Cuarto Poder estuvo con las comunidades indígenas que acampan frente al Congreso de la Nación esperando la promulgación de la prórroga de la ley 26.160. Hablamos con la referente wichí de Embarcación, Octorina Zamora, quien explica la lucha, cuenta su historia y califica a Urtubey de ser personero de Macri. (Federico Anzardi)

La ley 26.160 fue sancionada y promulgada en noviembre de 2006. Declaraba la emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades originarias del país. Suspendía todos los desalojos en los terrenos mencionados y otorgaba un plazo de tres años para que el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas realizara un relevamiento de la situación dominial de las tierras ocupadas por las comunidades.

Ante la lentitud del relevamiento, en 2009 se ordenó una prórroga por cuatro años que fue renovada en 2013. La semana pasada, la Cámara de Diputados sancionó una tercera prórroga que al cierre de esta edición esperaba la promulgación del Poder Ejecutivo. Hasta que Mauricio Macri firme, el campamento de las organizaciones y comunidades de pueblos indígenas instalado frente al Congreso de la Nación en septiembre seguirá en pie. Allí vive temporalmente Octorina Zamora, una de las militantes más reconocidas de los derechos indígenas. Es oriunda de Embarcación y representa a la comunidad wichí. Ahora está sentada en una silla de plástico de cara al histórico palacio legislativo.

Es un atardecer tranquilo en la zona. No hay protestas a esta hora. Las hubo más temprano. Ahora sólo hay corredores que dan vueltas a la plaza vestidos con ropas deportivas y personas que van y vienen en autos, subtes, bicis, motos y colectivos. El tránsito no para nunca aquí pero sin las (ya habituales) manifestaciones, la cosa parece estar serena.

A Octorina no le gusta hablar de sí misma. Se queda callada cuando escucha preguntas que indagan en sus actividades diarias en Embarcación, donde es una referente ineludible de los derechos de las comunidades aborígenes. Allí milita desde que tiene trece años. Mira con cara de “hablemos de otra cosa”. Prefiere evitar los personalismos, trata de focalizar en la lucha conjunta.

La lucha

“Yo soy de un colectivo (Tierra y Territorio) que se organizó en pos de solicitar la prórroga de la ley. El 7 de septiembre se tenía que tratar (la prórroga). Al final no la trataron, entonces, ante nuestra inconformidad, decidimos instalarnos en una carpa. El 23 de septiembre nos instalamos y logramos que el 27 de septiembre la Cámara de Senadores la apruebe por unanimidad. De allí había que seguir luchando por la otra media sanción”, comienza a relatar Octorina. Y sigue: “Por fin logramos que (los diputados) sesionen la semana pasada, el 8 de noviembre. Estuvimos en vigilia todo el día, acá, acompañados por diversos sectores. Logramos que ese día voten la prórroga por unanimidad. Una vez que eso está ahí girado para el Poder Ejecutivo son diez días hábiles”.

Esos diez días se cumplirán el próximo miércoles 22 de noviembre. Todo indica que Macri promulgará la prórroga, pero Octorina y el resto de los referentes prefieren no dar el asunto por hecho. “Tenemos miedo de que la veten, porque este gobierno siempre nos trae tantas sorpresas. Ante esa inseguridad e incertidumbre decidimos quedar acampando hasta que la promulgue el Poder Ejecutivo por cuatro años más”, aclara.

Ante la lentitud de los relevamientos, los representantes proponen una comisión de seguimiento “para que esta vez se llegue a puerto”. “Falta el setenta por ciento de las comunidades que hay en el país”, asegura Octorina, y pide que la comisión propuesta esté conformada “por los referentes indígenas que aman su tierra, que aman a su pueblo” y no por punteros políticos. “Que sean referentes indígenas de base que puedan supervisar el trabajo de los Equipos Técnicos Operativos, porque si no, dentro de cuatro años vamos a volver a estar acá y eso no es lo que nosotros queremos. Queremos que se termine el relevamiento o bien hacer una ley permanente, porque no podemos estar cuatro años acá. Necesitamos que se termine el relevamiento para poder trabajar con la ley de propiedad comunitaria, que es el próximo paso”.

Octorina cuenta que han llegado a ser casi cincuenta los representantes en el campamento. “Hubo un tránsito de pueblos en esta carpa. Tengo el honor de estar compartiendo con diferentes referentes indígenas de todo el país”, dice, y cuenta que desde la media sanción de Senadores, en septiembre, todos los días intentaron tener entrevistas con diputados para avanzar en la sanción. “Explicándoles, porque más allá de que sean diputados, la cuestión indígena por ahí no la consideran como algo primordial o importante así que teníamos que ir un poco a darles luz. Hay otros diputados que sí están bien informados sobre la cuestión indígena, por ejemplo Silvia Horne, la gente del Frente Para la Victoria, algunos de Cambiemos también. Pero hay otros que no tienen idea de la cuestión. Hubo una muy buena diplomacia, tanto de nosotros como de ellos. Porque nosotros también sabemos ser diplomáticos. Somos gente educada, buscamos un encuentro para los acuerdos. Acá sabemos que estamos poniendo el dedo en la llaga, porque nuestro reclamo es territorial. Cuando se habla de territorios vamos a la cuestión económica, los intereses económicos. Somos cuarenta pueblos en la Argentina, se hablan 16 idiomas, hay dos mil comunidades. Estamos solicitando un territorio que no llega al 8 por ciento de lo que es la República Argentina. La República Argentina tiene 200 años, nuestros pueblos son milenarios. Entonces, cuando hablamos de territorialidad y de reclamo no reclamamos todo lo que se apropiaron de nuestro territorio”, explica.

