«Sé que voy a dirigir a River», dice Eduardo Coudet. El Chacho se considera “una licuadora entre Pellegrini, Mohamed y Simeone».

Toma la palabra César Luis Menotti y lanza el veredicto: «Coudet está más loco que yo cuando tenía 20 años» La broma encierra un elogio, porque aquel diablillo divertido que se retiró en 2011 se convirtió en un entrenador meticuloso, sin perder una pizca de atrevimiento.

– ¿Te sentiste subestimado en algún momento?

– Era consciente del preconcepto que iba a tener el ambiente conmigo. ¿Y sabés qué? Era lógico. Que pasara a ser entrenador el mismo que se pintaba la cabeza cuando jugaba iba a generar desconfianza y yo estaba preparado para eso. Soy un apasionado, siempre me gustó. Me tomé mi tiempo para decidir ser entrenador porque había que prepararse y debía tomar un tiempo prudencial desde que dejé de jugar. Primero tuve que hacer el duelo y después viajé mucho para aprender.

«Este fue el primer refuerzo», señala Coudet con sincero orgullo. Y con el dedo apunta a una moderna cortadora de césped. ¿Otra de sus chanzas? Nada de eso, la situación lo retrata: el humor sigue intacto, mientras el profesional atiende todos los detalles. «El futbolista nunca pierde el contacto con aquel pibe amateur que fue, y un buen campo naturalmente despierta las ganas de jugar. Contagia, entusiasma… y además, ya que estamos, los deja sin excusas», explica sin sacar la vista en esa maquinaria que asegura una alfombra de 16 milímetros.

El hombre que acaba de cumplir 42 años se acomoda a gusto en el complejo de Arroyo Seco, el laboratorio auriazul. Busca complicidades en cada humorada, pero también confiesa que sufre mucho en la derrota. «Trato de darle un corte a la angustia al día siguiente de perder, pero me cuesta. Tengo un rato bastante largo hasta bajarme del partido. Necesito paz, dejame, en esos casos mejor dejame». Futbolero compulsivo, en definitiva nunca se despega de la pelota. «Lo intento, apago el teléfono cuando voy a mi casa y lo enciendo al otro día cuando estoy por llegar al entrenamiento. Pero muchas veces me saca un tema de charla mi señora y le digo… ‘eeeehhhh’. Y, claro, me dice, ‘te estaba pasando el 4, el 9 estaba haciendo el gol, o estás pensando que necesitás un N° 5’ Y a veces acierta en lo que estoy pensando, que es lo peor». Y suelta la carcajada de siempre.

-¿Tenés que cuidar más las formas como técnico?

-La edad te lleva a tener otra seriedad y ver las cosas desde otro lado. Pero nada me quita disfrutar del día a día y sentir que puedo estar cerca del jugador desde un mensaje claro: a la hora de trabajar se acaba la joda y el que toma las decisiones soy yo. Soy claro y frontal, y eso no implica ser un dictador. Decir las cosas a tiempo evita un montón de inconvenientes.

-¿Lo que más valorabas de tus entrenadores era la frontalidad?

-Yo intento hacer todo lo que me gustaba de mis entrenadores e intento no hacer lo que me molestaba. A veces lo logro, y a veces quizá no puedo porque soy un tipo con carácter y estoy al mando de un grupo numeroso. Muchas veces tenés que mostrar que sos la cabeza del grupo. El técnico debe ser directo, no hay que dar vueltas. Yo puedo estar tomando mates con vos, y después te digo ‘no jugás’. De hecho, tengo amigos dentro del plantel de Central y ellos saben que yo estoy para tomar la mejor decisión.

-¿Podés ser amigo de tus dirigidos?

-Sí, sí… Y me pasa algo que es contraproducente para la profesión: me encariño mucho con el jugador. Es difícil porque tenés que tomar decisiones que te duelen, pero las tomo convencido. Es cierto que muchas veces esas decisiones no me dejan dormir o me hacen sentir mal, pero a la vez sé que son las correctas. Esa es la parte que más sufro, pero para eso estoy. Es un sentimiento encontrado: estás bien con vos porque tomás la decisión que creés que corresponde, pero te duele porque sabés que a alguien vas a perjudicar.

