Luego que Twitter se llenara de chistes homofóbicos sobre la reflotación de una foto del dirigente y excandidato presidencial Nicolás Del Caño junto a su hermano, una nota aparecida en el suplemento Soy de Página 12 firmada por Alejandro Modarelli produjo que el dirigente de izquierda saliera a responder la misma. El autor allí se refirió al «tortuoso vínculo que mantuvo en el siglo XX la izquierda masculina tradicional con la homosexualidad»
La nota completa en cuestión fue ésta:
«¿Qué hay detrás del ataque homofóbico al dirigente del FIT?
Nicolás Del Caño: Los hermanos sean unidos
No hay abrazo tierno entre varones que, tomado por una cámara dispuesta a cruzar el Rubicón de la mala leche, no alcance a ser Trendic Topic (TT) en twitter, obviamente si uno de los dos es un diputado del PTS, famoso, joven, medianamente guapo en la escala Richter del ardor, y de estricta preservación de la intimidad como es Nicolás del Caño. Pero resultó que el compañero de caricias era su propio hermano, muy parecido, tanto que, de haber sido el amante, se lo podría haber acusado de insensato narcisismo. Porque la escena hacía imaginar una salida del closet del diputado en situación de espejo (2×1: “Del Caño sale con Del Caño”, bromeaban aunque el chiste era una realidad) o, jugando con significantes encandenados en idioma nativo, en algo así como una bucólica playera entre mariclones.
Vale decir que el ojo de la sociedad de fetichistas se quedó como quien lava y no tuerce: la idea del incesto era, para ellos, dejarse poseer por expectativas sexuales polimorfas incontinentes. Tan lejos, no. Sin embargo, ese ejército de foristas de las redes sociales, entrenados en obscenidades y en troleo político, se dedicaron, sin darle relevancia a la verdad, a militar con sacrificio digital el odio contra la presunta homosexualidad seborreica de Del Caño o, en su defecto o a la vez, en fustigar su pertenencia al campo revolucionario, pero más todavía a la dirigencia política (la acusación de parásito presupuestario es una de las más dilectas de la antipolítica, que es el pan diario de la derecha cuando no está en el poder).
“No nos reímos de la homosexualidad, sino de su aspecto”. “No atacamos la preferencia sexual de Del Caño sino que es un zurdo de mierda”. Alguna muestra de corrección política había que ofrendar, así se tratase de corrección diarreica, pero, sin engañarnos, lo que se constituyó tendencia fue una foto diurna en la que se hacía “casi” evidente que esos dos habían hecho de las suyas la noche anterior.
Así, izquierda revolucionaria, Congreso y homosexualidad (peluquería aparte, el pelo de Del Caño representa toda una afrenta a la ascesis del microfascista de interfaz) formaron el último sábado una catarata de tweets, retweeteos y respuestas en la jerga del pajarito. Hacía tiempo que no resurgía dentro del debate político, y sin otro origen que una interpretación falsa de una selfie, el tortuoso vínculo que mantuvo en el siglo XX la izquierda masculina tradicional con la homosexualidad. Ya se sabe: de Stalin a Castro, Del Caño tenía que hacerse cargo hoy de cada una las iniquidades antisexuales del socialismo real, y más aún si jugaba (¿o no jugueteaba?) con una teatralidad queer de afecto entre varones. Esto último, al menos para mí, no queda claro. Más aún porque la publicación coincidía, más o menos, con el Día de San Valentín. Si fuese así, estamos ante una exquisita provocación. Del Caño mudo.
El cariño acreditado por la imagen hizo emerger mierda de las cloacas homofóbicas del argentino medio. Lo que prueba que nuestras leyes están por delante, todavía, de cerebros que más que al acto homosexual, desprecian gestos de afecto no violento entre varones. Seguramente prefieren el scrum (aunque a los rugbiers ya estén hasta la pelota ovalada con la referencia), la camaradería de duchas, las despedidas de soltero o festejos viriles similares, donde se humilla a mujeres: existe una foto del expresidente Macri y amigotes echando champán a unas chicas casi desvestidas que no produjo el mismo escándalo o desprecio.
Dos textos recomendados para comprender la reacción del activismo homofóbico héterotwittero: uno de Michel Foucault que surge de una entrevista, De la amistad como forma de vida. Ahí el filósofo nos advierte a quienes buscamos adentrarnos en los sótanos mentales del homófobo que, en realidad, lo que le resulta a este insoportable no es tanto saber que dos varones han pasado la noche en posición de sodomíes, sino que al otro día se exhiban sin huellas de culpa, de la mano, como si nada hubiese transformado su universo subjetivo después de abrir sus orificios al amor irregular
Otra intervención reveladora la ofreció Pier Paolo Pasolini en Italia, mientras se debatía el permiso de visita sexual a los reclusos con argumentos de pánico a la homosexualidad: “¿Qué hay de malo en que los reclusos tengan también relaciones homosexuales; qué hay de malo en una relación homosexual?”, se preguntaba. Una relación así “deja a un hombre exactamente igual a como era. Como máximo le ha ayudado a expresar totalmente su ‘natural’ potencialidad sexual, porque no hay ningún hombre que no sea ‘también’ homosexual… y en el mejor de los casos habrá enriquecido su propio conocimiento de las personas de su mismo sexo” (La cárcel y la fraternidad del amor homosexual).
