Eclipsados por la masividad de la huelga docente, 600 obreros del azúcar en Campo Santo se baten contra una multinacional peruana multimillonaria que ante conflictos con obreros del azúcar en Perú, mostró una crueldad inusitada. Un monstruo que se alimenta deglutiendo las condiciones de vida de los trabajadores. (Daniel Avalos)
La multinacional en cuestión se denomina Gloria S.A. y posee una subsidiaria -Corporación Azucarera del Perú S.A.- que adquirió el 60% del paquete accionario del ingenio San Isidro S.A. Los términos financieros de la operación nunca fueron conocidos, pero sí la operación que fue reseñada por un artículo del 13 de agosto del año 2011. El mismo fue publicado en el portal web “Diario de Fusiones & Adquisiciones” que desde el año 2010, “y con el aporte financiero de inversores particulares (…) analiza todas las transacciones que se realizan en todo el ámbito de Latinoamérica” (www.diariodefusiones.com).
Gloria S.A., como toda multinacional, es dueña de una voracidad insaciable que explica el origen del conflicto que ya lleva más de un mes e incluyó enfrentamientos, balaceras, denuncias penales y amenazas de todo tipo. Y es que, increíblemente, la medida de fuerza no se inició porque los trabajadores exigieran mejores salarios, sino por el reclamo para que la empresa se ajustara a las leyes argentinas que resguardan las condiciones de trabajo y regulan los vínculos entre empresa y trabajador: ingreso a planta permanente de 42 trabajadores que ya habían superado los doce meses de trabajo; elementos de protección, de higiene y seguridad; y fin de la exigencia patronal de plantar doce surcos diarios por obrero cuando la tarea se realiza normalmente en dos jornadas. Cada surco mide 100 metros.
La tolerancia de los trabajadores fue bastante amplia al respecto. La Comisión Directiva del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar San Isidro, mocionó ir a huelga el 10 de febrero pasado, pero ese mismo día acató la Conciliación Obligatoria. El armisticio, sin embargo, lejos de mejorar las cosas, terminó empeorándolas. Y es que, a partir de ese día, la empresa fue dando de baja a obreros del surco y a otros trabajadores de fábrica que habían tomado parte en los reclamos. No conforme con eso, la empresa decretó también el final de la temporada de plantación. El resultado está a la vista: desde el 4 de abril pasado se desplegó un conflicto que se tensa cada vez más, y en el cual, a las reivindicaciones originales, se les sumó la exigencia de que la empresa reincorpore a los obreros dados de baja.
La Familia y el monstruo
La multinacional peruana, insistamos, es como cualquier corporación de este tipo: respira beneficios y se alimenta de los intereses del dinero que siempre proviene de las condiciones de vida de los trabajadores, como así también del deterioro del medioambiente.
Con una historia que se remonta al año 1941, Gloria S.A. se inició con la fabricación de leche evaporada. Con una producción nada despreciable pero enfocada en el territorio incaico, su historia dio un giro en el año 1986, cuando una empresa familiar de transporte peruano -José Rodríguez Banda S.A.- adquirió el porcentaje mayoritario de las acciones. Uno de los líderes del clan es un hombre cuyo nombre recuerda a uno de los clásicos personajes de la literatura gansteril: Don “Vito”. Pero este Vito no es Corleone, sino Vito Modesto Rodríguez Rodríguez, el personaje que desde el 7 de mayo del año 2007 ocupa la vicepresidencia del grupo. La presidencia, mientras tanto, la ejerce su hermano: Jorge Columbo Rodríguez Rodriguez, un ingeniero industrial que ha cumplido el sueño de todo hijo genuino de una burguesía peruana que, dueña de poderosos medios de producción, alberga también un sentimiento de castas en donde la movilidad social parece una mala palabra en una país en donde una elite rica y reducida, convive con una clase media casi inexistente y una sobredimensionada mayoría de pobres con escasos derechos sociales y laborales.
