Damián Velázquez denunció haber sido detenido y torturado por seis policías en la comisaría del Barrio San Ignacio. La cana y sus buenas costumbres vuelven a ser noticia.

Los policías no paran de torturar presos, como si fuera una condición necesaria para ser parte de la fuerza, un rito de pasaje hacia la crueldad de la que ya no se regresa. El número de situaciones de tortura denunciadas seguramente no alcanza siquiera a dar cuenta del porcentaje real de situaciones que se repiten en casi todas las comisarías de los barrios de la ciudad. Parece que la policía se convierte en una inquisición que persigue travestis, adictos, portadores de rostro, etc. por el simple hecho de divertirse torturando un rato. Como quien transcurre una jornada laboral común y corriente, luego regresa a su casa y le da de comer a sus hijos.

Justo la tarde del 9 de junio, según relata Damián Velázquez, él se encontraba dándole de comer a sus hijos cuando la policía ingresó a su domicilio para llevarlo detenido luego de una denuncia por problemas familiares. Una vez reducido a golpes fue llevado a la comisaría del Barrio San Ignacio donde le aplicaron el tristemente célebre submarino y unos cuantos golpes más, antes de trasladarlo para la revisión médica donde dice haber sido víctima de las burlas del médico, “dijo que seguramente yo estaba borracho o drogado” relata Damián. Al final terminó pasando la noche en la Ciudad Judicial por una contravención.

Al respecto la encargada de presa de la policía, Marina Burgos, hizo lo que era previsible, sacó a relucir la maldad del acusador, a quien consideró como alguien no ajeno a los problemas legales y tal vez por esta razón merecedor de cualquier maltrato por parte de la ley.