Los habitantes de La Isla, en Vaqueros, denuncian nuevos aprietes por parte de Pablo Torrejón y sus empleados. Piden que la fiscal se pronuncie con velocidad en el caso y decida quién debe ocupar las tierras antes de que las amenazas acaben en atentados. (Federico Anzardi)
La situación en La Isla, en Vaqueros, donde familias campesinas denunciaron aprietes y amenazas por parte de Pablo Alejandro Torrejón, el hombre que asegura ser el propietario de las 77 hectáreas que conforman la zona, se encuentra en una tensa calma que pareciera estar a punto de quebrarse y derivar en hechos aún más graves.
Los habitantes del lugar intentan organizarse pero el miedo los paraliza. Ruegan para que la fiscal Gabriela Romero Nallar levante la medida de no innovar, ordenada a principios de abril y esperan que la Policía intensifique los controles.
Los hechos -desde la implementación de tal medida- no han trascendido por una decisión de los habitantes de no empeorar la situación. Pero la calma se agota: las amenazas, aprietes y denuncias continúan y ante la aparente quietud de la Justicia, los vecinos de La Isla se preguntan qué va a suceder si las cosas siguen igual.
En la última semana se vivió un momento que involucró amenazas con armas de fuego. Torrejón, quien se instaló a principios de marzo en el terreno de la familia Pacheco, que habitan el lugar desde hace cuarenta años, se mueve por la zona con empleados que cumplen turnos semanales de apriete.
“Nos sentimos como rehenes. Dicen que ellos son los dueños. Viven agrediendo. Quieren que nos vayamos, que no demos más y nos vayamos”, contaba Mirta de Pacheco a este semanario a principios de abril. El desarrollo de la situación, a tres meses de iniciado el conflicto, pareciera darle la razón.
Con estos sucesos, la medida de no innovar, dictaminada por Romero Nallar el 1 de abril, no se estaría cumpliendo. Torrejón tiene orden de no agredir ni amenazar a los Pacheco. Tampoco a algunos de los pequeños productores de Vaqueros y La Caldera que formaron parte del conflicto al intentar defender a la familia. Sin embargo, los testimonios dicen lo contrario.
Los habitantes de La Isla aseguran que a pesar de que la medida también prohíbe la entrada y salida de personas ajenas al conflicto, los empleados de Torrejón van y vienen por la zona. Todo pareciera ser un cóctel que se mezcla lentamente y que va a derivar inevitablemente en un suceso que puede ser grave e irreversible.
Los hechos
Los testimonios recogidos en los últimos días muestran que las denuncias efectuadas en la comisaría de la zona por parte de los habitantes de La Isla no han sido tantas como los incidentes. Esto se debe a la presión psicológica de los intrusos y al desgaste producido por el nulo efecto que tienen las denuncias.
Se supo que en una noche reciente, once personas armadas con machetes se dispersaron por el campo de los Pacheco, de diez hectáreas, en una actitud que se ha repetido y se ha denunciado en la policía, que hasta el momento sólo ha realizado tareas de control.
Los integrantes de las diferentes familias que habitan La Isla han sufrido malos tratos sólo por caminar por el lugar. Los matones de Torrejón indagan a todo aquel que transita por la zona y se muestran y presentan como los dueños celosos de todo aquel que irrumpa en sus dominios. También se han cortado candados y bloqueado acequias que abastecían viviendas.
En la última semana se produjeron encontronazos donde se vieron armas de fuego. El temor es creciente.
La usurpación
La Isla está a dos kilómetros de la ruta que atraviesa Vaqueros. El miércoles 30 de marzo comenzó la peor parte del conflicto después de tres semanas de usurpación, amenazas y silencio. Ese día se produjeron incidentes entre los empleados de Torrejón, los Pacheco y otros productores de la zona.
Según la primera denuncia realizada, Torrejón y tres hombres más golpearon a uno de los hijos de Pacheco y a Jan Correa, presidente de la Asociación de Pequeños Productores de La Caldera. Los Pacheco relataron que los hombres del tráiler contratados por Torrejón intensificaron los aprietes desde que ingresaron a la finca una mañana de sábado en la que no había nadie en el lugar. A la rutina diaria de amenazas, alcohol y asados, agregaron intimidaciones, como pararse firmes junto a los ranchos y observar todo en silencio, de frente a la familia. También burlas, cuchillos y machetes afilados a simple vista.
Los Pacheco aseguran que Torrejón se presentó con un boleto de compraventa que no tiene validez. “Lo que pudimos averiguar de este señor Torrejón es que compra terrenos en conflicto. Nuestro terreno está en litigio pero él le dice ‘en conflicto’. Viene, se mete, después te intimida y te saca. Le hace eso a los pequeños productores. Porque todos los pequeños productores de Salta están en la misma situación que nosotros”, aseguraba uno de los Pacheco a Cuarto Poder, en un artículo publicado el día 2 de abril.
Un Acta de Constatación firmada por el Juez de Paz de Vaqueros, Eduardo Serfaty Arias el 11 de septiembre de 2007, asegura que los distintos miembros de la familia Pacheco viven y trabajan allí desde mediados de la década del setenta. El veinteañal, que adjudica las tierras a quienes puedan comprobar que la poseen ininterrumpidamente al menos desde hace dos décadas, está en proceso, según informa la familia.
El miércoles 30 de marzo, después de la agresión a Correa, el hecho tomó estado público a través de los medios y las redes sociales. Hasta entonces, la Policía no tomaba las denuncias realizadas por los Pacheco.
El jueves 31 de marzo a las tres de la tarde, dos horas después de haber sido advertidos, diez matones de Torrejón avanzaron frente a unas ochenta personas y periodistas convocados especialmente por los productores de la zona. El intendente de Vaqueros también estaba presente.
Tras el episodio, el conflicto se convirtió en una causa civil, por la usurpación, y penal, por las amenazas y las agresiones.
El futuro
La situación ha provocado un cambio en la vida de los Pacheco. El matrimonio vive de changas y de pensiones, además de la ayuda de algunos de sus catorce hijos.
Los cultivos que producía en el campo se han visto interrumpidos desde el inicio del conflicto. Los Pacheco viven al día y con un nivel de nerviosismo creciente por la irrupción de Torrejón, quien instaló un trailer a menos de veinte metros de la precaria vivienda.
En el trailer suelen vivir tres empleados de Torrejón que se renuevan todas las semanas y que no hacen demasiado: se limitan a cuidar el lugar que su patrón reclama y a apretar a todo aquel que decida cuestionarlos. No han vuelto a agredir físicamente, pero se sabe que algunos golpes psicológicos son más fuertes que una trompada.