Ojalá hubiese sido cierto que el chico que acariciaba a Nicolás Del Caño fuera alguna pareja homosexual, permanente o circunstancial, porque eso, sin duda, demostraría su disponibilidad para vincularse pública y amorosamente con otros varones sin inmutarse por las consecuencias en las redes sociales. De todas maneras, ya lo dice la célebre humorada: que hablen bien, que hablen mal, pero que hablen».
En tanto Del Caño respondió la misma, aclarando algunas cuestiones mal señaladas en la publicación difundida en Soy:
En una nota publicada en Página 12, el periodista Alejandro Modarelli se pregunta “¿Qué hay detrás del ataque homofóbico al dirigente del FIT?” para reflexionar sobre las repercusiones en las redes de una foto con mi hermano del año 2012. Como bien señala Alejandro, se utilizaron prejuicios homofóbicos con el objetivo de hacer pasar un ataque político a la izquierda. No es la primera vez que asistimos a este tipo de operaciones y sabemos que no será la última. Al mismo tiempo, he recibido importantes muestras de apoyo, como las del propio Alejandro en su cuenta de Twitter el mismo día.
Sin embargo, y más allá de las intenciones del periodista, en la nota hay algunas inexactitudes que quisiera aclarar. La foto fue publicada en mi cuenta de Instagram hace más de un año y fue posteada con un comentario supuestamente gracioso el pasado viernes 14 de febrero por una persona que desconozco. Ni fui el autor de su publicación a propósito del día de San Valentín ni, por lo tanto, tuve el objetivo de sacar algún rédito político para que se hable de mí (lejos estoy de pensar “que hablen bien, que hablen mal, pero que hablen”).
Ese mismo día compartí tuits de varias personalidades que, al igual que el autor de la nota, salieron al cruce de esos ataques. Lejos de quedarme “mudo”, en la noche del sábado, día en que mi apellido fue TT por este “debate”, publiqué en mi cuenta la foto con un breve texto que decía: “Esta hermosa foto con mi hermano, que me encanta, llenó de odio Twitter. ¡La homofobia mata! Por suerte son muchxs lxs que repudiaron esos comentarios”. En Instagram y Facebook recibí miles de likes de apoyo y comentarios antihomofóbicos en su enorme mayoría. Siento humildemente haber contribuido a la defensa de la amistad y el amor entre varones, en el sentido de las muy interesantes referencias a Foucault y Pasolini que señala Alejandro en su nota.
Por otra parte, una importante preocupación que motiva esta respuesta, es que en la nota hay una cuestión que puede generar confusión (involuntariamente) en un terreno caro a mi tradición política. Alejandro señala en relación a muchos de los comentarios de quienes me atacaron en las redes que “hacía tiempo que no resurgía dentro del debate político, y sin otro origen que una interpretación falsa de una selfie, el tortuoso vínculo que mantuvo en el siglo XX la izquierda masculina tradicional con la homosexualidad. Ya se sabe: de Stalin a Castro, Del Caño tenía que hacerse cargo hoy de cada una de las iniquidades antisexuales del socialismo real”. Muchas veces quienes defienden el sistema capitalista como único horizonte posible intentan instalar un sentido común igualando el socialismo al stalinismo, tergiversando la historia real.
Ni yo, ni la corriente política en la que milito desde los 15 años tenemos una relación “tortuosa” con la homosexualidad. Tengo el orgullo de ser trotskista, es decir, formo parte de la corriente que defiende la Unión Soviética previa a la degeneración stalinista, la que, en sus primeros años y bajo la dirección de Lenin y Trotsky, eliminó la criminalización de la homosexualidad y cesó la persecución de los homosexuales.
En 1921, el médico Magnus Hirschfeld, organizó el Encuentro Internacional para la Reforma Sexual, reuniendo a científicos de todo el mundo que pusieron como ejemplo la legislación de la Rusia soviética, donde la revolución había eliminado las leyes zaristas represoras de la homosexualidad por ser “contradictorias con la conciencia y la legalidad revolucionaria”. En el “mundo occidental” supuestamente democrático, recién en 1990, la Organización Mundial de la Salud dejó de tratar la homosexualidad como una enfermedad. ¡Setenta años después que la Rusia de los bolcheviques! Entonces, ¿por qué debería hacerme cargo de las políticas de Stalin, de Mao Tse Tung o Fidel Castro, cuyos regímenes burocráticos fueron duramente cuestionados desde la izquierda por la corriente histórica a la que pertenezco? Cuestionamientos que llevaron a la muerte o a la cárcel (en la ex URSS, China o Cuba) a muchos de mis compañeros de causa. El trotskismo ha criticado esos regímenes por su política de conjunto; lo que incluye también la criminalización de la homosexualidad, en épocas en las que el movimiento de mujeres y el de la diversidad sexual no eran tan potentes como en la actualidad.
Hace una década, Ediciones del IPS –la editorial que impulsa mi partido- publicó el libro “La mujer, el Estado y la revolución”, de la historiadora norteamericana Wendy Goldman. Ahí está muy bien documentada la lucha política e ideológica del Partido Bolchevique, durante los primeros años de la Revolución Rusa, contra todos los valores impuestos por la burguesía y la autocracia zarista. En aquellos años se debatía cómo dar pasos en la liberación de la mujer, se cuestionaba el trabajo doméstico, las relaciones de pareja basadas en la subordinación de las mujeres al poder patriarcal y el matrimonio tal como era concebido tradicionalmente. Todos esos debates fueron borrados por años de estalinismo.
Agradezco la oportunidad, a partir de la nota de Alejandro, de clarificar nuestra posición histórica.