El antes y después de Gloria S.A. se gestó en los 90´. La década en que el presidente peruano Alberto Fujimori declaraba su admiración por un menemismo argentino al que imitó en casi todo lo referido a la privatización de las riquezas nacionales y el encumbramiento de grandes pulpos económicos.
Gloria S.A. empezó entonces un proceso que en economía se denomina de “concentración” y “centralización” del capital. Lo primero se vincula con el proceso por medio del cual ciertas firmas económicas van copando una determinada rama de la producción. El proceso puede rastrearse en la página web de la propia corporación que en lo fundamental muestra que entre 1993 y 2005 fue acaparando numerosas firmas dedicadas a la producción de lácteos. La nómina incluye a una docena de peruanas y otras de Bolivia, Puerto Rico, Colombia, Ecuador e, incluso, Argentina, cuando en el 2006 culminó la construcción de las instalaciones de la Compañía Regional de Lácteos Argentina S.A. –CORLASA-, establecida en febrero de 2005 mediante la compra del 50% de acciones de lo que era Lácteos Santa Fe. Lo último también es característico de las multinacionales, las cuales, llegado un punto, consideran que los estados nacionales representan un obstáculo a su crecimiento e invierten en otros países.
Pero aparte de concentrar capital, Gloria S.A. también lo centralizó. Y es que, no conforme con tener incidencia en una rama determinada de la economía, expandió su presencia en otras ramas de la estructura económica. El proceso empezó también en los 90 cuando el grupo incursiona en los rubros de analgésicos, antiácidos y laxantes; consolida su participación en el transporte; lidera el mercado de helados, caramelos, chocolates, galletas, panetones; se inmiscuye en el mercado de cajas de cartón corrugado; aprovecha el proceso de privatización de empresas estatales impulsado por Fujimori y compra la empresa Cementos Yura S.A. de la ciudad de Arequipa y luego Cemento Sur S.A., ubicada en Puno (sur de Perú). A partir del año 2006, se introduce en el negocio del azúcar. La subsidiaria Corporación Azucarera del Perú S.A. obtuvo el 45% de acciones de la Empresa Agroindustrial Casa Grande S.A.A., que ubicó al Grupo como líder del mercado azucarero del Perú y consolidó la situación en mayo de 2007, al adquirir el 52% de acciones del Complejo Agroindustrial Cartavio S.A.A, previo aterrizaje en Salta cuando compra del 60% de las acciones del Ingenio San Isidro.
Un progreso extraño
Aunque se presentan como portadoras del progreso, las corporaciones como Gloria S.A. siempre terminan involucradas en experiencias cargadas de piquetes, plantas tomadas y marchas que, realizadas por los obreros, cuentan con el apoyo de los vecinos del lugar. Es lo que está ocurriendo en Campo Santo y es lo que ocurrió en la localidad de Cartavio en el norte peruano a fines del 2009, lugar en donde Gloria S.A. adquirió en el 2007 Complejo Agroindustrial Cartavio S.A. Expropiada por el Estado peruano a una firma inglesa en 1968, ese complejo industrial se convirtió en una cooperativa que duró hasta el año 1996, momento en que empezó el proceso privatizador que culminó en 2007 con el desembarco de Gloria S.A. Dos años después, en diciembre de 2009, la firma terminó envuelta en un conflicto. Alcanza con googlear las palabras “Huelga azucarera en Cartavio” para que los medios peruanos informen al respecto. Todo había empezado por reclamos de mejoras salariales y el pago de un bono que empresa y trabajadores acordaron por productividad para julio y diciembre pero la situación se tensó cuando la empresa despidió a tres obreros a los que acusó de atacar las instalaciones, destruir el cerco perimetral, incendio de oficinas y un saqueo del almacén que la empresa posee en el ingenio.
La reacción de la empresa fue letal: uso de armas de fuego por el que resultaron heridas seis personas entre las que se hallaba un menor de 10 años, y contratación de rompehuelgas que amedrentaban a los dirigentes obreros. La lucha sectorial devino en pueblada y la empresa mostró entonces su peor cara: anunció la clausura del hospital y ordenó el corte del suministro de agua a toda la localidad hasta que los trabajadores terminen con la huelga (http://reporterow.com/2009-12-22-Huelga-y-disturbios-en-cartavio).
