En febrero de 2018 encontraron los cuerpos sin vida de Gabriela Figueroa (16) y de quien fuera su pareja Luis Rodríguez, (40) cerca del río El Dorado, en Apolinario Saravia. Se investigaba un femicidio seguido de suicidio, pero después se detuvo al hermano del novio, José Rodríguez Batista, quien ahora se encuentra en libertad con medidas sustitutivas al revocarse la prisión preventiva. (C.A.F.)
Analía Figueroa, la madre de Gabriela, sostiene que en la delegación de la fiscalía penal a cargo del auxiliar fiscal Sergio Dantur no le brindan información de la causa: “Si ya van 7 meses. Yo quisiera saber qué han descubierto”. Y del funcionario dice: “me trata mal”.
Figueroa no tiene abogado/a particular, y carece de ingresos económicos suficientes como para pagar un profesional. Había preguntado cuándo podría recuperar las pertenencias de su hija que se habían secuestrado para la investigación. Cuenta que el auxiliar fiscal la mandó a Salta Capital, a retirar un teléfono del Centro de Investigaciones Fiscales (CIF). Viajó el 3 de agosto y en el CIF le habrían dicho que no le podían entregar el celular porque le faltaban pericias y que desde la fiscalía debían haber llamado para consultar antes de haberla enviado hasta allí.
La bicicleta fue lo primero que encontraron cerca de la escena del hecho, manifiesta la madre: “Los policías salieron andando en la bicicleta, cuando yo reclamo que cuándo me la van a entregar, [el auxiliar fiscal] me dice que no había secuestro de bici. Entonces no hubo pericia. La bici fue encontrada cerquita de ellos dos. Tengo entendido que tenían que sacarle fotos. Esperar que llegue el forense. Ellos salieron andando, peleando por la bici”, a los meses se la devolvieron, “me entregaron la bici hecho pedazos, no estaba así”.
Además de la pérdida de su hija, tuvo que soportar otro dolor “Han desparramado las fotos del cuerpo de mi hija [por WhatsApp], a mí no me han dejado ver el cuerpo, la velamos con el cajón cerrado. Yo siento que la policía y todos se han burlado de mí. Es como que han matado un perro”. El auxiliar fiscal “me sacó un libro y me dijo que no hay pena para eso”.
Figueroa recuerda que cuando su hija desapareció, fue la gente del pueblo la que ayudó en la búsqueda
Llegó de su trabajo en La Moraleja, como fichera en la cosecha de limones, y al notar que su hija había salido y no regresaba, fue a la policía y sostiene que la oficial de turno le habría contestado: “Capaz que la chica se ha ido a los corsos. Ud. está haciendo tanto drama, capaz que se han ido al hotel”.
Ante su insistencia dice que “han buscado tal vez 1 hora” hasta finalizar el turno. “Han pasado a 10 metros del cuerpo de ella y no la encontraron. Mis vecinos me han ayudado a buscar. Donde estaba ella era un monte, no había senda. Toda la noche la hemos buscado. Con los jóvenes, amigos de ella. Hasta que uno de los vecinos encontró la bici. Mi hermano, un vecino y un sobrino mío, lo han encontrado a él. La policía venía en camino. Nos han hecho que paremos la búsqueda…”.
El cuerpo de Rodríguez fue hallado por la mañana y recién como a las dos de la tarde dieron con el de la adolescente, a “unos 20 metros de él”. “Le estaban haciendo las pericias a él. Mi marido me dice voy a ir al baño. Vio la mitad del cuerpo [entre los yuyos]. Llamó a la policía y ahí estaba ella”.