El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, intentó tomar distancia del pésimo desempeño de sus apadrinados en la primera vuelta de las elecciones municipales del domingo. En cambio, se refirió a un supuesto debilitamiento de la izquierda y criticar el sistema de recuento de votos que rige en el país.

De los 13 candidatos apoyados por Bolsonaro para las alcaldías del país nueve fracasaron, dos consiguieron pasar a la segunda vuelta prevista para el próximo 29 de noviembre y solo dos fueron elegidos en municipios de nula proyección nacional. Su revés más notorio se produjo en San Pablo, la capital económica y financiera del país, donde su candidato quedó en cuarto lugar.

De los aspirantes a concejales que el primer mandatario brasilero apoyó solo una minoría salió victoriosa, entre ellos su hijo Carlos en Río de Janeiro, aunque perdió 36 mil votos que en 2016 fueron suyos. En la izquierda, partidos como el Partido Socialismo y Libertad y el Partido Comunista de Brasil, disputarán segundas vueltas en capitales estatales. Son ellos los que surgen como posibles alternativas y minan la hegemonía del Partido de los Trabajadores (PT), del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Bolsonaro está sin partido desde que rompió el año pasado con el Partido Social Liberal, se involucró muy poco en el comienzo de la campaña. Pero en la recta final y ante los sondeos desfavorables para sus aliados, inició transmisiones en vivo diarias en sus redes sociales que fueron cuestionadas por contravenir las reglas de hacer campaña. El mandatario borró el domingo un post en Facebook en el que pedía apoyo a candidatos que en su mayoría fueron derrotados. Este lunes al arribar a la residencia oficial, Bolsonaro volvió a cuestionar el sistema de recuento de votos de la Justicia electoral, emulando a su admirado Donald Trump, quien sigue agitando la posibilidad de un fraude sin ninguna prueba fehaciente. «Precisamos un sistema de escrutinio que no deje dudas», declaró Bolsonaro al poner en tela de juicio el recuento de votos del domingo, que sufrió un atraso de unas cuatro horas respecto a lo que se preveía, aunque concluyó por completo durante la madrugada.

El Tribunal Superior Electoral atribuyó el atraso a unos problemas técnicos en sus sistemas informáticos, que durante la jornada habían sufrido un ataque de hackers que, de acuerdo a las autoridades, fue «totalmente repelido». De todos modos, a pesar de la demora respecto a la previsión inicial, en cuestión de unas ocho horas fueron escrutados los votos de casi 148 millones de electores de 5.569 ciudades del país, sin que se conozca hasta ahora una sola denuncia de fraude.