El miércoles 8 comienza la versión televisiva de El Murishow. Daniel Murillo y un grupo de panelistas enfrentarán la vida política salteña como venga, sin línea editorial. “Me gustaría que Urtubey se anime a hablar conmigo”, provoca el periodista. (Federico Anzardi) 

Daniel Murillo acaba de ganar 350 pesos. Los recibió por estar atento a la realidad salteña. Y no se trata del pago de una nota (350 mangos es una fortuna en Salta, ningún medio garpa tanto). Se llevó esa guita porque a veces el azar responde a una lógica que no es la que se percibe desde los carriles de la normalidad.

El martes 1 de octubre, Murillo ató cabos: escuchó que un paciente del hospital de salud mental Miguel Ragone había muerto, envió a la periodista Cristal Pardo al lugar para hablar del asunto con el ministro de Salud de la provincia, Oscar Villa Nougués, que se encontraba allí. Al aire por Radio Salta, el funcionario dejó muy mal parada a Claudia Román Rú, secretaria de Salud Mental, quien había protagonizado un papelón mediático días atrás, cuando en una entrevista le habían consultado sobre el fallecido y ella desconocía la situación.

Román Rú estaba al lado de Villa Nougués. Cuando escuchó esas declaraciones, se retiró ofuscada. Al rato, el gerente del Ragone, José Edgardo Quiroga, agredió al periodista de FM Profesional Ángel Mansilla. “De golpe, un paciente del hospital salta por la ventana, frente a todos los periodistas y funcionarios. Todo eso salió al aire”, cuenta Murillo. Al escuchar lo que sucedía, no dudó: le pidió a todos sus oyentes de la AM 840 que le jugaran al 22, el loco. Él también lo hizo. Y al final del programa se enteró de que había ganado. Había salido el 22.

Con esa realidad es con la que Murillo alimentará su programa televisivo, El Murishow, que debutará el miércoles 8 a las 22 por la pantalla de Canal 2, que se transmite por aire. Se trata de una adaptación de lo que Murillo hace todas las mañanas por la AM 840, de 9 a 12, y que es más o menos lo mismo que viene haciendo desde hace varios años, en distintas radios: un magazine político irreverente donde la moderación no es precisamente la regla.

El programa será una mezcla de Duro de Domar con otros proyectos más serios, con análisis profundo. Es lo que le falta a Murillo a la mañana, donde está solo frente al micrófono. “Pretendo elevar el nivel de lo que estoy mostrando diariamente, porque en muchos casos es muy básico y desde el sentido común. El programa va a contar con gente que tiene más formación y le va a dar una profundidad y certezas en la aplicación del show que hago yo. Porque lo mío se aleja del periodismo cada vez más. Es más hinchar las pelotas, jugar con la realidad periodísticamente”, cuenta Murillo, sentado en la 840 después de haber ido a la tómbola a cobrar su premio.

El periodista no estará solo, se rodeará estratégicamente de un grupo reducido pero preparado. “Va a estar Daniel Ávalos, que en su rol de profesor de Historia y de actor político de una izquierda que no me gusta, va a ser parte de la pelea electoral, se erige como un tipo interesante. De otra izquierda va a estar Alejandra Soler, una militante del PO y profesora de historia. Ahí van a haber dos visiones muy diferentes. También va a estar Matías Hessling, que es el encargado del Observatorio de Diversidad Sexual. Hemos hecho un equipo bien amalgamado”, cuenta.

El primer programa arrancará hablando de la prostitución en Salta. Será el primer intento de Murillo de aportar algo a la televisión. “En realidad quiero que la tele me aporte a mí, la inflación me está matando (risas)”, retruca, y dice que no viene a inventar nada: “Cuando escucho a los hacedores de la tele decir que llegan con la novedad, nunca les creo. Porque ya está demasiado masticado esto. Creo que el fuerte del programa va a estar en la libertad que tenemos, dentro de un contexto donde hay demasiada censura. La elección del 90% de la prensa es hacerse los boludos con todo. Tenemos la ventaja de decir lo que queremos, las veces que queramos, en el momento en que se nos ocurra, acerca de quien sea. Si bien vamos a un medio que tiene identificación con el mismo grupo político que la radio donde trabajo (el romerismo), he sabido separarme de eso toda mi vida. Siempre trabajé en medios que coyunturalmente no estaban ligados al oficialismo. De hecho, eso me fue costando tener que irme y estar saltando por distintos lugares por hinchar las pelotas, por ser opositor a la mierda, al choreo, a la basura que ocurre con todos los partidos. Nunca me fijé quién era. Ahí va a estar la riqueza: va a haber actores políticos en el equipo que van a saber debatir entre ellos con profundidad y con las otras personas que vayan a sentarse ahí.”

