Empezó el mundial y las encuestas dicen que cuatro de cinco argentinos tienen su atención puesta en Brasil. Los precandidatos que provienen del PJ apostaran a sellar alianzas que acrecienten sus chances en un escenario en donde Urtubey está a la defensiva, Romero con iniciativas y Miguel Isa empantanado. (Daniel Avalos)

La pelota mundialista empezó a rodar a nueve meses de las PASO provinciales. La circunstancia deportiva y la cercanía de la fechas para la presentación de las fórmulas, aconsejan a políticos como Urtubey, Romero e Isa a concentrarse en formas de intervención política de tipo subterránea. Es lo lógico. Saben bien que cualquier pistoletazo verbal que busque dañar el prestigio político del adversario puede terminar siendo una bala perdida y son conscientes de que el objetivo para este mes no puede ser desplegar el máximo esfuerzo para difundir propuestas de campaña al conjunto de la población. Lo que la etapa aconseja es otra cosa. Algunas superficiales y otras no tanto. Entre las primeras se encuentra la de mimetizarse con la euforia mundialista, declararse parte de la pasión del hincha y hasta de involucrarse, si es necesario, en esos debates sobre tácticas y estrategias futboleras que en este país casi siempre buscan batir al adversario.

Lo crucial, sin embargo, será otra cosa: cerrar alianzas estratégicas con candidatos y referentes que sumen a los votos propios, otras voluntades para la contienda electoral que se avecina. Búsqueda de aliados que lejos de representar una política de superficie, presenta todas las características de un tipo de política subterránea. De esas que para concretarse no requieren de grandes conjuntos de seguidores sino más bien de elementos escogidos, una especie de grupos comandos al servicio del candidato y que van en busca de objetivos claros y relacionados: acuerdos que tributen votos en el futuro y que en lo inmediato sirvan para acrecentar fuerza propia y desmembrar las fuerzas del adversario.

Colgado del arco

La conducta de Urtubey hasta ahora es de carácter estrictamente defensiva: no avanza en busca de nuevos aliados, sino que busca evitar que los adversarios abran fisuras en el bloque propio. La columna vertebral de ese bloque son los intendentes y el escenario fundamental el interior provincial. Para dimensionar la importancia de estos elementos, conviene recordar las cifras de las legislativas nacionales de octubre del año pasado. Las mismas dejaron en claro al oficialismo que la capital provincial es un terreno imposible de ganar, aun cuando se pueda mejorar los rendimientos. Y es que esas elecciones mostraron que dos de cada diez capitalinos optaron por el hermano del gobernador, aun cuando el propio Juan Manuel declaró, en los días previos al 27 de octubre, que votarlo a Rodolfo era votar por él. Sólo 54.215 voluntades (19,33%) acudieron al llamado sobre un total de 280.435 sufragios emitidos.

Si a esa magra cifra se le sumara lo que en aquella oportunidad recolectara el por entonces díscolo PRS, el total sería 69.547 votos. Casi un 25% que supera lo que alcanzó Olmedo en aquella oportunidad en la capital, pero que está por debajo de lo cosechado por Juan Carlos Romero (84.123 votos) y el mismo Partido Obrero (70.104 votos en la categoría senador y 80.320 en la categoría diputado).

En esa debilidad radica la decisión de Urtubey de no prescindir de ningún aliado, aun cuando estos representen eso que la jerga militar denomina “reservistas”. Esos a los que las comandancias prefieren no recurrir, pero que dados los nubarrones prefieren mantener a su amparo. Es el caso del PRS que, como se vio, aporta poco en capital, un par de puntos en el interior y unos buenos puntos en Metán, donde aquella vez se impuso en la categoría senador y diputado nacional aunque sin incidir en los resultados globales que fueron lapidarios para ese partido.

De allí que lo estratégico para Urtubey se encuentre en un interior que hace años le reporta el 70% de los votos oficiales. En octubre pasado volvió a ocurrir. De los 178.921 votos de Rodolfo Urtubey, el 69,70% (124.706 votos) provino del interior. Es más, el peso de distritos como Orán y Tartagal es tal que la suma de sus votos oficialistas (55.523 votos) fue superior a lo recolectado por el mismo candidato oficial en la capital: 54.215. La tendencia capitalina de dar la espalada al actual gobernador está lejos de modificarse. Sondeos manejados por el propio oficialismo indican que la imagen positiva de Urtubey apenas supera el 30% entre los capitalinos y que ese porcentaje es inferior al del propio Miguel Isa en el mismo escenario, y además están muy por debajo de la consideración de los capitalinos hacia Juan Carlos Romero.

