El consabido manejo clientelar y de punteros bendecidos que llevó a la natural de zona oeste, Edith Cruz, al podio del Desarrollo Social de la provincia le dio esta semana una estocada mediática nacional a las intenciones presidencialistas del gobernador de la provincia, Juan Manuel Urtubey por las difusión de un video donde los originarios de Santa Victoria aparecen zoologizados recibiendo comida desde un helicóptero oficial.
Necia, testaruda y enemistada con todos los integrantes del Comité de Emergencia Provincial que preside, la ministra que le pone la cuota autóctona al gabinete de Urtubey, viene desde el principio de la evacuación masiva, generando escándalo tras escándalo, de los que el primer mandatario tiene que hacerse cargo.
El gobernador, con una frase poco afortunada, había puesto en caja hace un par de semanas a los integrantes del Comité de Emergencia: «No me interesa el puterío, ustedes vean cómo se arreglan con Edith», estando en pleno conocimiento de las idas y vueltas, rumores y enredos comunicacionales que genera la ministra. El problema de la centralización y embudo que hacen en su solo criterio todas las acciones y en franca contradicción con las opiniones de los especialistas en la materia, persisten desde el momento que asumió la titularidad del Comité de Emergencia.
Los saqueos a los galpones de mercadería y víveres por parte de los inundados, incluido el de propiedad del afamado Jorge Rojas, son moneda corriente, desde que el Pilcomayo condenó a la zona con sus desbordes. La necesidad urgente, el hambre y la pauta cultural wichi, son variables agónicas que se entrecruzan generando disturbios permanentes que encuentran oídos sordos en las sugerencias y recomendaciones a la Ministra que no sólo no acuerda con ninguno de sus colegas, sino que además se persigue. Hasta acá nadie cuestiona la capacidad de trabajo y compromiso de la favorita de Urtubey, quien goza de su amistad, pero la cabeza en la cartera ministerial le quedó bastante grande ya que desde que ingresó a la gestión pública no pudo trabajar en equipo con nadie, ni aceptó sugerencias o criterios distintos del suyo por ejemplo, sobre cómo debía entregar chapas y bolsones, actividad excluyente que tiene en todo tipo de emergencias desde que Urtubey es gobernador.
Acostumbrada a disponer de la asistencia estatal a sus anchas, amenazante y con mentalidad de barra brava Edith le generó ministerios y manejos paralelos a cada Ministro/a que se designó para encabezar las áreas sociales, con la anuencia del propio gobernador que siempre tuvo la misma respuesta ante la queja recurrente por los modales de la mujer: “No me vengan con puterío”. A estas alturas de la gestión, habiendo pasado tantas primeras figuras y decantado otras, el común denominador del entorno de la puntera de zona oeste devenida en Ministra deja de manifiesto que quien tutela y genera los puteríos es ella misma. Cruz sobrevivió, con el sistema de punteros permeables a sus dádivas y su imperio de colchones y leche en polvo a los ministros Claudio Mastrandea, María Pace, Marianela Cansinos y Luis Gómez Alamaráz, con lo que terminó convencida que su sistema de repartija es infalible, aunque nunca se lo imaginó a gran escala. De ahí que, literalmente, está haciendo agua.
Con el caballito de batalla de la descentralización administrativa a cuestas, el gobernador de la provincia había avizorado el fin del sistema clientelar y de punteros que, sin embargo, nunca dejó de estar en vigencia. La ayuda estatal sigue mediatizada por conocidos de algún concejal, diputado o alguien que trabaje para algún político quien intermedia en la solución a los problemas reales de la población. El ejemplo es la cantidad de candidatos desconocidos «punteros» que abundaron en las pasadas elecciones, gran parte de ellos provenientes de los pasillos del Centro Cívico Grand Bourg, gestionando remedios, chapas, y subsidios.
En el caso de Edith, con una carrera completa en reparto y fomentada por sus colegas, los Secretarios de Estado, Francisco Marinaro Rodó, Cristián Saade y Enrique Rojo, prefieren la resignación y la complicidad antes de generar un enfrentamiento villero con la Ministra y pasan a ser los adeptos de la batalla de criterios, en el marco del Comité de Emergencia, que la expuntera libró hasta contra el propio Ejército, encargado de logística, traslados, recintos para evacuados en «tierra», versus el titular de Emergencias Néstor Ruiz de los Llanos por la operativa de «aire», la Cruz Roja, y contra los delegados del resto de los ministerios que integran la comitiva de crisis, sin dejar enemigo por disputar.
Descontrol y saqueos
Un problema de gravedad que terminó con la ministra llorando, ya se había suscitado con motivo de la vuelta a casa de las familias alojadas en centro de evacuados donde, contrariando al resto del Comité de Emergencia, Edith decidió unilateralmente los términos del regreso, aún a riesgo de un nuevo desborde del río y que los volviera a tener en calidad de evacuados una semana posterior. Con el trastorno y erogación económica que implican los traslados, la contención alimentaria en los campamentos, el reparto de agua, colchones, colchas y pañales como condiciones mínimas para permanecer en los centros de evacuados, Edith Cruz repartía alegremente órdenes de traslados de grupos a diestra y siniestra desoyendo los argumentos del resto de sus colegas por la movilización de tanta gente.
