Tras saberse que el cobro de las bolsas por los supermercados fue avalado por la municipalidad, trabajadores del vertedero San Javier y un ambientalista advierten sobre los límites de la medida que dice querer proteger el ambiente. (Agustina Sily)

La ordenanza municipal N°13.553 promulgada en el año 2009 preveía que a partir de 2012 la entrega de bolsas de polietileno iba a ser reemplaza por aquellas que resultan degradables a un menor plazo. Si bien no hace lugar al traslado del costo de las mismas al consumidor, los supermercadistas que asistieron a la reunión del pasado martes en la Cámara de Diputados expresaron que existe un “acuerdo tácito, de palabra” con la Municipalidad que los avala a cobrarlas.

La ordenanza da cuenta del alto volumen de bolsas de polietileno que no sólo ocasiona obstrucciones en los desagües y canales, sino además en el manejo y disposición final en el vertedero. Es legítimo preguntarnos entonces, ¿Qué hacen la Municipalidad y los legisladores por las condiciones laborales que influyen en la vida de los recuperadores de residuos del Vertedero San Javier? ¿En qué condiciones trabajan quienes se abocan a rescatar los que otros tiran? ¿Qué consecuencias tiene este basural a cielo abierto en la salud de los vecinos del Barrio Solidaridad?

Los otros

Sofía Abalos es la presidente de la Cooperativa Ceferino Namuncurá, una de las tres que nuclea a los 150 trabajadores del sector. Son sólo seis barrios de la ciudad los que participan del Programa de recolección selectiva de residuos domiciliarios. Cartón, papel y plástico son las materias primas que comercializan las cooperativas. El kg de plástico es pagado a lo sumo $2,10. El monto aproximado que cada trabajador recauda por mes es de $3.000, con jornadas de ocho horas diarias.

El polietileno también es recuperado pero todavía no cuentan con un comprador para este material. Sofía está en contra del cobro de las bolsas ya que “a veces las personas no tienen para comprarla” por lo que la cantidad de polietileno desechado es menor, como lo es también el material que disponen para recuperar.

La referente cree que es necesario que la sociedad conozca cómo trabajan: No cuentan con una ART que les permita enfrentar las contingencias y enfermedades laborales porque no hay relación de dependencia. El acuerdo con la Municipalidad que desligaba de responsabilidades al municipio por el eventual perjuicio la labor de separación de residuos pueda ocasionarles, y a su vez lo comprometía a entregarles indumentaria, no fue renovado. Proliferan las ratas ante la ausencia de fumigaciones pero no prospera la idea de construir un baño en el que puedan higienizarse.

El técnico

El suelo del Vertedero convida también residuos patógenos, compactados, sueltos y entremezclados, fácilmente identificables por las manchas de sangre. El Dr. Lucas Seghezzo investigador independiente del CONICET, entiende que los residuos patógenos no deberían ir al Vertedero San Javier. Insiste en que estos residuos se deben recolectar por separado, esterilizar adecuadamente y luego ser  incinerados o dispuestos en rellenos de seguridad.

Lucas manifiesta que en Salta hay estudios que sugieren fuertemente que el Vertedero San Javier contamina y que estos estudios son conocidos por el Intendente y el Consejo Deliberante pero que jamás se propusieron hacer algo al respecto para finalmente asegurar que los rellenos sanitarios son una técnica que se utiliza en Salta de manera inadecuada. “Si no se hacen bien, se corre el riesgo de contaminar el agua superficial, los acuíferos (agua subterránea) y el suelo con los líquidos que se forman durante la fermentación de los residuos orgánicos” explica.

Seghezzo cree que el cobro por las bolsas de polietileno puede contribuir a reducir su consumo y, por consiguiente, aminorar el impacto ambiental negativo que generan al ser eliminadas de manera desaprensiva. Advierte sin embargo que esta medida no es suficiente en sí misma, ya que existen innumerables usos de materiales plásticos que se podrían reducir como por ejemplo los envases de bebidas y los envoltorios de los productos fraccionados. Lo conveniente sería retornar de a poco a la venta a granel de productos, siempre y cuando no se comprometa la higiene o las cadenas de frío.

“Los que más producen residuos no son los que más sufren los problemas de contaminación” dictamina. A su juicio, el fondo de la cuestión es la necesidad de una drástica reducción en el uso de materiales plásticos y eso está vinculado a una reducción de los niveles excesivos de consumo (de energía, agua, petróleo, etc.) de los sectores más privilegiados de la sociedad.

El compostaje o abono orgánico es el resultado que se obtiene de compuestos que forman o formaron parte de seres vivos, de origen animal y vegetal. Sería para Lucas, una excelente solución para la fracción orgánica de los residuos sólidos, “pero eso requiere separación en origen” señala. Una vez que se mezclan los residuos orgánicos con los inorgánicos es casi imposible (e incluso indeseable) separarlos. “En la mezcla se originan contaminaciones cruzadas que impiden su reutilización debido a la presencia de metales pesados provenientes de las pilas, por ejemplo, entre otras cosas” indica.