Por: Kila Goza
Con las elecciones al caer, con el voto casi consumado y con la avioneta del circo interrumpiendo la siesta de los salteños, ya no hay mucho para decir al respecto. Y tratando de encontrar algún candidato que muestre verdaderamente el espíritu de Güemes, llegué a San Lorenzo, la ciudad cheta de los salteños.
Conocida como la “villa veraniega”, San Lorenzo siempre ha sido el lugar de refugio de las familias tradicionales salteñas, que encontraban allí “su lugar en el mundo”. No solo para pasar el fin de semana, sino también para inmiscuirse en la vida de los pueblerinos originales, a tal punto que, por muchas décadas eran elegidos intendentes, por el dedo o por el voto, aquellos que tenían su verdadera residencia en la ciudad capital. Pero un día la historia dijo basta y el elegido fue un oriundo de San Lorenzo, el poco bien recordado Prudencio Tito Mamaní, que, al mes de haber asumido, ya tenía su casa en la ciudad de Salta.
Hoy la cosa ha cambiado, pues la irrupción de loteos, countrys y barrios privados ha hecho del lugar la residencia permanente de numerosos salteños que han trasladado su vivir a la zona, en busca de la tranquilidad que la ciudad les quita.
Entre uno de esos nuevos habitantes, hace unos años se instaló en la comarca una salteña de pura cepa, pero que regresaba de vivir muchos años en la ciudad capital de los argentinos. Con pasado menemista y muy cercana al Carlos, recaló en la secretaría de Transporte de la Nación, acompañando en la gestión a otra salteña, la abogada Niky Thomas, formando parte de los cargos que solía conseguir el entonces Vicepresidente primero de la Cámara de Diputados, Marcelo López Arias. Fue en esos tiempos donde conoció al hombre de su vida, el ex gobernador de Tierra del Fuego, José Estabillo, con quien contrajo nupcias y mantiene a la fecha un matrimonio estacional, pues ella, como dijimos, se radicó en San Lorenzo y él, la visita periódicamente ya que mantiene sus negocios y funciones en la ciudad más austral del mundo.
Julieta Valencia (de grande se agregó el apellido materno Donat), después de pasar, según ella misma se encarga de asegurar, como secretaria privada y asesora de todos los varios presidentes que sucedieron a Carlos Saúl, coordinadora o asesora de diferentes ministerios, se instaló en San Lorenzo, donde mantiene desde su llegada una agitada agenda social, con fiestas pomposas de las que participan numerosos actuales y ex funcionarios. Devenida en mascotera, incursionó en el ámbito comercial de los pet shops, esos negocios bonitos donde se venden accesorios y comida para animalitos domésticos, a la par de gozar de contratos en la administración pública, tanto en San Lorenzo como en la ciudad de Salta. Por la misma época, recibió una “ayuda” del ex gobernador Juan Urtubey, de unos 24 millones de pesos para la construcción de un complejo de cabañas en algún lugar de la provincia. También pasó como directora de turismo del destituido intendente, pero con ganas de retornar, Kila Gonza, hasta coordinadora del programa de Relaciones Gubernamentales de la Municipalidad de Salta, nombrada por la actual Intendenta Betina Romero. Y desde hace un par de años, convertida en Comunicadora Social, en la conducción de un programa radial donde desperdigan las “voces sanlorenceñas” que se oponen a la gestión del actual intendente.
Y es desde la radio que un día apareció como candidata a intendenta de Juntos por el Cambio en desmedro de los antiguos militantes del espacio, casi como en su momento lo hizo Inés Liendo en la estructura salteña. Sin abandonar la impronta peronista, como tampoco los contratos laborales que Betinita le supo conseguir, la escultural Julieta se pasea por las calles de San Lorenzo, tratando de llegar al sillón municipal con festivales a pura cumbia y sorteando celulares, televisores y dinero en efectivo. En compañía de su marido, Julieta confía que el 14 será electa como la primera mujer intendente de San Lorenzo. Es de esperar que si eso ocurre, su mandato no termine como los de aquellos a los que dice haber acompañado, como Adolfo Rodriguez Saá o el mismo Kila, o tampoco suspendida, como le ocurriera a su esposo en Tierra del Fuego.