Lo uno y lo otro son posibles en economías como la peruana en donde los denominados “enclaves agrarios o mineros” surgidos en el siglo XIX, controlados por el capital exportador, generaron históricamente zonas relativamente desarrolladas pero sin relación con el conjunto de la región. La situación provocaba que hacia el interior de las primeras surgieran normas que prescindían del sistema legal estatal y hasta instituciones que, dependiendo de la empresa, podían suministrar servicios que pudiendo extenderse al resto de la población generaban una situación de dominio de hecho sobre la misma. El control del agua, mientas tanto, también lo posibilitó la geografía andina de un Perú que, presentando una corta distancia entre la costa y las tierras altas, permite a los poderosos controlar el uso del vital líquido apropiándose de las tierras elevadas y desde allí regular su suministro. Condiciones, en definitiva, que posibilitaron al clan Rodríguez Rodríguez emplear la táctica del “sitio militar”, ese paciente y demoledor trabajo de privar al “provocador” de los recursos indispensables para la supervivencia para así disciplinarlo.
La población responsabilizó al presidente de la firma Gloria S.A., Jorge Columbo Rodríguez Rodríguez, de ser el ideólogo de la orden que provocó no sólo que los vecinos se plegaran a la lucha de los obreros, sino que también lo hicieron las autoridades comunales del lugar. Después del escándalo, la empresa decidió -26/01/10- donar el hospital al municipio. Si esa actitud respondía a planes de “racionalización de gastos” o no, es algo que nos sabemos. Lo que sí se sabe es que la empresa nunca renunció a la propiedad del agua que dice suministrar en forma gratuita, pero manteniendo para sí la propiedad de un elemento vital que el posibilita mecanismos de control sobre una población entera.
Campo Santo
El problema que Gloria S.A. parece encontrar que Campo Santo responde a características que han sido las señas de identidad de los sectores asalariados argentinos: la permanente aspiración de los trabajadores a un tipo de movilidad social que supone el acceso a servicios como la educación, salud, vivienda o ingresos razonables. Aspiraciones que explican también una fuerte tradición sindical a la que los empresarios peruanos suelen no estar acostumbrados. Mariano Ignacio Cuenca, secretario General del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar, no duda en atribuir la obstinación del grupo Gloria S.A. en este conflicto con el objetivo de desactivar al sindicato como entidad de representación de los trabajadores. Cuenca es por ahora el blanco de los ataques legales del grupo. A pesar de ser el hijo del Intendente municipal, en lo que va del conflicto ya fue objeto de 28 denuncias, 7 causas penales y un atentado con arma de fuego en su domicilio. Mientras tanto, la multinacional peruana ya fue objeto de cinco expedientes por incumplimiento de las normativas de trabajo, razón por la cual el Ministerio de Trabajo la multó por casi medio millón de pesos. Expte. Nº 64-135187/13: $184.800; Expte. Nº 64-54339/12: $ 84.000; Expte. Nº 64-135194/13: $ 15.200; Expte. Nº 64-161124/12: $ 125300; Expte. Nº 64-121158/12: $ 35.400.
Las corporaciones son así. Se declaran portadoras de una racionalidad que, sin embargo, está al servicio de un fin irracional: arrasar, someter, dominar, mercantilizar y explotar a hombres y mujeres que ven en el trabajo su modo de autorrealización. Son los riesgos de una provincia que ayuda a desarrollar capitales que, mirando al mercado externo, se desentienden de la vida concreta de los hombres y mujeres de carne y hueso. Eso, ni más ni menos, vuelven vigente al genial Eduardo Galeano que en su libro cumbre –Las venas abiertas del América Latina– denunciaba que el desarrollo atado al mercado mundial trae opulencia para unos y desgracias para muchos otros porque “cuanto más codiciado por el mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea.”
