El conflicto docente escribió otro capítulo esta semana. Al paro, que ya lleva 10 días, se sumó una multitudinaria marcha y un acampe en la Plaza 9 de Julio que amenaza con manchar el paisaje salteño que el gobernador Juan Manuel Urtubey piensa mostrarle al país en la próxima Semana Santa. (Gonzalo Teruel)
La “Marcha Provincial de la Educación” arrancó el miércoles bien temprano y cerca del mediodía juntó a más de 5 mil maestros en el centro de Salta. A continuación, en asamblea, decidieron acampar en la plaza y mantener una presencia bien visible para la ciudadanía y, sobre todo, para el gobierno. No hubo intervención policial y los maestros instalaron primero un gazebo y después varias carpas a su alrededor.
El céntrico paisaje cambió rápido. Media plaza, orientada hacia el Cabildo y de espaldas a la Catedral, quedó tomada por los docentes con sus banderas y pancartas. También con sus cantos y arengas que cada tanto se encienden y rompen el silencio. Varios centenares de maestros y profesores mantienen su presencia allí y sólo por la noche el número decrece a unas cuantas decenas.
Cómo en cada lucha popular, no falta el mate. A la hora de las comidas se prende el fuego para darle calor a la olla popular. “Toda la mercadería fue donada”, dijo a Cuarto Poder el jueves a la siesta Marta, maestra de segundo grado en el Barrio Santa Ana. Estaba contenta porque “la gente nos entiende” y comentó que “a las 6 tengo que ir a buscar el pan y unas facturas a una panadería de la vuelta que nos las regala”. Marta, también, estaba triste. “Tengo 22 años de docencia y mi básico es de $1.600 y eso no puede ser, pero lo peor es que el gobierno no reacciona”, dijo. La interrumpió Patricia, su compañera de escuela: “ganamos todos los conflictos docentes y, entonces, no se entiende por qué el gobierno nos somete a este desgaste”.
La charla se cortó porque algunos redoblantes sonaron con fuerza anunciando que, en la explanada del Cabildo, las maestras Adriana Montes de la Escuela Nº 4.134 Gauchos de Güemes de Aguaray y Fabiana Huerta de la Escuela Nº 4040 María Agapita Toro de Laud, también de Aguaray estarán en huelga de hambre desde el mismo miércoles y que iban a dar un mensaje a sus colegas. Sus palabras fueron simples y por momentos conmovedoras para el centenar de personas que las rodeaba. “Estamos en lucha. Luchamos por nosotros, para tener un salario digno, pero también luchamos por nuestros chicos, por nuestros alumnos, para que tengan una educación que les permita ganarse el futuro”, resumió Adriana. A su turno, Fabiana contó que tiene pocos años en la docencia y que es la primera vez que participa en un paro y quiere que “sea la última”. Por eso pidieron a la asamblea que esté organizada para cuando el gobierno los convoque y exigieron “un básico de $5.500”. El mensaje fue breve. Los posteriores abrazos de sus compañeros se extendieron por largos minutos.
Sobre la plaza, unos metros más allá, Florencia y Hugo prendieron sus cigarrillos con un encendedor que Martín sacó de su riñonera. Sus historias son distintas pero se juntan en el sentimiento de dolor que los atraviesa. Ella es maestra de tercer grado en Villa Las Rosas y “está cansada” porque “todos los gobiernos se la agarran con los docentes”. Hugo es rector de un colegio con 900 alumnos en Barrio Palermo y se queja porque “no puedo solo, estoy haciendo el trabajo de 3 o 4 personas”. “La escuela está bien cuidada pero nos falta personal: por ejemplo, tengo una preceptora para 12 cursos”, detalló y contó que la recategorización de su escuela y el consecuente aumento de personal “está a la firma del gobernador, pero no la firma”. Martín, el más joven de los tres, no fuma pero tiene encendedor y todo lo necesario para la vida al aire libre. Es profe de gimnasia. “Estamos desbordados, damos clases y mucho más”, resumió y contó que corre de un colegio a otro para “llegar a fin de mes”. Los tres coinciden que sienten dolor y que lo único que quieren es volver a las aulas. Advierten, eso sí, que la protesta se va a mantener hasta que el gobierno les dé una respuesta.
