Cada vez se conocen más irregularidades en el nosocomio. Sospechas sobre la gerencias, sobre facturaciones y dudosas contrataciones. (Norma Jean)

El Hospital Público Materno Infantil es una sociedad del Estado que apareció en septiembre de 2009. Cuenta con 650 camas, 2000 empleados y nivel de complejidad 4 con 12 quirófanos. Alta complejidad y variedad de especialidades. Lo más de lo más en lo que hace Salud Pública en nuestra provincia. Su gerente no es elegido por el voto de sus trabajadores ni por el ministro de turno, sino por decreto del Gobernador.

Hasta acá la información institucional correspondiente.

Pero un monstruo como este, con un gerente que no puede ser removido por ningún ministro durante todo el tiempo que el gobernador lo sostenga, se presta a confusiones e interpretaciones erróneas de lo que implica estar al mando.

Es así que, a lo largo de la gestión de Urtubey, hubo varios puntos flacos que solo llamaban la atención cuando la ineficiencia era evidente. Por ejemplo, cuando murió el niño de Izonsa por negligencia médica, falta de un tomógrafo y las charlas internas que salieron a la luz por un celular indiscreto.

Un organismo de esas características más el corporativismo exacerbado de los médicos, dan la formula perfecta para una gran cantidad de «situaciones raras» que con el tiempo fueron creando un déficit bastante inexplicable a simple, más aun tomando en cuenta la gran cantidad de presupuesto destinada a su administración.

Ante esta situación, casi imperceptible para la gente, pero si notoria para quienes asumían los cargos públicos, se puso en funciones al neurocirujano infantil Federico Mangione, quien cuenta con años dentro del hospital, sin ocupar nunca un cargo político.

A muchos no les gustó la aparición de Mangione en escena. No sabían de qué lado estaba y eso les preocupaba. «Mira si nos pide participación en los negocios que venimos haciendo de forma cuidada» dijo más de uno. «No sería justo. La idea fue nuestra y el riesgo también», dijo otro en voz baja en medio del pasillo.

Mangione empezó a recorrer las áreas del Hospital que ahora tenía a cargo y empezaron a saltar las «cosas raras». Por ejemplo, la cantidad de cuartos cerrados, de cuyas llaves «nada se sabía». Que lo tomen por tonto lo hizo enojar y fue allí cuando empezó a patear puertas.

Fueron notorias las llamadas de sus asistentes al despacho de la entonces ministra Medrano para preguntar porque no le habían llegado las camas, colchones y respiradores que se mandaban por cuenta de la campaña covid19. Y más llamativa la respuesta de las secretarías que le explicaba que todo había ido a parar a un cuarto con llave, «para que este más seguro».

Pasó lo mismo con cajas completas de medicamentos, reactivos para PCR e insumos varios.

Así como Bellomo, desde el laboratorio hacía pedir 8000 reactivos para el laboratorio cuando lo normal era el uso de 4000 y trajo una maquina obsoleta al hospital mientras se llevaba la que servía a su laboratorio privado, lo mismo pasaba en traumatología con los insumos, en la farmacia con los medicamentos y hasta en la cocina con la mercadería, donde ya se realizó una auditoría y se intervino el área.

Mangione, que está en modalidad «destape de olla», llega muy temprano y se va muy tarde para lograr desbaratar cuanto negocio pueda quedar en pie. Aunque un mínimo descuido abre una nueva posibilidad.

Al llegar a la gerencia tuvo la idea de conseguir máquinas de coser para hacer la indumentaria de trabajo dentro del mismo hospital, pero no había pasado un mes del inicio del emprendimiento cuando se empezó a notar que las telas que se compraban «nunca alcanzaban». Otro negocio que no pudo continuar.

El misterio del cartel de afuera, que cuenta con 10 años de antigüedad y todas las habilitaciones municipales correspondientes, pero nadie sabía dónde iba a parar el monto que se cobraba como alquiler a empresas de propiedad del entonces gerente administrativo.

Ser juez y parte es moneda corriente en este organismo.

Sin contar con los sueldos inequiparables por cualquier otro hospital, donde un anestesiólogo llega a cobrar 800 mil pesos mensuales debido a que trabaja 22 horas diarias en días normales y llega a trabajar 27 en los días en que sus «servicios son indispensables». Unos mártires del trabajo realmente.

Ni el servicio de remis contratado por el hospital para «casos especiales» se salva, fue al propio gerente que se le dijo que firme la boleta en blanco, que «ya la llenarían después, cuando tengan que hacer algún servicio especial». De esos que no pueda figurar en los balances del hospital, como buscar a la amante de alguien para llevarla al lugar del encuentro, por ejemplo, es algo que se me ocurre…

Todo turbio, nada legal…