Mientras unos rezan y otros planean el feriado del Milagro, Urtubey suma a Isabel Macedo a la campaña para que gane Andrés Zottos y gane él; Martín Grande deviene en quinta columna de Gustavo Sáenz y Sergio Leavy trabaja para quedarse con una banca que lo convierta en actor político de cara a 2019. (Daniel Avalos)
Las letanías del Milagro empezaron a retumbar en la plaza 9 de Julio y la circunstancia aconseja a los frentes políticos a sumergirse en una política de tipo subterránea. Es lo lógico. Cualquier pistoletazo verbal entre adversarios caerá mal en una semana donde la solemnidad y la piedad cristiana tiñen casi todo. Ni siquiera el enunciado de propuestas parece ser adecuada en una etapa que aconseja otra cosa. Algunas superficiales y otras no tanto. Entre las primeras se encuentra la de mimetizarse con la religiosidad del momento, declararse parte de la pasión del Milagro e involucrarse en ceremonias que exterioricen esa religiosidad.
Lo crucial, sin embargo, es aceitar las alianzas estratégicas para la contienda que se avecina y que tiene en la categoría diputado nacional una disputa con impactos considerables de cara al futuro provincial. He allí el carácter subterráneo de la política del momento que no requiere de una multitud de seguidores sino más bien de elementos escogidos, grupos comandos al servicio del candidato que van en busca de acuerdos acreciente la fuerza propia en octubre mientras paralelamente tratan de horadar las fortalezas del adversario.
El espectáculo
En el frente oficialista la estrategia está definida y es compartida sin fisuras. Todas las líneas y hasta el propio gobernador están convencidos de que éste último está destinado a salvar la Patria y que siendo dueño de energías fuera de lo común, él mismo carga con la campaña sobre las espaldas para que los salteños lo honren con un triunfo que le permita instalarse en la arena nacional. Así de desmesuradas son las expectativas y la autoestima “U” que convendría no subestimar porque las mismas ya se hicieron carne en un estado mayor conjunto que exige a los soldados multiplicar las iniciativas que permitan al mandatario mantener contacto directo con la población.
No se trata de poca cosa ni para el gobernador ni para su principal armador político -el ministro Juan Pablo Rodríguez- quienes como buenos seguidores de Jaime Durand Barba, pretenden multiplicar por mil las experiencias con vecinos de la capital y del interior para que grupos de 20 o 100 personas -convocadas por cualquier nimiedad- se encuentren de repente con el propio Urtubey y hasta con su esposa – la actriz Isabel Macedo – cuya presencia genera torbellinos de entusiasmo según algunos intendentes que aseguran que la inusual experiencia en barrios o pueblos del interior provincial, crea un impacto enormemente superior al de la publicidad o comunicación tradicional.
El fenómeno hunde en la desolación a quienes reivindicando la defensa de los grandes relatos que producen grandes propuestas, ven cómo una campaña concebida en formato espectáculo tiene más impacto mientras menos “ordenadas” y “normales” sean las puestas en escenas. El entorno más inmediato del gobernador ya planea incluso sumar a la propia Isabel Macedo a las caminatas que Urtubey realice en la capital salteña junto a Adrián “Chico Malo” Valenzuela, evidenciando no el cariño que el gobernador tiene por este sino el firme propósito del mandatario de presumir en octubre que también ha recuperado la Capital provincial para el oficialismo.
La estrategia oficial asentada en captar la emotividad de las personas -si gana Zottos es el salteño Urtubey quien podrá pelear la presidencia de la nación- más que la racionalidad de las mismas, no prescinde de movimientos más tradicionales que en lo fundamental se reducen a generar o aceptar el cruce dialéctico con los adversarios reales o imaginarios del gobernador. Acá sí la regla es otra: el Grand Bourg saca de escena al propio gobernador para que sean los candidatos y los funcionarios menores quienes hilvanen las propuestas de campaña que no entusiasman a nadie o ensayen defensas a la gestión provincial ante críticas a las que asocian con supersticiones sin fundamentos o a la coyuntura electoral que según el discurso oficial nubla la objetividad de quienes las emiten.