En las dos mil comunidades, según informa la representante, viven aproximadamente dos millones de personas. “Acá no estamos buscando trabajo, estamos reclamando la prórroga de una ley que es vital para nosotros. La ley vence el 23 de noviembre. Aun estando en vigencia se ha reprimido, se ha desalojado y se sigue desalojando. Sin la ley no quiero ni pensar. Va a ser una masacre. No tenemos que llegar a ese nivel. Por eso estamos acá jugándonos la vida por nosotros y nuestro pueblo”, insiste.

La relación de los referentes indígenas con los gobiernos no es buena. Octorina tiene críticas para la gestión de Mauricio Macri y para la de Juan Manuel Urtubey. Asegura que no es casual que el presidente haya visitado Pluma de Pato esta semana. “Justamente por ahí tiene tierras junto con Nicolás Caputo, entonces nosotros nos sentimos desamparados a nivel gobierno nacional, porque en el marco de este gobierno han reprimido, han desalojado y hasta tenemos un desaparecido como fue el caso de Maldonado, que lamentablemente hay que buscar la verdad y justicia para él. Fue un acto para hacer temer a los hermanos solidarios no indígenas que se acercan para luchar a nuestro lado”, dice.

Respecto al gobierno salteño, considera que “perdió el eje por el cual fue elegido”: “Creo que termina siendo el personero del gobierno nacional. Vemos un gobierno racista y lo vemos porque los Equipos Operativos sirvieron para apuntalar solamente a sus punteros políticos, como Luis Gómez Almaraz, que terminó siendo el ministro de Asuntos Indígenas, como si no fuera que hay indígenas en Salta. Hay indígenas pero que no concuerdan con esa política racista y discriminatoria, exclusionista de este gobernador. Como el IPPIS (Instituto Provincial de Pueblos Indígenas de Salta) no da abasto, está vaciado totalmente hace años, han creado Asuntos Indígenas. Y ahora mismo están cambiando con otra criolla (Edith Cruz, que asumirá al frente del Ministerio), como si nosotros no tuviéramos gente capaz de llevar adelante un ministerio. Entonces transan negocios con los referentes reconocidos, punteros políticos, y nos dejan de lado a nosotros, que buscamos el bienestar de nuestros pueblos”.

Me llamo Octorina

Luego de varios minutos de charla, Octorina afloja un poco la guardia y accede a hablar de su propia militancia. “Creo que todo es fruto de la lucha. Yo milito desde los trece años y eso me ha llevado, con la base de la educación de mis padres, la conciencia de mi familia, la educación. Yo vengo de una familia de shamanes, que siempre ha vivido perseguida por la iglesia anglicana, que nunca aceptó a la familia de los sabios wichí, a la familia de los shamanes, porque decía que éramos familia de brujos, entonces no se podían hacer las prácticas, no se podía darse a conocer porque si no nos echaban de la comunidad, en aquellos tiempos, cuando había mucha persecuciones, mucho racismo. Que te echen de tu comunidad era muy terrible. Entonces, como ha podido, mi familia ha resguardado esa religiosidad, esa parte tan valiosa, que hoy la llevo con mucho orgullo. Y hoy podemos hacer una prédica más libre de lo que somos. Ser religiosa wichí es justamente ser guardiana de tu pueblo, de tu territorio, de tu espíritu. Entonces las cosas que se hacen están complementadas”.

“Desde mi pequeño lugar pude dar a mi pueblo los primeros médicos -sigue-. No solamente para el pueblo wichí, también para los pueblos empobrecidos. Eso fue a partir del 2004, cuando le escribí al Comandante Fidel Castro pidiéndole una beca para mi hija. Estaba pidiendo becas al IPPIS, a otros organismos nacionales y nadie me daba una respuesta. Tenía conocimiento que Cuba estaba dando becas latinoamericanas entonces me tomé el atrevimiento de escribirle. Cuando recibo la contestación desde la embajada, que el Comandante había autorizado, me puse muy feliz. Entonces mandé a mi hija. Cuando ella vuelve en las primeras vacaciones, me habló que era muy hermoso poder seguir gestionando becas para otros, así que empecé esa relación con Cuba solicitándole las becas para los demás hermanos que querían formarse. Mi hija se recibió en el 2010, la primera médica wichí en 200 años de República y sin un peso del Estado. En el 2014, a cien años de la injerencia de la iglesia anglicana en Misión Chaqueña, se recibe la otra wichí. La iglesia anglicana jamás preparó un solo maestro, ni siquiera un enfermero, entonces el Estado cubano nos entrega a nuestros hijos formados. Ahora tenemos otro médico que está haciendo la especialidad en Salta. Tenemos médicos criollos empobrecidos en los parajes de Hickman, de Palo Blanco, de Lozano. No tuve oportunidad de estudiar una carrera pero sí considero que es muy importante tener una profesión, un título. Sobre todo en estos momentos en los que hay que hablar de igual a igual con el Estado, para que te entiendan. Entonces yo como wichí trato de tener los profesionales formados y con conciencia”.