En un contexto de profundos cambios políticos y económicos en Argentina, las alarmas se encienden ante el desmantelamiento sistemático de instituciones culturales que han sido pilares de la identidad nacional.

Un grupo de intelectuales, entre los que se encuentran Adolfo Colombres, Juan Sasturain, Raúl Eugenio Zaffaroni, Luisa Valenzuela, Cecilia Hopkins y el mismo poeta salteño Leopoldo Castilla publicaron una carta abierta en la que se advierte el ataque a las instituciones culturales. Se señala en esa carta que lo que parecía un discurso redentor pronto se transformó en un apoyo directo al neoliberalismo. En lugar de derribar las estructuras opresivas, se proporcionaron herramientas para llevar el sistema a extremos inimaginables. Los métodos de este «equipo de demolición» incluyen la mentira sistemática, el simulacro, la falta de ética, el espionaje y la extorsión, demostrando que, para algunos, la lucha por la patria y la bandera es simplemente un «romanticismo» despreciado por los líderes de turno.

La carta señala que el grupo que está en el poder, orientado por la globalización y el mercado, ha dirigido su mirada hostil hacia la cultura, considerándola una amenaza que debe ser neutralizada. La eliminación de entidades como el Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional del Teatro y la industria del cine, junto con la derogación de la Ley 25.542, que protegía a los pequeños libreros, evidencia un ataque directo al derecho a la cultura, reconocido internacionalmente como un derecho humano.

La cultura argentina es un patrimonio común, generado por diversas corrientes y estratos sociales, mereciendo respeto independientemente de las ideas políticas de los artistas. Este ataque frontal busca despojar a la sociedad de su identidad, privándola de su historia y menospreciando a quienes han contribuido a forjarla.

Además, se contempla la comercialización integral de la vida, llevando incluso a la transformación de clubes deportivos en sociedades anónimas. Este cambio radical refleja la visión de una «República Argentina» convertida en un mero fantasma, subyugada a intereses económicos.

En este panorama desolador, la sociedad se enfrenta a la pérdida de instituciones culturales clave, y se cierne la amenaza de un futuro donde la identidad nacional se desvanece en aras de intereses económicos. El desafío consiste en preservar y proteger el rico legado cultural argentino que, más allá de ideologías políticas, constituye un patrimonio simbólico compartido por todos los ciudadanos.