Así tituló Página 12 una crónica de Carlos Rodríguez sobre la entrega de casas por parte de Alicia Kirchner en el paraje Pozo La China en Santa Victoria Este donde para acceder al agua, hubo que hacer un pozo tipo petrolero. Necesidades y testimonios de quienes por primera vez acceden a un techo.

“Nicasio Fernández y Juanillo Frías son dos veteranos pobladores del paraje Pozo La China, en la localidad salteña de Santa Victoria Este, en el noreste provincial, muy cerca de la frontera con Bolivia y Paraguay. Como nobles wichís que son llevan guardados siglos de una historia plagada de hechos que no sólo acabaron con la vida de sus ancestros, sino que avanzaron en forma drástica sobre sus tierras y que trataron de avasallar su cultura y sus costumbres. No pudieron ni con el recuerdo ni con las tradiciones. Y allí están los dos compañeros de ruta, seguidos por un grupo de jóvenes de su comunidad, viendo desde prudencial distancia y en silencio la inauguración de viviendas para las que ellos aportaron sugerencias claras para que los ingenieros las adaptaran a las necesidades de la zona, donde por largos meses las temperaturas rondan los 40 y 50 grados, pero donde también el frío suele ser intenso, igual que la sequía. “Sí, están bien las casas”, dice Nicasio, que al lado de Página/12 observó la ceremonia de entrega de las viviendas, a cargo de la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, acompañada por el jefe de la comunidad, Juan Negro, que expresó con lágrimas sus sentimientos al entrar al nuevo hogar que comparte con su familia.

Fueron 61 las viviendas entregadas en Pozo La China y en Pozo El Toro, a la vez que se hizo también una visita a las construcciones que se están terminando en el paraje San Miguel. Además de las casas se construyeron una escuela, plazas y playones para practicar deportes. En el marco del Plan Ahí ya fueron entregadas 117 viviendas (108 en Salta y 69 en la provincia de Chaco), sobre un total de 1087 cuya construcción se promete finalizar en febrero de 2015. “Las casas que levantaron son hermosas, adecuadas para soportar las altas temperaturas, ya que se hicieron sobre los diseños propuestos por quienes las habitan”, dijo la ministra nacional, durante la recorrida. La temperatura ambiente superaba entonces los 40 grados y la térmica trepaba a 50.

En ese marco, los pobladores apreciaron de manera especial la construcción de pozos que les permiten el acceso al agua potable sin tener que recorrer –como venía ocurriendo históricamente– varios kilómetros a pie para obtener el vital elemento. En Pozo El Toro, para llegar a las napas de agua potable, hubo que realizar una perforación de 216 metros de profundidad. Ante la dificultad que representaba la superficie rocosa que había que superar, se pidió ayuda a expertos de la Fundación YPF, que utilizaron las mismas herramientas que se usan para buscar gas o petróleo.

Nicasio y Juanillo, sin extenderse en sus conceptos, se declararon conformes al dialogar con este diario, sobre todo por la novedad del agua al alcance de la mano. A los 64, Nicasio se ha quedado solo. Su mujer falleció hace cinco años y sus tres hijas se fueron a vivir a Bella Vista. “Buscaron un lugar mejor, porque acá no tenemos trabajo.” Nunca tuvo un empleo fijo y, por lo tanto, nunca hizo aportes jubilatorios; desde hace poco tiempo tiene su documento de identidad.

Mientras se producía la recorrida de Alicia Kirchner y su equipo, un periodista local trataba de incentivar alguna crítica entre los ancestrales dueños de la tierra: “Decime la verdad, ¿no hubieras preferido que fuera de quebracho? ¿De quebracho sería mejor, no?”. La insistencia estaba destinada a que el lugareño criticara el hecho de que los pilotes que sostienen el techo de la galería externa de las casas no fueran tan duros como el quebracho. El interrogado miraba al que hacía la encuesta de control de calidad sin comprender el porqué de tanta insistencia. Y no hubo respuesta. Hubiera sido más fácil que le preguntaran acerca de las cosas que todavía faltan.

Lo primero que surge es la falta de trabajo, solucionada en parte, en los últimos años, por la formación de cooperativas que tienen a su cargo la construcción de las viviendas. Nicasio y Juanillo recordaron viejos tiempos. “Mis padres murieron y quedé con mi abuelo, que trabajaba en el Ingenio San Martín del Tabacal, en Orán. Yo lo acompañaba y me hacían trabajar.” Hasta allí el relato de Nicasio sobre su paso fugaz, siendo todavía un niño, por la empresa fundada por Robustiano Patrón Costas, un hombre incorporado a la historia de Salta porque fue gobernador a principios del siglo XX y a la historia del país porque su nombre es sinónimo de explotación y de maltrato a los trabajadores, originarios o criollos, reducidos en el ingenio a una situación de esclavitud.

