La presente nota forma parte del libro Notas Desparejas de Carlos Saravia Day, publicado en el año 2009. El texto, escrito hace varios años, se proyecta intacto hacia nuestros días y recobra vitalidad con motivo del Día del Periodista celebrado este 7 de Junio.

Por Carlos Saravia Day

La prensa, cuarto poder se decía, es el poder por antonomasia hoy en día. Si Arquímedes pidió una palanca para mover el mundo, esa palanca es la prensa diaria que informa, forma y deforma la opinión pública, hoy tan contingente y efímera, porque un diario nace y muere en el día como la mariposa recién salida de la crisálida, está en constante resurrección.

    No hay diario más viejo que el del día anterior.

    Si la prensa hizo el mundo o lo deshizo lo dirá el mañana.

Pero recordando hoy al periodista en su función y en sus límites, se reconoce que su tarea consiste en apoderarse de la opinión pública y estar sujeto a los límites de su propia conciencia. (Es el único derecho constitucional no reglado). Por eso es que no hay delito de prensa, sería lo mismo que hablar de delito de opinión lo que equivaldría, a la postre, a censura. Sino que hay delito a través de la prensa –y que se reduce a las calumnias e injurias- cuando éstas se propalan por un medio de comunicación masivo. Este derecho excepcional que la sociedad reconoce al periodista tiene como contraprestación la obligación de veracidad, la que no resulta suficiente. Un periodista es además de veraz, un narrador, tiene que relatar sucesos y también difundir doctrinas. La facultad narrativa no se adquiere en ninguna escuela por aquello de que lo que “Quod Natura non dat, Salamanca non presta”. Ya lo dijo Shopnehauer: “No se enseña a tener talento” y esto con perdón de las facultades que enseñan periodismo. ¿Se puede enseñar a ser periodista, político o gobernante? ¿Qué centro de estudios nos puede enseñar a ser leídos o escuchados o a concitar la adhesión de multitudes?

Por lo general los periodistas son autodidactos y han estudiado en la universidad del universo, como los políticos son especialistas en generalidades.

El periodismo es un arte muy especial y de difícil definición, al periodista la musa le besa la frente y Minerva rige su pluma.

El espíritu de observación, el afán inquisitivo, y cierto y extraño repentismo que requiere del golpe de vista (ictu oculis), para poder apoderarse de los hilos del argumento para después tejerlo en cañamazo descriptivo, a lo que hay que agregar el método fácil del léxico llano y el comentario no desprovisto de Ironía y gracia.

En menos palabras, tiene que combinar las cualidades de escritor y periodista. Al periodismo así cultivado aludía un Papa diciendo: “Me ayuda más un buen periodista que muchos predicadores”. Así se tome el periodismo en el sentido más cáustico o mal enderezado, es de una moderación llamativa si se lo compara con las tremolinas de los políticos, donde la verdad muchas veces queda relegada y cede ante la búsqueda del poder.

Hay un tipo de periodismo, el de oposición, que es el que reconoce el linaje intelectual más ilustre. Uno de los primeros decretos de la Junta de Mayo ordenaba la creación de “El Censor”, periódico de oposición que el propio gobierno se encargaba de financiar. Así nació la libertad de prensa de la mano con la patria. Mariano Moreno, el primer periodista, le tendía ayer la mano fraterna al diario opositor, haciéndolo sin condición.

En el Día del Periodista, la Secretaría de Prensa del Gobierno de Cristina Kirchner publicó una solicitada en la que sostenía “los aprieta en un abrazo” en su día, según rezaba el texto que se desvanece en la ironía de mal gusto. ¿Es el abrazo del oso, y el apriete de la boa constrictora? La valiente respuesta de los hombres prensa no se hizo esperar en aquel entonces.

Aquí en Salta, en un momento la libertad de prensa fue negada cuando se clausuró el diario “El Intransigente”, y su director fue a dar a la cárcel de Villa Las Rosas por defender el derecho de expresión. David Michel Torino fue periodista íntegro y de alto vuelo.

“En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”, como lo testimonia el texto sagrado y así eligió expresarse el Espíritu Santo y una permanente tentación del poder.

Capítulo especial merece la TV, que ha desplazado a la prensa oral y escrita. Hoy día son más los televidentes que los escuchas y lectores. Se sacrifica todo en homenaje a la celeridad y por saber las cosas cuanto antes, las sabemos mal. En lugar de mostrarnos los sucesos del día en lo que tienen de permanente, nos enseñan, por el contrario, las cosas más permanentes como meros sucesos y se pierde la perspectiva moral de la información.

La tiranía del tiempo pesa menos en el comentario radial y en la prensa escrita, desde el momento en que el primer periodista pensó con el buril sobre la piedra, después con la pluma de ave en los pergaminos, hasta llegar a la tecla que da sentido al papel deleznable.

Las técnicas cambian, sólo el periodista permanece.

Fuente: Cadena365