El Murishow tendrá a cuatro personas frente a la cámara pero a muchos detrás trabajando para que salga bien. La banda de reggae Jardineros, que cuenta con Murillo como cantante, será la encargada de la canción oficial del programa. La productora visual Qaway aportará lo suyo y el muralista Martín Córdoba ya tiene listo una escenografía que muestra a un Martín Miguel de Güemes haciendo fuck you, a Hernando de Lerma bailando con una caja de vino en la mano y al Cuchi Leguizamón comiendo una empanada que chorrea aceite sobre Salta.

Para Murillo, el programa será “soltarse y ver qué pasa. Trompearse con la realidad”. “Acá no hay línea editorial, no hay bajada de nada. No soporto lo acartonado, sé que va a ocurrir, que no va a ser sólo de joda, ni sólo de política. Va a ser muy ciclotímico. Algún día nos podremos cagar de risa y hablar de cultura, hacer una exposición de arte; y otro día hablar con tres curas y nos embolamos todos. Pero cuando amerite embolarse, nos embolaremos. No tengo límites y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa. Estamos con expectativas. Es lo mismo de la radio pero trasladado a un nivel más intelectual y espero que logre atraer a otro tipo de público y le sume al canal una audiencia diferente a la que tiene ahora. También se va a transmitir en vivo por internet.”

Si bien Murillo cree que en la tele ya está todo inventado, considera que algo puede aportar en el contexto salteño. “Para mí la televisión en Salta deja muchísimo que desear. Le encontraron la vuelta desde el entretenimiento, pero no te informan. Los programas políticos en Salta son vidrieras políticas. Acá hace cuánto que no se sacan chispas. Libertos, por ahí, dispara polémicas. No sé si porque tienen ganas, sino por la gente que llevan. Eso genera que se te vaya de las manos, porque si invitaste a alguien te lo tenés que aguantar. En ese programa surge alguna polémica. Día de Miércoles, que hace Mónica Avilés, es una vidriera de exposición política donde por ahí vas a escuchar cuestiones de la política en sí misma. A Martín Grande no lo veo por vagancia: si tengo que ver un canal de aire tengo que sacar la antena y me cuesta. A Villazón tampoco lo veo. No los veo porque no puedo. Termino viendo Cara a Cara: un embole, cada vez peor. Está bien, hasta yo formé parte del programa. De vez en cuando se arman algunas polémicas porque va gente que por ahí no va a otros programas. Tenés la posibilidad de escuchar al gobernador una hora más allá del pete. Por lo menos tenés la postura de un tipo que no va a cualquier lugar. Y lo demás es un embole. Muestras de felatios programadas. Hasta los noticieros. Y lo ves reflejado en la tanda que tienen: no hay un privado. Aguas del Norte, Cámara de Diputados, EDESA, Municipalidad, Gobierno. Y así cómo hacés para respirar, te asfixiás solo. Y yo entiendo, a veces dependés”, dice.

Murillo espera tener tres invitados por programa, pero sabe quiénes no van a aparecer muy seguido por el estudio. “No hay mucha apertura del oficialismo a participar de las cosas que yo hago. Algunos funcionarios se la bancan y ponen la cara y tratan de enriquecer el debate, que me parece que es lo lógico. El tipo que puede taparte la boca con herramientas, lo hace”, cuenta.

Pero si hay un invitado que a Daniel Murillo le gustaría tener, si pudiera elegir, es a ese personaje que nunca pudo entrevistar, la figurita difícil de su entorno, el que le falta para completar el álbum: “Me gustaría que Urtubey se anime a hablar conmigo alguna vez. Hablaría de su ambición de poder, de los doce años, de la cantidad de tiempo que estuvo cuestionando al anterior que estuvo doce años. Hablaría de nepotismo, de la ubicación de su hermano, del rol de Pablo López Viñals, del agua y los recursos y cómo le regalamos el agua a empresas como la Coca Cola, a la que él visita asiduamente. Le preguntaría de Nitratos Austin. La verdad es que me gustaría hablar con él porque hace siete años que gobierna y no me dio una entrevista. Y cada vez que se le acerca un móvil corta las conferencias y no quiere hablar. Me resulta ridículo porque yo soy un tipo poco formado, no vengo de Harvard”.