Nada va a cambiar tras las fiestas del milagro, cuando la campaña ya sea explicita. Urtubey seguirá mostrándose como el ajedrecista que desde afuera conduce el todo mientras los subordinados se sumergen en el barro del fuego cruzado con los adversarios. A lo expuesto sólo se sumará lo de siempre: el aparato. Esa maquinaria conformada por una intrincada red de senadores, diputados e intendentes que valiéndose de miles de punteros que hacen de correa de transmisión entre los planes de Urtubey y la propia gente son capaces de darle algún tipo de calor popular hasta al propio Andrés Zottos quien ya sabe que juega un papel secundario aunque, al menos, llegará al congreso de la nación sin invertir demasiado porque es el Grand Bourg quien pertrecha de recursos al proselitismo.
La quinta columna de Sáenz
Menos entusiasta es la situación en el macrismo salteño. Allí en lo único que todos coinciden es que la performance de Martín Grande mejorará y esa situación ya debe estar provocando una honda aunque callada preocupación entre quienes formando parte del entorno de Gustavo Sáenz intuyen el peligro que representa Grande.
Lo primero puede verbalizarse con relativa facilidad: el 18,3% de los votos que individualmente cosechó el empresario en las PASO se estirará en octubre por varias razones: la buena performance del macrismo nacional en agosto que genera una tendencia favorable para los candidatos de Cambiemos, el incremento del nivel de conocimiento del propio Martín Grande en el conjunto provincial y la subordinación de los distintos sectores a la estrategia de la Casa Rosada que incluye a un radicalismo rebelde que podrá no esforzase por el candidato a diputado nacional pero no obstaculizará la carrera del mismo como lo ya adelantó Rubén Correa. Algo parecido ocurrirá con el romerismo que renegando del periodista hasta agosto, ahora se llamará a un silencio táctico en octubre. Sin olvidar que en la Capital provincial el propio Grande no llegó a su techo electoral si se toma como referencia su antecedente electoral previo: el año 2011 cuando buscando la intendencia arañó el 29% de los votos contra el 25% de las PASO de agosto.
Esa situación explica la callada preocupación en la que debe estar sumergido el entorno de un Gustavo Sáenz que en su última elección cosechó 116.126 votos que están lejos de los 75.000 que en el mismo distrito cosechó un Martin Grande que, sin embargo, asegura entre los suyos que en 2019 también aspira a ser gobernador. El pavoneo íntimo es típico de quien combinando buenos números electorales, ambiciones precoces y nula entrega a los proyectos colectivos, cuenta ahora con buena acogida en un macrismo nacional que dispuesto a concretar alianzas con otras fuerzas es dueño de una clara vocación de secta que lo inclina a consolidar candidatos propios y “no contaminados” con lo supuestamente viejo.
La conducta se consolidó en 2015, cuando Macri ganó la presidencia sin recurrir a un compañero de fórmula extrapartidario. La tendencia se consolida aunque siga transitando un doble proceso: la de sumar candidatos extrapartidarios cuando los propios no garantizan triunfos como ocurrió en Capital Federal con Elisa Carrió, en San Luis con el experonista Claudio Poggi o en Entre Ríos con el radical Atilio Benedetti; mientras por otro lado purifica candidatos allí dónde pueden hacerlo: provincia de Buenos Aires con Esteban Bullrich, Córdoba con Héctor Baldassi, La Pampa con Martín Maquieyra.
