Trabajar en el hospital Oñativia y cuestionar las decisiones del gerente Marcelo Nallar puede derivar en traslados, persecución y hostigamiento. Pretender enfrentarlo en elecciones, según afirman sus detractores, es una garantía absoluta de aprietes y amenazas. Un breve repaso de los abusos y desmanejos que le permitieron perpetuarse en el poder.

CH. N.

Fueron varios los profesionales y trabajadores del hospital Oñativia que a lo largo de los últimos años cuestionaron el rumbo de la institución bajo el mando de su actual gerente, Marcelo Nallar. Todos sufrieron las consecuencias de tan osado acto: Aprietes, persecución, sanciones, descuento de ítems salariales y/o traslados a otros nosocomios. A pocos días de una elección que definirá si continúa o no en su cargo, comenzaron a observarse movimientos cuasi extorsivos que buscan poner a raya a los casi 500 empleados con los que cuenta el hospital.

Tal como suele ocurrir en los pasillos gubernamentales cada vez que un mandatario busca su reelección, las promesas de renovación de contratos aparecen en escena. Según el estatuto del hospital, pueden participar de la votación aquellos trabajadores que están en planta permanente o que se encuentren bajo contrato por un período no menor a los 12 meses. Los casi 80 empleados que están dentro de este último grupo, cuyos contratos vencen próximamente, fueron “instados” a apoyar la lista de Nallar a cambio de ser ratificados en sus cargos. En contrapartida, el apoyo a cualquier candidato opositor agita el temor implícito de la caída de los contratos. La necesidad de estabilidad laboral se convierte, de esa forma, en terreno fértil para el chantaje y la extorsión.

El temor a las sanciones es otra de las herramientas recurrentes de la gestión actual. Para entablar diálogo con candidatos de otras listas o referentes opositores, los profesionales deben resguardarse de las cámaras de videovigilancia que Nallar colocó en todo el nosocomio. Si bien, en los papeles, nada impide a los postulantes llevar sus propuestas a cada rincón del hospital, las grabaciones suelen utilizarse como excusa para denunciar a profesionales que no se encontraban en sus lugares de trabajo.

La persecución trae, en muchos casos, consecuencias salariales y en las condiciones de trabajo. No fueron pocos los trabajadores que debieron afrontar la quita de horas guardia, la suspensión de turnos de cirugía o la falta de ayudantes para la realización de intervenciones. En algunos casos debieron recurrir a otros nosocomios para contar con asistentes, lo que derivó en más sanciones.

Finalmente, cuando ninguno de los recursos anteriores funciona, Nallar apela a sus vínculos con el poder y solicita el traslado de los disidentes bajo la cuestionable figura de “necesidad de servicio”. Ese fue el derrotero de varios de sus colegas descontentos con el rumbo que había tomado el hospital. General Güemes, Cafayate, el hospital del Milagro y el Papa Francisco son apenas algunos de los destinos en los que abrevaron varios de ellos.

Los centros de asistencia a pacientes con Covid-19 también fueron un punto de encuentro para muchos profesionales expatriados. Durante la pandemia, muchos de los médicos opositores fueron afectados al trabajo en el Centro de Convenciones y los hoteles a pesar de contar con comorbilidades. Mayores 60 años, diabéticos, hipertensos, personas con insuficiencia renal crónica fueron enviados sin distinción a la primera línea. De esa forma, Nallar no sólo se quitó de encima a sus detractores, sino que también los expuso ante el virus, según denunciaron los profesionales.

Candidato único

Nallar va por su quinto mandato consecutivo, ya que lleva 16 años al frente del hospital repartidos entre la gerencia y la subgerencia. Según el estatuto de los hospitales de gestión descentralizada, las autoridades deben elegirse cada cuatro años por el voto de los miembros del hospital. Del total de candidatos, se conforma una terna con los tres más votados, la que luego se eleva al ejecutivo. El primer mandatario es el encargado de designar de entre esos tres a quien comandará el hospital por los próximos cuatro años.Ahora bien, lo que ocurre en el Oñativia es que nunca llegan a ser tres los nombres que llegan al despacho del gobernador. Nallar y sus acólitos se encargan de una u otra forma de que quede sólo un candidato. Impugnaciones por sumarios, sanciones o por traslados, son algunos de los artilugios más utilizados por el actual gerente para erigirse como candidato único. Para el resto, apenas declaran su intención de disputar en elecciones el cargo que tiene Nallar, empieza la pesadilla. Muchos terminan desapareciendo del hospital.

Si de impugnaciones se trata…

Sin embargo, lo que se exige para otros candidatos no parece contar para Nallar. Puntualmente, el estatuto del hospital deja establecido en su artículo 8 que el cargo es incompatible con “el ejercicio de la función de director, miembro, empleado, productor o asesor de empresas de seguros de salud y/o de establecimientos asistenciales privados”.