En Pozo El Toro se hizo el acto central de entrega de viviendas, con videoconferencia desde la Casa Rosada, en comunicación directa con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En diálogo con este diario, Egidio Castellanos, de ascendencia guaraní, insistió en el tema de la falta de trabajo tanto para los criollos como para los originarios. Egidio se las rebusca vendiendo artesanías: fuentes, morteros, cubiertos, mates, esculturas de animales. Los artesanos de los pueblos originarios trabajan sobre madera de palo santo, ese árbol al que le atribuyen facultades milagrosas. “Amarga es la madera de palo santo, pero es como el amor, que no muere y perfuma”, dice un poema de José Pedroni.

Egidio y sus artesanos “de oficio”, que titubean cuando alguien les dice que lo que hacen ellos es arte, se refugia en un pasado rico devenido a pobre por la intolerancia del poder político, para decir “simplemente”, según se empeñó en aclarar, que “nuestra cultura originaria siempre ha sido así y nosotros no queremos que cambie, aunque necesitamos ayuda para estar un poco mejor” y reconoció que las nuevas casas y el agua son buenos síntomas.

La tradición se mezcla con algunos cambios en la vestimenta de los más jóvenes. Jorge, de 22 años, se sonríe cuando Página/12 le hace una broma a un amigo suyo, Miguel, que luce una camiseta de la selección alemana de fútbol que tiene en la espalda el nombre de Thomas Müller.

–¿No habrás gritado el gol alemán? –le dijo este diario, en referencia a la final de la Copa del Mundo entre Alemania y Argentina en Brasil.

–No –fue la rotunda desmentida de Miguel, sin insinuar siquiera una sonrisa y dejando mal parado al preguntón.

Hugo Ortiz, miembro de la cooperativa guaraní Cherenta (Mi hogar, mi casa), cuenta que “desde 1997 venimos luchando con los compañeros y, si bien hoy tenemos este trabajo (la construcción de las casas en los parajes salteños), tuvimos que hacer cortes de ruta y un largo trajín para llegar a esto”. Asentados en Tartagal, los integrantes de la cooperativa de trabajo ahora llevan adelante el proyecto de crear la Federación de Trabajo Guaraní, para emprender nuevos objetivos.

Tienen compañeros que se desempeñan en distintos rubros de la actividad laboral, pero el principal es la construcción: albañilería, electricidad, plomería, red de agua, red de cloacas. En realidad son siete cooperativas, constituidas cada una por trece trabajadores. Además de la construcción de algunas de las viviendas que están en ejecución y las ya ejecutadas, toman otras obras estatales y privadas. Distribuyen lo recaudado entre los socios y se separan algunos excedentes para ir incorporando maquinaria y herramientas que les permitan encarar obras cada vez más complejas.

En el acto central habló el cacique de Pozo El Toro, David Pastor quien, a pesar de su timidez, pudo superar con éxito su salida a todo el país a través de la teleconferencia. “Estamos muy emocionados porque desde hace un largo tiempo esperábamos que esto se concretara. Esto siempre ha sido difícil de obtener para nosotros, pero les agradezco a todos los que nos ayudaron. El trabajo que estamos haciendo con las cooperativas me llena de emoción”, sostuvo Pastor con voz tranquila, a pesar de su poco experiencia frente a una cámara de televisión.

También estuvo presente el cacique del paraje Vertiente Clara, Heliberto Frías, quien le dijo a Página/12 que allí viven 28 familias que están iniciando la construcción de sus nuevas viviendas. “Antes nosotros sufrimos sin agua, pero ahora nos están haciendo un pozo para poder tener agua. Ahora nosotros estamos bien por lo que están haciendo, contentos por eso, porque no es como en otros años, donde no teníamos nada”. Precisó que hasta hoy, para obtener el agua, “tenemos que andar dos kilómetros”. Aclaró que todavía tienen “muchas cosas más, porque nosotros no tenemos escuelas y tenemos que mandar a los chicos a San Bernardo o a Pozo El Toro, a 12 kilómetros; a veces los chicos no van al colegio porque no puede venir a buscarlos el maestro que los lleva a la escuela.”

Las viviendas, explican los propios funcionarios nacionales, son apenas un paso, igual que el del agua, importante, pero no definitorio, porque el problema central preexistente es el conflicto por la tierra, entre pueblos originarios y criollos asentados a partir de la colonización (ver aparte). En ese marco se suman los problemas socioambientales, ligados al modelo extractivo que produce desmontes y fumigaciones con agrotóxicos que atentan contra la calidad de vida de 1,6 millón de personas en distintas provincias.