Urtubey, entonces, requiere de actores cuyo radio de acción se encuentra en el interior: los intendentes y del Partido de la Victoria. Con respecto a esta última fuerza, es la que por fuera del PJ más votos aporta al oficialismo y la que controla con efectividad un distrito clave: San Martín. Fue allí donde ese partido garantizó el amplio triunfo de Rodolfo Urtubey con el 45% de los votos y donde, en la categoría diputados nacionales, el candidato de esa fuerza superó cómodamente al PJ. En esa fortaleza residen las manifestaciones de los dirigentes de ese partido como Sergio Leavy o José Vilariño que reclaman un lugar expectable en la futura fórmula electoral. Uno similar al que en otros tiempos correspondió a un PRS cuyo berrinche electoral del 2013, sólo sirvió para dejar en claro que la supuesta fortaleza electoral de Andrés Zottos y los suyos es pura pirotecnia.

Son los intendentes, sin embargo, los aliados de mayor peso para un Grand Bourg que sabe que reeditando acuerdos anteriores tiene posibilidades reales de triunfo. La capacidad para lograrlo es menor a la de otros años cuando una catarata de medidas favoreció a esos jefes territoriales. La lógica de ese acuerdo estratégico es fácil de resumir: los intendentes salteños transfieren su poder territorial-electoral al gobernador, éste retribuye el servicio suministrando mayores recursos y garantizando impunidad en el uso de los mismos. Lo primero se materializó desde el 2009 al 2011 con incremento de la coparticipación del Fondo Federal Solidario, descentralización de la ayuda social y el Fondo de Reparación Histórica que supuso cerca de mil millones de pesos para distritos claves como Orán y San Martín. La impunidad, en cambio, puede rastrearse en la lectura de los cientos de informes de la Auditoría General de la Provincia que prueban el manejo irregular de esos fondos, sin que ello conllevara consecuencia alguna para los intendentes.

Empantanado en Capital

Esa urgencia de Urtubey ayuda a explicar el empantanamiento de Miguel Isa. Un intendente capitalino que luego de la estruendosa derrota en las legislativas nacionales y provinciales del año pasado había logrado, con su lanzamiento a gobernador, darle nuevos impulsos a la tropa propia para convertir aquella derrota en una suerte decontratiempo lejano. Hasta ahí parece llegar la empresa porque la aspiración no logra provincializarse. Nadie sabe hoy de reuniones entre el intendente y sus pares del interior que vayan en esa dirección, tampoco de acuerdos con figuras provinciales que puedan sumar voluntades del interior al proyecto en una provincia en donde cualquier aspirante a la gobernación, requiere de un interior que representa el 57% de su padrón electoral.

Que Urtubey trabaje para mostrarle al eventual adversario que la ocupación de ese espacio es un imposible, es comprensible.Es lo que hace cualquier personaje que precisa no perder poder: trabajar para que la disgregación interna sea imposible y recurrir para ello a controles políticos y administrativos de todo tipo que Urtubey tiene al alcance de las manos por ser gobernador. Pero nadie parece dudar que el objetivo del gobernador recibe la colaboración de un Isa que parece carecer de audacia y ser víctima de indecisiones evidentes. Las razones de éstas son más difíciles de explicar. Puede obedecer a que los cálculos lo hayan convencido de que la audacia para modificar el escenario representaría simple temeridad; que esa conclusión haya apaciguado el propósito que alguna vez se presentó como profundo; o que efectivamente crea que sus chances dependen de que Urtubey parta a la arena nacional despejando el camino para sus propias pretensiones.

Lo último evidenciaría todo un límite. No tanto porque la lógica indique que un lanzamiento nacional de Urtubey sería una abierta aventura que no supone, necesariamente, que el gobernador abandone sus pretensiones re-re-eleccionistas; sino más bien porque dejaría al descubierto que un aspirante a gobernador abandona su destino político a las decisiones de terceros.  Algo que siempre puede retribuir ciertos beneficios, pero que casi nunca otorga, al que lo practica, una capacidad de liderazgo.

Una alianza lógica

Distinta ha sido la conducta de Romero. Sabe que el monolítico bloque de intendentes “U” ya no posee la solidez de otros tiempos; también que esa condición no le garantiza la posibilidad de sumar cabezas territoriales a su propio armado de jefes… aunque sin titubear fue al encuentro de algunos e irá al encuentro de otros valiéndose de la cobertura que le otorga su propio cargo: senador nacional.