-¿Cuándo apareció el técnico en vos?

-Sólo cuando lo sentí, no antes. Porque tuve propuestas para empezar la carrera antes, pero dije no, todavía no… Por cierto, el primer club que me vino a buscar fue Defensa y Justicia y dije que todavía no era el momento para arrancar. Y me quedé un poco en deuda. Por suerte al club le fue muy bien después, pero no me olvido que fue el primer equipo que me vino a buscar.

-¿Qué técnicos más te influenciaron?

-Del que más tomo cosas es de Manuel Pellegrini y del Turco Mohamed, que fue uno de los que más me marcó en el final de mi carrera. Y para completar una licuadora de la que saldría yo, incluyo al Cholo Simeone porque me gusta su liderazgo para transmitir y convencer desde una idea. Si ves un equipo mío y uno de Simeone se notarán propuesta distintas desde lo táctico, pero él tiene un plantel convencido de lo que hace y admiro como gestiona la idea que propone. Y cuando lo miro, siento que en el partido le están pasando muchas cosas que también me pasan a mí.

-¿Qué no negociás con el jugador?

-La actitud. Este es un deporte de contagio, sino fuese así, ¿cómo explicás que el día que el equipo es un desastre nadie le puede dar un pase al compañero? Uno empieza a errar, y otro y otro y en un momento ni un pase a dos metros sale. A mí me gusta cuando el equipo logra revertir un partido, y con Central nos ha pasado. El ideal para jugar mal es el primer tiempo, porque en el entretiempo tenés 15 minutos que son muy buenos para poder corregir un montón de cosas.

-¿Intervenías más como jugador o como técnico?

-El jugador es el único dueño. Cuando notás que no tenés esa primera reacción para recuperar, o no juntás pases, el equipo deja de sentirse cómodo con la pelota? y el entrenador la ve venir, entonces más loco te volvés y desde afuera querés tratar de transmitir que vuelvan a meterse en el partido. Hay que tranquilizarse y hacer un pase de más para volver a sentirse cómodo con la pelota. Es la pelota lo que te da calma, sino seguís en la vorágine de la verticalidad y no salís nunca de eso.

-¿Qué es lo que más te reconforta como técnico?

-Como me encariño con el jugador, su crecimiento me llena. Yo quiero enseñarle hoy al jugador, no quiero que llegue a Europa para que aprenda a entrenarse, a comer, a cuidarse, a descasar, a recibir perfilado, a resolver un tiempo antes… No, no, ¡aprendamos acá! Juntos podemos y yo tengo que darle todas las herramientas. Que hoy los jugadores de Rosario Central sean pretendidos en el mercado es muy gratificante.

-Pero se te debilita tu equipo…

-Sí, pero el recambio es necesario, más cuando te sostenés en el tiempo porque te tenés que reinventar. Y un recambio competitivo potencia la competencia interna, que es lo que eleva los rendimientos individuales.

-¿Te imaginás tu futuro?

-Me gusta ser más terrenal e ir con pasos seguros. Acá lo correcto era quedarme y me quedé en Rosario Central, sabiendo que dependeré de los resultados y si me va mal, me tendré que ir.

-¿Pero vos no tenés más espalda que otros en Central?

-Indudablemente, cuando estás tan identificado con un club la gente te perdona un poco más, pero, ¿cuál es la espalda? Si cuando lo resultados no se den voy a ser yo mismo el que diré ‘hasta acá llegué’ si veo que no puedo revertir la situación o advierto que ya no le llego al jugador. Hasta, a veces, es necesario el cambio. Pero sí, estar tan identificado con un club ayuda. ¿Cuánto? Y… un poquito más.

-¿Te gustaría llegar a River?

-Seguramente algún día me va a tocar dirigir a River, estuve mucho tiempo ahí. Sé que voy a dirigirlo. Pero hoy me veo acá. Si me preguntás si proyecto el futuro, te digo que no. Ahora, me preguntás: ¿creés que algún día vas a dirigir a River? Y, sí. ¿Pronto? No. Hoy me veo en Central. Esa es la verdad, sino te estaría mintiendo. Y no me gusta mentir.

Fuente: La Nación