En razón de la celebración del Día del Periodista, un colega realiza en estas líneas una semblanza del oficio y para ello recurre a un concepto del genial Albert Camus que aseguraba: “El periodista debe ser abogado del hombre común y fiscal del poder”. (Daniel Salmoral)

Este 7 de Junio como antes y como después, se celebró o se recordó que ese, es el Día del Periodista. Oficio, profesión, tarea que implica nada más y nada menos que contar lo que pasa. Observar la realidad y decirle, al resto de los ciudadanos de una sociedad qué es lo que vemos, cómo interpretamos lo que vemos y qué opinamos sobre eso que vemos. En pocas líneas, esa sería la tarea de un periodista, la obligación de un periodista ante la sociedad que le toque actuar.

Albert Camus, uno de los intelectuales más brillantes del siglo XX dijo algo simple pero contundente: “El periodista debe ser abogado del hombre común y fiscal del poder”. Qué pocas y geniales palabras para definir el compromiso indelegable que debe tener quien lleva adelante esta labor en el seno de una sociedad.

“Abogado del hombre común”, dice Camus y el hombre común no es otro que ese desconocido ser que puebla lugares y con su tarea anónima y silenciosa, la mayoría de las veces, aporta para el desarrollo y la mejor vivencia de los pueblos. Qué sencillo también pero que importante laburo. Anónimo pero que aporta para el desarrollo de una sociedad.

Ese ser, por eso que hace, se supone, merecería tener el absoluto respeto de todos pero en especial de los que mandan. Por desgracia, la realidad muestra que no es así porque ese ser que desde su actividad silenciosa, fecunda y cotidiana, suma y suma, la mayoría de los que mandan lo ignoran, lo pasan por encima, lo irrespetan. Por eso es que ese ser laborioso pasa a la categoría de hombre común, es decir de un anónimo al que quienes detentan el poder, muchas veces ignoran o pasan por encima.

Por eso, según Camus, se hace necesario que los periodistas, desde su hacer cotidiano y a través de los medios en el que desenvuelvan su tarea, actúen en el rol de abogado y los defiendan de los poderosos y sus actitudes que muchas veces, y esta es lamentablemente una realidad palpable en lo cotidiano, lo terminan perjudicando.

La lógica indicaría que quienes detentan el poder en sociedades democráticas, deberían hacer lo posible y lo imposible para que ese ser ignoto y desconocido, tuviera como recompensa a su aporte silente pero efectivo, un compromiso por parte del poder que le garantice un mejor vivir. Eso sería lo ideal, lo razonable. La realidad, indica que esto no es así.

El poder no siempre, o pocas veces, hace en favor del conjunto y muchas veces, o siempre, trabaja y se mueve sólo en su propio beneficio. Esto es lo que viven los ciudadanos de a pie de manera constante por eso es que necesitan que alguien lleve su voz de queja, de reclamo, de bronca y de hartazgo hasta los palacios donde el poder se enseñorea y se desplaza día a día.

Esa encomienda es la que, de manera simple pero precisa, el hombre común, el ciudadano de a pie, le entrega al periodista. Le pide que lleve su voz hacia esos lugares, hacia esos cenáculos, hacia esos claustros, donde sólo se escuchan las voces complacientes de aquellos que repiten como una letanía, que todo está bien.

A eso, sin dudas, es a lo que se refiere el intelectual brillante de Camus cuando habla de abogados y fiscales entre el poder y el común. Esa debe ser su tarea. Llevar las voces de la queja, del reclamo y del pedido de explicación a los lugares donde, aparentemente, todo está bien. El periodista debe ser eso. No otra cosa. Una voz que sume miles de otras voces y las diga dónde y como corresponde. No se puede ser periodista y tener como alguien dijo alguna vez, un millón de amigos.

No se puede porque la verdad, como dijo sabiamente otro, siempre ofende.

No se puede porque la crítica al funcionario, por más que sea bien intencionada, molesta, no cae bien, y hasta es políticamente, incorrecta.

No se puede porque siempre serán más las cosas que están mal que las que están bien y cuando hagamos referencia a ellas, siempre alguien se molestará.

No se puede porque si dejamos de decir y reclamar por las cosas que andan mal, podremos ser cualquier cosa pero habremos dejado de ser periodistas.

No se puede porque ese es nuestro compromiso y nuestro acuerdo con la sociedad que nos aceptó en ese rol, el de periodistas.

No se puede porque si un día dejamos de hacerlo habremos traicionado a todos pero por sobre todo a nosotros mismos.

Gabriel García Márquez definió este oficio o esta profesión como la más maravillosa del mundo y coincido plenamente con el enorme “Gabo”. Este es un laburo de más lágrimas que risas, como muchos otros, pero este tiene una magia especial, un plus, que sólo el que es periodista, el de verdad, lo siente bajo la piel.

“Chango, a quien molestaste hoy con tu columna”, preguntaban los viejos periodistas a los más jóvenes en las antiguas redacciones. “A nadie, no molesté a nadie”, era la respuesta del escriba joven y entonces el veterano, en medio de la nube de humo del enésimo cigarrillo negro le decía: “Ah, si no molestaste a nadie entonces dedicate a otra cosa Chango porque le erraste al oficio. Si no molestaste a nadie con tu columna, entonces Chango, vos no sos periodista”.

Lapidaria respuesta y enorme enseñanza que se “dictaban” en las viejas redacciones de los medios gráficos. Al poder le molesta el periodista molesto. Lo ideal, para ellos, sería que les digan que todo está bien. A nosotros también nos gustaría decir lo mismo. Lo lamentable es que la realidad muestra otra cosa. Ante esto, nuestra obligación es decirles lo que en verdad pasa u ocurre, aunque al poderoso, al funcionario, o al que manda le moleste, le incomode o le provoque una úlcera.

Ese es nuestro laburo, es nuestra obligación y nuestro compromiso social. “Chango si hoy no molestaste a nadie con tu columna, dedicate a otra cosa”, dijo el viejo periodista. Quienes nos dedicamos a esto, deberíamos tenerlo en cuenta todos los días y si no, dedicarnos a otra cosa. Otro 7 de Junio, otro Día del Periodista, otro día para celebrar la Libertad, aunque a algunos poderosos, esto… les moleste.