Tierra de multinacionales
El caso de Gloria S.A. no es el único vinculado a la industria azucarera. En Orán, la Seaboard también ilustra el poder de las corporaciones que se desplegaron por el mundo hasta llegar a una Salta cuyos gobiernos la reciben con los brazos abiertos y beneficios de todo tipo. El relato que la corporación hace de su propia historia en su web (www.seaboardcorp.com) lo confirma. Entre la compra de su primer molino en 1918 y el año 1966, sus esfuerzos se concentraron en expandirse por el interior del territorio estadounidense. Desde 1968 en adelante, en cambio, la Seaboard empezó a ubicarse en otros puntos del planeta.
El poder militar de EEUU corrió al auxilio de esos intereses y cualquier análisis histórico de ese periodo lo demuestra. El despliegue de las multinacionales yanquis corre en paralelo al despliegue militar de EEUU: un millón y medio de militares instalados en 119 países del mundo durante la década del 50; tratados militares que le permitían a EEUU intervenir en 48 naciones en esa misma década; 14 países en esos años que recibían ayuda bélica norteamericana, cifra que subió a 69 en la década del 60. Poder económico, político y militar, que disciplinaba a punta de intervenciones militares y golpes de estado a los gobiernos que, en nombre de sus pueblos, se oponían a esos intereses. Intereses, además, siempre dispuestos a apoyar a gobiernos dóciles que abrieran las fronteras a los nuevos conglomerados económicos, diseñaran un sistema legal que les facilitara el saqueo y que se autoimpusieran una pérdida de facultades a fin de no incomodar a los que ya se presentaban como los agentes del desarrollo. Por eso mismo surgió en ese mismo periodo el llamado desarrollismo. Definamos esa doctrina sin recurrir a la teoría y para ello recordemos los discursos de Urtubey cuando defiende a los capitales privados extranjeros: reconoce que efectivamente existen países centrales y periféricos; establece que su objetivo estratégico es lograr que la periferia arcaica que hoy somos, devenga en Estado moderno; para lograrlo, dice que hay que importar los modernos sistemas de producción del primer mundo; por eso, justamente, pone al estado provincial al servicio de esa materialización viviente de la modernidad que vendrían a ser las multinacionales, las cuales, al ingresar a este escenario, ayudarán a que nuestro idiotismo tercermundista devenga en civilidad primermundista.
Lógicas como esta explican el desarrollo de la Seaboard desde el año 1968. En ese año, su página web identifica el primer desembarco de la corporación en un país distinto al de EEUU: Sierra Leona. Un año después, ya tiene sede en Guyana. En los 70, Nigeria, Liberia y Ecuador le abren sus puertas. En los 80, el Caribe y América Central. En los 90 arriban, por primera y única vez, a nuestro país, adquiriendo el ingenio que alguna vez manejó con mano de hierro Patrón Costa: El Tabacal. Su presente es bastante impresionante: dieciséis sedes en trece estados norteamericanos, dos en Canadá, dos en México, una en Guatemala, dos en Honduras, una en Nicaragua, una en Costa Rica, otra en Panamá, ocho sedes en seis países del Caribe, catorce en el continente africano, dieciséis repartidas en ocho países de América Latina de los cuales una, lo dijimos, se encuentra en Orán. La ramificación por el planeta ha sido de tal magnitud, que la Seabord concluyó en 1983 que a su original actividad dedicada a la producción de productos porcinos (Seaboard Foods), debía complementarla con una compañía marítima que trasportara las mercancías de un país a otro. Es a lo que se dedica la Seaboard Marine con una flota de 40 barcos y 50.000 contenedores que unen, por mar, a EEUU con otros 25 países. Esas ventajas y el auge de los commodities, la arrojó luego a incursionar en la comercialización y procesamiento de granos. Al ingenio El Tabacal, su página web lo ubica en el rubro “Otros importantes negocios”. Dijeron que querían producir azúcar, pero resulta que, cuando el Estado nacional lanzó en el 2009 el programa que establece la obligación de incorporar bioetanol a los combustibles, la Seaboard pudo decir que sí, que, después de todo, en marzo de 2008 había creado el High Plains Bionergy, produciendo 120 millones anuales de biodiesel en una planta de Oklahoma.