Sin seguridades en torno acuerdos sólidos con algunos intendentes, sabedor de que su talón de Aquiles es el interior provincial; Romero precisa de un aliado que le permita mejorar la performance electoral en el interior y en distritos claves como Orán y San Martín. Alfredo Olmedo es la pieza que Romero desea. Una alianza más que factible porque cumple con los requisitos indispensables de toda alianza estratégica: coincidencia ideológica y conveniencia política. Lo primero puede resumirse fácilmente, porque después de todo el poderío económico de Olmedo fue posible porque Romero hizo como gobernador lo que Urtubey ahora continúa como administrador: una provincia que se desarrolla de espaldas a su gente por mirar al puerto que conecta a millones de toneladas de soja con el mercado externo.La cuestión de la conveniencia no es menos evidente. Una eventual formula convertiría en contundente el triunfo de la misma en la capital. Aunque la suma lisa y llana de los votos de uno y otro en capital no es lo que efectivamente va a ocurrir, el ejercicio sí sirve para evidenciar la potencialidad de la alianza: un 50% a secas, producto de la suma del 30% del ex gobernador y el 20% de sojero.

Lo crucial para Romero, como dijimos, radica en otro punto: el interior provincial. A diferencia de Urtubey que cosecha el 70% de sus votos en el interior, las últimas elecciones mostraron que el exgobernador sólo cosecha de allí un 44% (66.631 sufragios contra 84.123 que provinieron de la capital). Por si eso fuera poco, en distritos claves como Orán y Tartagal los resultados fueron tan pobres (13% en San Martín y un 16% en Orán) que sólo pueden explicarse por un tipo de memoria colectiva que lo identifica como la persona que destruyendo el norte petrolero, hizo de ciudades como Orán, Tartagal, Mosconi o la desparecida Vespucio, cunas de desocupados y escenarios de uno de los índices de cortes de rutas más elevados del país a principios de este siglo: 220 registrados entre 2001 y el primer cuatrimestre de 2002 (Osvaldo Ovalle del Centro de Estudios Nueva Mayoría, citado en Política y Cultura Nº10. Julio del 2005, pág. 13).

Una alianza Romero – Olmedo ayudaría a paliar el déficit electoral del interior en su conjunto y del norte en particular. Otra vez los resultados electorales de octubre del año pasado pueden venir a nuestro auxilio. Ellos muestran que Romero ganó en sólo cuatro departamentos de la provincia por fuera de la Capital (Cachi, Guachipas, La Caldera y Molinos). Número exiguo que podría incrementarse con una candidatura a vicegobernador de un sojero que hace menos de un año ganó en otros cuatro municipios: Cerrillos, Chicoana, Rosario de Lerma y Rosario de la Frontera. Distritos cuyo padrón electoral gira en torno a los 20 mil votantes, y que en tres de ellos el segundo fue el mismo Romero, por lo que puede aventurarse que una fórmula que reúna a esas personalidades cuenta con chances reales de triunfos contundentes.

No menos importante sería los potenciales resultados del norte. Descontando a San Martin, en donde el total de lo cosechado por el oficialista Partido de la Victoria supero la suma de votos de Olmedo, Romero y el Andrés Zottos, Orán se presenta como escenario expectable para cualquier fórmula que pretenda seriamente competir con Urtubey. Una Orán en donde Romero no logra hacer pie, pero en donde Olmedo disputó palmo a palmo la victoria con un Rodolfo Urtubey que llegó al 34% de los votos, contra el casi 32% del sojero.

Un Olmedo que, además, luego de haber tocado techo en cuanto aspiraciones individuales se refiere, sabe bien que cuenta ahora con sólo dos opciones: la primera consiste en reiterar la conducta de hace un año cuando, respondiendo a la estrategia del Urtubey de fragmentar el voto romerista, se lanzó solitariamente convencido de que el apoyo encubierto gubernamental le daba chances de vencer a Romero. Un tipo de conducta que ahora difícilmente se concrete porque la experiencia ha indicado que de hacer lo mismos no accedería a ningún cargo. De allí la segunda opción: subordinarse a las aspiraciones de Romero, acompañarlo como vice en esa fórmula, bregar por el triunfo de la misma y planificar la posibilidad de sucederlo en el cargo en un futuro no lejano.

Incertidumbre y certezas

La provincia, en definitiva, se encamina a una contienda electoral de gran incertidumbre porque nadie puede aventurar el resultado final de la misma. Lo indudable, sin embargo, es otra cosa: que registrando a los protagonistas del proceso, a los actores de las negociaciones y a los eventuales candidatos, uno se queda con la desalentadora certeza de que nadie es parte de fuerzas nuevas y originales, sino un reciclaje y cambio de fichas de las tradicionales. Esas que a veces pueden estar enfrentadas pero sólo coyunturalmente, porque en esa política lo permanente no son los amigos ni los enemigos… sino los intereses.