Si bien se dispuso que el acopio de víveres y donaciones se realizara en los galpones dispuestos a tal fin por parte de Desarrollo Humano en la localidad de Tartagal, desde donde se procedería a distribuir las partidas de elementos, la presión popular y evitar los saqueos, las fallas logísticas y organizativas de la distribución llevaron a que vehículos particulares, fundaciones y camiones solidarios fueran saqueados por la turba desesperada por asistencia. La falla se debió a que no había control del stock ni personal afectado a la distribución personalizada, ya que se confeccionaron planillas únicas de información para optimizar la ayuda, de ahí que se repartían paquetes azarosos de elementos, al que más insistía y a ojo de buen cubero. Por allí, una familia que estaba inundada y no evacuada, accedía en algún tramo del camino a que se le entregara un bulto de ropa conteniendo colchas, sábanas y ropa seca, y no de agua, y viceversa. Beneficiarios que habían accedido a un pack de varias botellas de agua, que habían gestionado en otro punto de reparto, y ni una toalla o pañales, es otro ejemplo. Este desmanejo, es el que colocó a los caciques en las rutas a la caza de los vehículos que pasaban con víveres al grito de que a algunos les entregaban elementos y a otros no, en una geografía confusa y con gente que no perdió nada, como lo admitió el primer mandatario en un furcio que lo tuvo como protagonista. Lo cierto es que el ataque a galpones y vehículos con víveres, se sucede a lo ancho de las zonas inundadas y no repara en lo humanitario de sus patrocinadores. Así es como fue saqueada la Municipalidad de Santa Victoria y sus camiones, autos de fundaciones solidarias y el lugar de acopio de Jorge Rojas entre los más resonantes, siendo el argumento que no tuvo tiempo de esbozar el concejal destituido del PRO. El manejo político de la denuncia de retención de asistencia y la presión mediática sobre Mauricio Makar, el concejal que acopiaba mercadería para los inundados, no le dejó margen para explicar el problema constante de los asaltos y malones humanos desesperados por ser ayudados, consecuencia de la dejadez y relax de los organismos oficiales a cargo.
Los videos caseros y testimonios con el desparpajo en la distribución, son moneda corriente en las redes sociales donde las imágenes que se vieron del helicóptero con víveres acorralado, es apenas una, de las tantas estampas de la desorganización generalizada de la asistencia a los inundados que reina en el norte y que el comité dirigido por Cruz no ha logrado revertir en el tiempo que llevan tapados por el agua.
El problema de la pauta cultural
Si bien la comunidad wichi tienen sus particularidades e impostura, no amerita responsabilizar a un cacique que debía impedir la turba humana arriesgando su vida por una botella de aceite, ya que es la forma en que el Gobierno de la Provincia, y específicamente de la mano política de Edith Cruz los vienen manejado. Es así como por cada problema que se suscita, se les asiste con bolsones y chapas hasta un próximo entuerto. Operatoria que se ha repetido a lo largo de la década urtubeicista sin ningún tipo de contención real o interés por la cultura de la etnia ya que ante una queja, generalmente por desnutrición o desidia, se presentaba Cruz en persona a revolear, en cualquier punto de la geografía provincial, la asistencia mínima e inmediata.
Esto se hace con la anuencia del cacique respectivo que dicho sea de paso, hay tantos caciques como familias ya que a medida que se van expandiendo los grupos humanos y aglutinándose como familia aparecen nuevos caciques, entendiendo que ninguno se subsume a otro, y de ahí la imposibilidad de tratar con tantos interlocutores. La etnia tampoco tiene pautas relacionadas a la higiene, la salubridad o la moda, de ahí que no utilizan ropa o calzado convencional y este es el motivo por el que se retiraran de los campamentos de evacuados dejando abandonada la ayuda urbana que les enviaron los argentinos de todos los lados del país. Esta situación quedó plasmada con el retroceso en las redes sociales en el que los pedidos comenzaron a circunscribirse al agua, elementos de limpieza y víveres, no así a la vestimenta, ya que los lugares dispuestos a tal fin siguen llenos de indumentaria, que es despreciada por los wichis.
Con la creación primero, y el deceso consecuente del Ministerio de Asuntos Indígenas, no se logró desde las esferas oficiales llevar adelante una política pública concreta que contemple las pautas culturales de los originarios independiente de la etnia a la que pertenezcan, sino que se institucionalizó el manejo del «puntero» político donde los wichis cumplen el mismo rol: son gente a las que se le reparte algo que necesitan, a cambio de algo que le sirve al gobierno. En las ciudades, los punteros políticos son prebendarios baratos en precio que trabajan para la política, hacen gestiones para sus barrios y juntan gente para los actos, mientras que en el caso de los wichis, se los nombra como ayudantes bilingües y se les acercan bolsones para que no corten las rutas o hagan trascender las muertes por desnutrición.
La naturalización de este diagnóstico salió de la propia boca de la ministra étnica quien descartó “cambiar la forma en la que vienen trabajando”, que evidentemente es que la ha puesto como Ministra y es la que ha dado resultado a lo largo de las dos reelecciones partidarias. El pronóstico que le faltó al gobernador, quien se entera de lo que sucede en el norte con cada episodio mediático que lo golpea a él y su puntera favorita, fue que el sistema no iba a servir para siete, ocho o diez mil personas con el hambre arreciando sus estómagos y problemáticos, al mismo tiempo.
El mal humor que porta el gobernador Urtubey, partidario de que los melones se acomodan con el camino, sin que nadie de sus allegados se anime a espetarle que el tema de la arbitrariedad de su Ministra se la vienen anunciando, sugiriendo y callando, seguirá generándole incidentes que mancillan su reputación en el ámbito nacional y hasta trascendiendo las fronteras, si persiste en mantenerse asesorado por improvisados y al margen del «puterío» como se devienen en calificar a las acciones de gobierno que salen mal.