Por Alejandro Saravia

En la primera fila de Ferro, donde se relanzó Cristina Fernández de Kirchner, estaban sentados Leopoldo Moreau, Martín Sabbatella, Verónica Magario, Fernando Espinoza, Roberto Baradel, Horacio Verbitsky, Alberto Samid y Mayra Mendoza, quien portaba un cartel pidiendo por la libertad del ex vicepresidente Amado Boudou. ¡Mamita… qué medio campo!

Ahora, quien posibilitó esta rentrée fue el actual gobierno de Cambiemos, más específicamente los estrategas de Mauricio Macri. Es decir, él mismo, Duran Barba y Peña. Fue y es tan torpe la jugada que hasta se abre la posibilidad impensada de que cobre realidad la pregunta que Jorge Asís le descerrajó a Alejandro Fantino durante una de sus charlas semanales en el programa Animales Sueltos: ¿y si la doctora les gana?… Pregunta que le reiteró a Luis Novaresio en uno de sus reportajes. Pues bien, ¿y si Cristina gana las elecciones en el año próximo? Con este panorama de inversiones extranjeras ni hablar, aunque bueno es recordar que después de Martínez de Hoz y Menem nuestra economía está desnacionalizada en un 60%, la de Brasil en un 25%. Por eso, y no sólo por los ahorristas argentinos que huyen de la inflación, es que está dolarizada nuestra economía. De aquellos polvos, estos lodos…

Esto que era de ciencia ficción política se vuelve de una torturante eventualidad por responsabilidad del actual gobierno. Por jugar la chiquita, el juego chiquito, se puede quedar sin la grande, es decir, sin el bronce. Y ¿qué es el bronce? Pues, romper el empate hegemónico en el que estamos sumidos desde hace demasiado tiempo. Ese empate que nos condena a estar empantanados, quietos, maniatados, mientras todo el mundo avanza. Había chances de romperlo, de armar un sistema político virtuoso, es decir, republicano por parte de todos sus jugadores. No, se hizo la jugada chiquita.

Los argentinos somos paradójicos. Y, como tales, nos mira el mundo entero. No quiero ser reiterativo pero viene bien recordar la clasificación de Paul Samuelson respecto de los distintos tipos de países: desarrollados, subdesarrollados, Japón y Argentina. No vale la pena explicar el por qué. Todos se dan cuenta del motivo.

En la pasada década, es decir, durante los doce años que duró el régimen kirchnerista, los argentinos perdimos una magnífica oportunidad, quizás única en nuestra historia, puesto que por primera vez los términos de intercambio nos favorecieron netamente. Dicen los que saben  que el flujo monetario que pasó por acá alcanzó una cifra extraordinaria: 700 mil millones de dólares. Ojo, flujo. Como para tener una dimensión de esa suma recordemos que el llamado Plan Marshall, destinado a reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial, insumió 13 mil millones de dólares en el año 1948. Sí, ya sé, la inflación… pero, bueno, recalculemos: ¿60 mil millones actualizados? ¿Cien?

¿¡Cuántos Planes Marshall nos engullimos nosotros sin siquiera pavimentar nuestras rutas, hacer nuevos puertos, aeropuertos, ferrocarriles, cloacas, agua potable, etc., etc.!? Es decir, recapitalizarnos. Al contrario, nos descapitalizamos al pasar de exportadores de energía a importadores por una suma anual de 6 mil millones de dólares. La pobreza no se redujo a pesar de no hablar de ella para no estigmatizar; la marginalidad se mantuvo inalterada, aún más: se incrementó, como lo hizo el narcotráfico… y todo lo demás que ya se sabe, la salud pública, la educación, todo.

Ahora bien, si a pesar de ese desastroso gobierno, del berretismo que lo caracterizó  -anque la corrupción, obvio-,  todavía Cristina tiene la vigencia que tiene, ¿de quién es la culpa?… es claro: de quien la sucedió. Todo es tan bizarro que una de las frases más aplaudidas de su discurso en Ferro fue aquella en la que se preguntaba cuándo habían estado mejor, si durante su gobierno o ahora. Es evidente que durante la fiesta los enfiestados están fenómeno… el asunto es al día siguiente aguantar la resaca. El tema es que en lugar de señalar eso cuando asumió el nuevo gobierno intuyó que por el solo hecho de estar él, todo se iba a arreglar como por arte de magia. Error. Todavía se lo está pagando.

Se perdió una gran oportunidad en esa década, pero ahora también se perdió, o se está perdiendo en este momento, una gran oportunidad, como es la de lograr un consenso general acerca del rumbo que debe tomar nuestro país de acuerdo a sus ventajas competitivas. En otras palabras, de acuerdo a aquello para lo que servimos. Ese acuerdo sobre el qué debió acompañarse con otro acuerdo sobre el cómo, es decir, el respeto incondicional a las instituciones, a las reglas del juego. Si alguien roba tiene que ir preso. En todo el mundo se roba pero la diferencia está en que en los otros países van presos, acá no. Eso es la impunidad.

Miremos lo de Aerolíneas Argentinas. Pregunto: ¿por qué todos los argentinos tienen que bancar a los pocos que viajan, soportando el déficit de Aerolíneas? Porque es una aerolínea de bandera, es decir, sirve para equilibrar las diferentes regiones, mantenerlas comunicadas, vigentes y que no suceda como con la privatización/destrucción de los ferrocarriles que dejó muertos a los pueblos del interior que a través de él se abastecían y mantenían vivos. ¿Qué pasó al desaparecer los ferrocarriles que comunicaban el interior con las zonas centrales? Pasó el conurbano, es decir, uno de los problemas estructurales que debemos resolver antes de que explote todo. Ahora bien, si Aerolíneas, por lo dicho, es un servicio público, no puede ser objeto de huelgas salvajes como las que sucedieron a principios de mes que dejaron varados sin preaviso a 30 mil viajeros fuera de sus destinos o sus casas. Es algo elemental. 

Esta Argentina de los privilegios, de las corporaciones, de las impunidades, de las oportunidades perdidas, es la que debemos dejar atrás. Y para eso se debe gobernar, que es lo mismo que decir que hay que convocar, explicar y convencer. Y para eso se debe utilizar un instrumento indispensable, como es el Estado, una vez que se descubra para qué sirve, que no es precisamente ser un seguro de desempleo, y mucho menos mostrar esto como un logro cuando en realidad es el reconocimiento del fracaso. El objetivo no debe ser incrementar los subsidios a los desocupados o a los pobres, la cuestión es que no existan. 

El Estado debe generar el ambiente necesario  para que los habitantes del país en el cual él rige puedan desarrollar todas sus potencialidades. Fomentando, orientando, regulando, premiando, castigando. No puede ser que se lo tenga, como se lo tiene, cual un jarrón chino al que nadie sabe dónde poner ni qué hacer con él. O al que se utilizó, y se utiliza, para robar con impunidad. Hay muchas, demasiadas, fortunas hechas por funcionarios públicos que deben ser explicadas.

Frente a ese panorama, un conjunto de gobernadores se reunió para transfundir sangre a lo que se dio en llamar Alternativa Federal. Una jugada interesante que puede salir bien o mal, según como se muevan las piezas. Al menos le quita por un rato los titulares de los diarios a los otros dos. A Cristina y a Macri. Algo es algo. Aunque si las mueven bien pueden dar alguna sorpresa. Veremos.