La buena elección que se avecina para Martin Grande y a la que el propio Sáenz deberá aportar, será una oportunidad para que Casa Rosada despliegue la estrategia de siempre en estos casos: rodear al aliado que no se siente como enteramente propio (Gustavo Sáenz) con otros nuevos que adquiriendo peso electoral deben servir para al menos para evitar insubordinaciones del primero. Un servicio bien importante que según el desarrollo de los acontecimientos puede terminar por convertir en aliado estratégico a quien primero era sólo uno táctico. Martín Grande, en definitiva, va camino a convertirse para el intendente capitalino en eso que Perón llamaba “quinta columna”: nombre con el que designaba a veces al derrotismo interno y otras veces a la traición organizada.
Bajando del norte
Sin recursos para producir información que cuantificada y sistematizada le permita tener un diagnóstico detallado del terreno en el que se mueve, Sergio Leavy basará su campaña desde la defensa del relato nacional y popular que Cristina Fernández de Kirchner conduce y él asegura personalizar en una provincia dónde la imagen de la expresidenta esta mejor valorada que la del actual presidente.
Aunque los resultados obtenidos por Leavy sorprendieron a todos, si los mismos se reiteraran en octubre el jefe comunal de Tartagal se quedaría sin banca porque la suma de los votos oficialistas alcanzaron a doblar los cosechados por Leavy: 37,96% contra el 17,38%. Casi nadie, sin embargo, cree que eso vaya a ocurrir en tanto se prevé un leve descenso del oficialismo que difícilmente podrá contener todos los votos cosechados por sus seis listas en las PASO mientras el propio Leavy está en condiciones de sumar puntos.
Para que esto ocurra debe combinar exitosamente dos movimientos: conservar su peso electoral en el norte de la provincia y penetrar más en el votante capitalino en donde también hizo una buena elección. Conviene recordar al respecto que en San Martín, Orán y Rivadavia, el intendente de Tartagal obtuvo 48.242 votos que representaron el 33% de los 148.073 norteños que votaron en las PASO y el 44,3% de los 108.761 que su figura cosechó en el conjunto provincial; mientras en Capital sus 33.827 sufragios supusieron el 31% de sus propios votos y el 11% del total de votantes capitalinos.
Tanto él como su entorno están convencidos de que pueden hacerlo apelando a lo único con lo que pueden contar hoy: el proselitismo clásico. En el interior recorriendo todos los municipios que ya visitaron y los que quedaron sin visitar, reuniéndose con dirigentes locales capaces de organizarle encuentros con vecinos para quienes lo inusual es mantener un contacto directo con un dirigente que proviniendo del interior se peleó con el gobernador, fue capaz de reunir casi 110.000 votos y que con su sola presencia fisura el sentimiento de superioridad capitalina que cree que las figuras y los hechos destacados de la política se producen en la Capital.
En nuestra ciudad, por su parte, el teatro de operaciones fundamental de Leavy serán los medios tradicionales de comunicación. Los casi 2.000.000 de pesos que el Estado nacional debe proveerle para cambiar por publicidad le permitirá consolidar presencia entre quienes lo conocen y sumar nivel de conocimiento que hoy apenas llega al 50%, según el propio Leavy.
Para el primer caso aspirará a quedarse con una porción de los votantes kirchneristas del Frente Popular para la Liberación y simpatizantes del Partido Obrero que quedaron lejos de los puestos expectantes y juntos reunieron casi 40.000 votos. Para el segundo de los casos, el objetivo será presentarse entre quienes no lo conocen para centralmente decirles que él representa lo nacional y popular que puede ponerle límites al macrismo en el congreso nacional; que Martín Grande representa exactamente lo contrario y que Urtubey sólo supone un proyecto personal que bien visto tiene más de macrista que de peronista.
De lo que no caben dudas es que Leavy quiere mucho más que una banca en el congreso nacional. Quiere dejar en claro que nada tiene para envidiarle a los cuadros políticos provinciales, que él también es capaz de elegir los momentos, los lugares y las formas de realizar los movimientos que ayuden al logro de objetivos que en su caso incluye el deseo de convertirse en un actor relevante para el conjunto provincial cuando en el 2019 se dirima la gobernación.