada vez más los hombres se involucran de otra manera frente a la crianza de sus hijxs, son las mujeres quienes mayormente se siguen ocupando. Protagonistas del cuidado de otrxs, llevando a cuesta una carga mental sobre todas las vicisitudes que significa llevar el sostenimiento de un hogar. Las personas de sexo femenino en todo el mundo destinan hasta 10 años de su vida más que los hombres en labores de asistencia no remuneradas. Las paternidades responsables tienen por delante todo un camino por abrir, es la hora y el momento que dejemos de naturalizar la imagen de mujeres como malabaristas.