A pesar de la expresa prohibición, Nallar figura en distintas páginas profesionales como propietario del Centro Ambulatorio Médico -CAMED- donde presta servicios junto a otros profesionales del Oñativia que le responden. El centro privado, ubicado a unas pocas cuadras del hospital, se presenta como un “Equipo Médico especialista en Enfermedades Endocrinas Metabólicas, Obesidad y Diabetes”. Y entr los servicios que presta figuran: “Cirugia General–Cirugia de Tiroides–Cirugia Bariatrica (Equipo de Cirugia y Obesidad de Salta ECOS)–Endocrinología–Diabetologia–Nutrición–Urologia–Laboratorio de Análisis Clínicos–Laboratorio de Anatomía Patológica y Ecografias”.

Pero en el plano de la transparencia esta no es la única mancha de la gestión Nallar. Los balances y la rendición de cuentas, al parecer, tampoco son su fuerte.

Un video difundido en estos días a través de sistemas de mensajería lo muestra un tanto ofuscado con el gobierno provincial ante la supuesta falta de apoyo para la realización de obras. “Es desilusionante lo de Obras Públicas. Muy amigos, abrazos, besos, asado y todo, pero a la hora de los bifes me han dado la espalda. Hemos sido abandonado”, resalta.

Más adelante reconoce lo que, a todas luces, es una irregularidad: el uso de fondos del bingo del hospital para la especulación. “Esto se está haciendo con fondos del bingo. Se recaudaron 30 millones de pesos que están en plazo fijo, por supuesto. Se va renovando y vamos sacando fondos para hacer lo que ustedes ven que se está haciendo”, menciona en relación a los trabajos en la guardia.

La falta de precisiones sobre el dinero que ingresa al hospital alcanza también al estacionamiento ubicado en el extremo superior del nosocomio. El mismo es alquilado desde hace un tiempo a una importante minera sin que se sepa a ciencia cierta qué cantidad de dinero ingresa por ese ítem.

Más de una década de antecedentes

Ya en noviembre de 2013, este semanario ponía en conocimiento de sus lectores de los manejos autoritarios y arbitrarios del gerente del Oñativia. “Cuando el Gerente General del Hospital Oñativia, Marcelo Nallar, te persigue, la cosa va en serio. No le importa que en el transcurso hunda su hospital: su persecución sigue y sigue”, reflejaban estas páginas hace una década.

El artículo hace referencia al caso de uno de los mayores especialistas del mundo en tiroides, Héctor Rubén Harach. Algunos días atrás se había conocido una carta del especialista en la que detallaba cómo se orquestó su alejamiento del nosocomio en el que se desempeñó cuando el hombre que le dio el nombre al hospital (y, sobre todo, su razón de ser) lo mandó llamar a Europa para que volviera y brindara sus conocimientos a los salteños, implantando en aquel tiempo la técnica de punción de tiroides. Esto disminuyó dramáticamente el número de operaciones de tiroides con consecuente beneficio para los pacientes y el sistema de salud de la provincia.

Así fue como Nallar se deshizo de Harach: como este profesional solía, al terminar su trabajo en el área de patología, se iba a la oficina de al lado. En ese momento, en el que no estaba en el Sector Patología, enviaron el control volante y no lo encontraron, aunque sí estaba dentro de las instalaciones. Nallar hizo constar que el médico estaba ausente de la institución (pese a que ahí se encontraba).

Un caso similar pero más reciente es el de Mateo Saravia, también reflejado el año pasado en estas páginas. Su problema empezó en 2019 y fue cuando empezó a demostrar interés por ocupar la gerencia del Oñativia. En el caso de Saravia, hubo hostigamiento. No sólo a él, sino a toda una fracción del hospital. «A mí me perjudican, me sacaron las horas guardia. Me quitaron la productividad, empecé a tener problemas con cancelación de cirugías con pacientes programados del Interior en varias oportunidades, me suspendían la cirugía, me cambiaban incluso pacientes que yo tenía que operar y que había programado… me cambiaban de cirujano y hubo un montón de malos momentos que tenían que ver con esto», argumentó.

¿Modelo preventivo o especulativo?

Quienes se muestran críticos a la conducción de Nallar aseguran que el hospital se rezagó mucho en materia de Recursos Humanos. A los profesionales no se les da tiempo para formarse en cursos, a menos que sean sus allegados. Por otro lado, aseguran que el hospital se desentendió del aspecto extramuros. Las actividades de concientización de cara a la ciudadanía y fuera de las paredes de la institución son cada vez menos frecuentes.

Para muchos, esta discusión es entre dos modelos. Uno que entiende la salud desde el punto de vista del mercado y cuando ya queda poco por hacer, y otro que prioriza la prevención. Si cada vez llegan más pacientes a diálisis o con problemas renales, coinciden los especialistas, es porque falló el sistema de salud pública. Tal vez sean estos dos modelos los que se enfrenten en la próxima elección de autoridades del hospital… si es que Nallar no limpia a sus contrincantes.