De las ideas sueltas, propuestas y empellones que hay dando vuelta en la emergencia sanitaria que vive por estos momentos la ciudadanía, el debate sobre la modalidad de la comunicación es un asunto no menor. Incluso, lo dijo el politólogo Jaime Durán Barba, en su columna dominical de este fin de semana en Perfil que “los gobiernos deben contar con expertos en comunicaciones que son tan importantes como los médicos para que esto no se desmorone”.
Sin embargo, en la dirección contraria cualquier gobierno se podría encontrar con lo opuesto, de lo cual no están exentos los propios medios de comunicación. Es así que en medio de los apresurados ires y venires, el alboroto ante una situación mundial inédita, también pueden darse algunas dinámicas reaccionarias. Las que pueden ser direccionadas hacia algún medio en particular o hacia el ejercicio del periodismo y la libertad de prensa, en general.
De estos dardos con ponzoña, a este periódico le han tocado algunos en los últimos días, aún así que hayan sido disparados bajo el falso manto que sólo deben informarse decisiones gubernamentales, pero no así protestas populares que tienden a cuestionar las anteriores o pedidos para que sean rectificadas.
A la par de ciertas oleadas autoritarias, a poco de haber cumplido un año y dos meses de su formulación ante el gobierno anterior, dirigidas a restringir el trabajo de todos aquellos reporteros que no se subyuguen a doblar sus espaldas y aceptar que el Ejecutivo provincial los distinga como tales ¿O no responde a tal modalidad de cercenamiento a la libertad de prensa que el Gobierno provincial distribuya las credenciales entre los periodistas que, desde esta perspectiva monárquica, considera aptos para formular preguntas a sus funcionarios?
Desde tiempos ancestrales en que la necesidad de contar con una sociedad informada se hizo costumbre extendida, a finales del Siglo XIX y del Siglo XX, la identificación a sus periodistas siempre las ha dado el medio de comunicación, no la administración que se supone debe ser por éste controlada. A las diferentes versiones de los Ejecutivos, sólo les corresponde la “gentileza” de aceptarlas como válidas.
Sólo el dictador Juan Carlos Onganía, según recordó tiempo atrás el colega Juan Gonza, osó plantearse esta prerrogativa imperial que Balcarce 50 sea quien concentre la emisión de credenciales de prensa. Pero los sindicatos de periodistas rechazaron de plano esta pretensión, aún a riesgo de su integridad física.
En situaciones excepcionales, los corazones amplios pueden aparecer con tanto fulgor como la opacidad de las mentes minúsculas. Por lo cual estará en manos del gobernante y la sabiduría con la que actúe saber identificar por dónde circulan los virus y en qué lugar hallar los antídotos.

# Para una reseña detallada de aquellos tiempos bisagra para la prensa, recomendamos el artículo del periódico cordobés Comercio y Justicia, titulado “El vano intento de Ongania por controlar la prensa”, con firma de Silvierio Escudero.