Trafics blancas que nadie controla. Zonas liberadas para una elite social. Fiestas donde circula alcohol y droga. Solo alguien con mucho poder podría garantizar tanto silencio.

Por Lucas Sorrentino

Cada tanto un hecho policial sintetiza una sociedad y deja al descubierto problemas que se intentaban soterrar. El ataque de rugbiers a un menor de edad, en una fiesta en Campo Quijano tuvo ese característica.

La lectura más obvia es que, una vez más, un grupo de poder ejerce la violencia desmesurada e impiedosa hacia alguien débil, una víctima que no tenía chances de defenderse. La denuncia y los testimonios dan a entender que esto no es la primera vez que pasa. Esta vez se hizo público porque a los golpeadores casi se les va la mano y porque la familia de la víctima acudió a las redes sociales para difundir el caso. Solo así se rompió el silencio.

Otro hecho que recién ahora empezó a trascender son las fiestas clandestinas de nuestra elite. Un circuito aceitado, que no se podría realizar sin la complicidad Estatal

 

Alfter Party

Hay un denominador común en todas las fiestas clandestinas que desbarató la policía de Salta durante la pandemia: se realizaban en barrios marginales. Como mucho, cada tanto había algún lugar céntrico.

En abril de este año, por ejemplo, el ministro de Seguridad, Juan Manuel Pulleiro, informó que en el último mes se clausuraron 100 eventos sociales clandestinos que violaban la Ley Provincial 8.206, poniendo en riesgo la salud pública. «En este sentido el Ministro indicó que, ante la falta de conciencia de la comunidad respecto a la pandemia y a los riesgos de contagio, se intensificaran los controles para evitar la realización de eventos clandestinos de masiva concurrencia, que representan un gran riesgo sanitario para la población. La organización o concurrencia puede ser sancionada con multas de hasta $135 mil», dice el parte oficial.

Los polis eran buenos detectando fiestas en Solidaridad, Limache, Intersindical… cada tanto algún boliche del centro…

Jamás se habló del circuito paralelo montado por la elite para una diversión sin interrupciones, fuera de la ley. Eso es lo que visibilizó la golpiza rugbier.

Fiesta clandestina

Grandes fincas en en Valle de Lerma. Se dice que lo mismo pasa en San Lorenzo. Traffics blancas que recogen a los concurrentes y los llevan hasta el lugar elegido y luego los traen. Fortalezas alejadas, donde el alcohol y hasta la droga circula.

Las zonas son concretas, conocias por todos, al parecer (por todos, menos la policía): la ruta provincial 23 a la altura de Las Blancas y San Martín, en Rosario de Lerma; la recta de Cánepa en Cerrillos, y la ruta 33 entre El Carril y Chicoana. En Rosario de Lerma a la altura del paraje El Carmen y San Martín sobre los reclamos por la música a todo volumen durante la noche (música que escuchan todos, menos los policías).

La policía de Salta suele ser inepta. Pero cuando ya se junta tanta impericia, es porque hay algo más: no puede ser que nunca controlen las fiestas, no puede ser que jamás detengan a una de esas traffics.

En los pasillos de la política dicen que el hijo del Ministro de Seguridad es uno de los organizadores de las fiestas clandestinas.  Debe ser el que hace no mucho señalaban como revendedor de la coca decomisada por las fuerzas de seguridad. Solo un gran poder podría garantizar tanta impunidad.