El peronismo –el orgánico y el desalineado– vive días de intensas negociaciones. El Presupuesto 2017 y las necesidades financieras de las provincias ocupan el primer renglón de las conversaciones, que incluyen y exceden al Congreso.

Es un tejido complejo para articular, a su vez, una fórmula de acuerdo con el Gobierno nacional. Los gobernadores tienen línea directa con el equipo de Mauricio Macri y un sistema bastante aceitado de representación en el Senado, que gira centralmente alrededor de Miguel Angel Pichetto. Más intrincadas son las cosas en Diputados: allí se multiplican los canales, aunque en su mayoría remiten a Sergio Massa y también a Diego Bossio. Esta última tanda de conversaciones, que se extenderá hasta noviembre, parece afirmar dos tendencias en la principal y heterogénea franja opositora: la primera, el lugar cada vez más relegado del kirchnerismo duro, y la segunda, el juego de conveniencias y a veces de tensiones entre los jefes provinciales y otros referentes con historia o presente en el PJ. Nada es líneal.

Hay, con todo, un punto en común: fuentes allegadas a varios gobernadores y hombres de peso en el entramado legislativo dicen que está claro que el Gobierno contará con el Presupuesto aprobado al final del camino de negociaciones. También parece enderezada la conversación sobre la reforma al piso y a las escalas del impuesto a las Ganancias, aunque falta ajustar números sobre el impacto presupuestario. Menos sencillo se proyecta el trámite de modificación a la ley de Responsabilidad Fiscal, para acompasar la baja del déficit de los distritos al ritmo que se imponga el recorte para el Estado nacional. Tarea complicada en la perspectiva del año electoral.

La realidad del Congreso impone diferentes interlocutores a los gobernadores, protagonistas de peso en la definición de todo este paquete de leyes, con el agregado de los nuevos reclamos vinculados con alguna mejora salarial de fin de año para las administraciones provinciales. En el Senado, el grueso de los jefes provinciales del PJ ha logrado alinear a sus representantes. Allí, además, Pichetto, el jefe de bloque, fue el primero en sintonizar con las modificaciones del poder interno y varios legisladores fueron girando su perfil hacia un peronismo que podría denominarse más clásico. Los K duros son minoría.

Diputados, en cambio, exhibe un panorama más complejo. El kirchnerismo continúa controlando el bloque bajo el cartel del Frente para la Victoria. Alrededor de la mitad de la bancada sigue actuando de modo vertical y en la otra porción se anotan comportamientos cambiantes según el tema y, en ocasiones, actitudes moderadas: hasta el jefe formal del PJ, José Luis Gioja, ha expresado a veces su disgusto. Está claro que es casi imposible para el oficialismo tender puentes de acuerdo, pero el punto, en la perspectiva peronista, es que también lo es para los gobernadores, que además buscan tomar distancia de las figuras salientes de la etapa kirchnerista.

En ese cuadro, es vital el papel del bloque que lidera Massa y, en menor escala numérica, de la bancada que responde a Bossio. Los caminos para los acuerdos, sin embargo, no son tan llanos como podría suponerse, por razones de competencia y, en algunos casos, por las dificultades que representa armonizar posiciones al mismo tiempo con los referentes del Senado.

“Los acercamientos a veces tienen que ver con el juego de presiones de los gobernadores sobre Macri”, dice sin vueltas una fuente massista. El líder del Frente Renovador explota esos momentos, frecuentes, de necesidad, pero también anota los desencuentros y chicanas de jefes provinciales que han hecho saber que no quieren darle a Massa el poder de interlocutor privilegiado, y menos aún único, para la negociación con el Gobierno.

Massa, por supuesto, mantiene el ejercicio de las conversaciones, por momentos en continuado. Tiene en agenda para los próximos días una cita colectiva, que se postergó la semana pasada. Y viaja a menudo al interior: las últimas escalas fueron en San Juan, donde se vio con el gobernador Sergio Uñac, y Misiones. Con todo, busca hacer equilibrio entre los gestos hacia el interior del peronismo y el cuidado de su frente, que decidió mantener con un perfil político más amplio.

En cambio, Bossio, el otro puente abierto en Diputados por afuera del kirchnerismo, apuesta más abiertamente al rearmado partidario. Mantiene contactos con toda la franja de gobernadores, desde Gildo Insfrán y Carlos Verna hasta el núcleo que busca presentarse como la “nueva renovación”, integrado por Domingo Peppo, Sergio Casas, Gustavo Bordet y Rosana Bertone, entre otros. Cerca de Bossio también registran el juego de conveniencias e incluso critican en reserva a algunos de los jefes provinciales por la “tibieza” para encarar una reestructuración del PJ.

El kirchnerismo busca incidir en este juego. Héctor Recalde, jefe del bloque en Diputados, conserva canales abiertos en el Senado, no tantos como antes, porque algunos referentes se han distanciado. En paralelo, operadores K intentan trabajar sobre gobernadores en cuyos distritos aún manejan espacios de peso legislativo condicionante. Pero ahí el partido empieza a ser otro: las inquietudes no pasan por forzar alineamientos a escala nacional, sino por lograr casilleros en las listas locales. Ya no hay quien llame desde Olivos.

Fuente. Clarín