Pasaron buena parte del día reunidos con sus colaboradores para analizar las estrategias; además de sus exposiciones, prepararon respuestas y contraataques.

Cada minuto cuenta. Para ensayar argumentos y retruques, pulir detalles de la estrategia y hasta para descansar todo lo que se pueda antes del duelo. Tal como habían previsto, Daniel Scioli y Mauricio Macri dedicaron buena parte del día de ayer a prepararse para el debate que mañana a la noche, durante una hora y media y por los cinco canales de aire, los tendrá frente a frente por primera vez como candidatos a presidente, una semana antes de la batalla final en las urnas.

Las oficinas porteñas del Banco Provincia y el auditorio de la sede del gobierno de la ciudad de Buenos Aires en Parque Patricios fueron los escenarios de las reuniones. En los dos casos fueron varias horas de ensayo general matizadas con sándwiches y gaseosas.

Scioli se encerró con el anfitrión, Gustavo Marangoni; con su jefe de Gabinete, Alberto Pérez, y con el secretario de Comunicación Pública bonaerense, Juan Courel. Los dos primeros se turnaron para «hacer» de Macri en simulacros de intercambio con el gobernador bonaerense.

Repasaron los argumentos para los cuatro grandes ejes fijos del debate (desarrollo económico y humano, educación e infancia, seguridad y derechos humanos, y fortalecimiento democrático), pero sobre todo prepararon las réplicas y las preguntas y repreguntas de Scioli frente a los argumentos de Macri.

La línea argumental será la misma que el candidato del Frente para la Victoria empezó a desplegar en las últimas dos semanas. «Hay dos caminos. Uno que va para adelante y otro que vuelve para atrás. Eso es lo que vamos a discutir el domingo y lo que está en juego en las elecciones», repitió ayer durante un acto con ferroviarios en Retiro.

Aunque el sciolismo mantiene el hermetismo en torno de la figura y la actividad desplegada por el asesor político español Yago de Marta desde que aterrizó en Buenos Aires, se sabe que ya está activo y sigue de cerca la previa del debate para aconsejar al gobernador.

La confrontación de «modelos» será el eje de los razonamientos de Scioli. Incomodar a Macri, obligarlo a reaccionar y salirse de libreto, los objetivos. «Scioli tiene muy clara su visión de país y la visión que Macri no le quiere contar a los argentinos escondido detrás de consignas vacías como «revolución de la alegría»», graficó ante LA NACION uno de los participantes de la reunión de ayer.

En la otra vereda, el ensayo general de Macri duró nueve horas y sólo se interrumpió para el almuerzo, único momento en el que los participantes se separaron.

En el anfiteatro estuvo el elenco estable: el secretario de Gobierno porteño, Marcos Peña, y el secretario de Medios, Miguel de Godoy. Se les sumó Jaime Durán Barba.

Macri repasó sus exposiciones sobre «pobreza cero, derrotar al narcotráfico y unir a los argentinos», según sintetizó a LA NACION un integrante de su equipo de campaña. También ensayó respuestas a las preguntas que podría hacerle su rival. A diferencia del debate del 4 de octubre, del que Scioli no participó, habrá tiempo para que los candidatos intercambien preguntas.

En el macrismo ayer se jactaban, justamente, de la «experiencia» de Macri en debates como diferencial frente a Scioli. De hecho, así explicaron el hecho de que Macri no vaya hoy a recorrer el auditorio antes de la cita. Tampoco Scioli tenía previsto hacerlo. «A la Facultad de Derecho nosotros ya fuimos. Ya conocemos bien el lugar. Acá la novedad es Scioli», azuzó.

Macri sólo interrumpió la reunión de ayer para recibir a Tomás Cubelli, medio scrum del seleccionado argentino de rugby. Hoy retomará la campaña junto con María Eugenia Vidal, infaltable al lado suyo desde que ganó la gobernación bonaerense. Macri encabezará un «acto 360», como todos en el mundo Pro ya se refieren a las presentaciones montadas sobre un escenario circular que Macri recorre como si fuera un pastor electrónico.

Lejos de esa lógica de círculo, el debate de mañana los mostrará a la misma altura, pero decididamente enfrentados.

Fuente: La Nación