Aliados estratégicos
Dolor es también la primera palabra que mencionó la artesana que, llegada hace unos días de Buenos Aires con su novio, convive en la plaza con los maestros. “Me duele ver a los maestros así”, dijo mientras se levantaba del piso. Su novio con algo de desconfianza se acomodó las rastas pero intervino en la charla enojado porque “todos los años y con todos los gobiernos, los que la ligan son los maestros y los jubilados”. Por ahora, no tuvieron mucha suerte con sus artesanías. “Los maestros no tienen un mango, no pueden ni comprarnos a nosotros que vendemos barato”, dijeron con una sonrisa en la cara. Lo mismo aseguró “Palito”, el mozo gordo y petiso de uno de los cafés que rodean la plaza. “No vienen a tomar café, sólo a usar el baño. El dueño se enoja pero yo los dejo pasar igual”, contó orgulloso de su aporte a la reivindicación de los maestros de sus hijos.
Los redoblantes volvieron a sonar, esta vez acompañados por algunos bombos bien salteños. Eran docentes de Rosario de Lerma que dejaron su ronda de mate y comenzaron a cantar. Después de algunos cantitos comunes a toda protesta se animaron a la novedad: la cumbia de Karina “Corazón mentiroso” con la letra cambiada a “Gobierno mentiroso” o, simplemente, “Urtubey mentiroso”.
Las banderas y carteles muestran la extensión geográfica del reclamo. Cerrillos, El Carril y La Merced están presentes con pancartas. Orán, Tartagal y Aguaray también marcan territorio; Los maestros rurales de Guachipas no pasan desapercibidos pero, por sobre todos los otros, se destacan los letreros de los confines de la patria: La Puerta del Luracatao y La Puntana de Santa Victoria Este.
Sin acercarse demasiado a la concentración, unos jóvenes policías los miraban sin sorprenderse. “No tenemos ninguna instrucción especifica. Sólo tenemos que hacer prevención”, aseguraron. No eran los únicos uniformados en el perímetro de la plaza. Un grupo de 5 agentes estaba ubicado en la Plazoleta IV Siglos, dos o tres parejas más caminaban por Zuviriria. En Mitre y España, a metros de la Catedral, había otro grupo de 5 o 6 efectivos. Sólo miraban. A la noche llegaron refuerzos.
“Por ahora estamos tranquilos. Hay policía pero no creo que nos quieran correr”, especuló unode los más experimentados referentes de la asamblea y reconoció que “cuando van a reprimir, avisan antes para que nos vayamos”. “Pero no nos vamos a ir”, aseguró.
Sentadas sobre uno de los canteros internos de la plaza, la flaca y su amiga toman mate. No llegan a los 30 años y combinan sus clases entre la escuela pública y paquetes colegios privados. “En el privado no puedo hacer paro así que termino y me vengo para aquí”, explicó una de ellas. La flaca hizo lo mismo y hasta llevó a su hijito en el coche. “Es muy injusto trabajar todo el día y llegar al súper y que no te alcance el sueldo”, coincidieron y se quejaron por “todos los ítems en negro que vienen en el recibo”.
La tarde pasó y a la nochecita llegaron muchos maestros más. También llegó una batucada que acompaña desde las primeras marchas al reclamo docente y al ritmo de la música algunas maestras sacaron a “la Engañaraz”, una gran muñeca de papel que parodia a la titular de la ADP, Patricia Argañaraz.
Ni la molesta y persistente lluvia corrió a los manifestantes. Los cantos subieron el volumen y se encendió un parlante con una de las tantas versiones de “Resistiré” repitiéndose una y otra vez. En eso están los maestros salteños, tratando de resistir a la inflación y a un gobierno que, según denuncian, juega al desgaste de la protesta. Por eso, los más fervorosos llaman a “seguir trabajando el paro y sumando compañeros”. “Tenemos que pasar el fin de semana y hacer un paro fuerte el lunes, se viene Semana Santa y el gobernador no va a querer tenernos aquí cuando lleguen los turistas”, coinciden los más viejos dirigentes gremiales y las señoritas que por primera vez dejan las aulas para tomar las calles.