El 15 de junio se conmemora el Bicentenario del nacimiento de Juana Gorriti. Reseñamos su novela “El pozo de Yocci” que pincela la sociedad, el paisaje de la ciudad y el rol de la mujer en Salta durante la primera mitad del siglo XIX. (Raquel Espinosa)

El pozo de Yocci es una novela de Juana Manuela Gorriti que tiene dos partes delimitadas temporalmente. La primera, se ambienta en 1814, durante las guerras por la independencia americana. El personaje principal es Teodoro un soldado revolucionario, enemistado con su padre que es realista y que protagoniza una tragedia familiar.

En la segunda parte, 20 años más tarde (1834) los hechos narrados suceden durante las luchas entre unitarios y federales y entre soldados de la Confederación Argentina y el ejército de la Confederación Peruano-boliviana. En este ambiente de guerra civil dos amigas comparten sus tristes destinos: Juana, esposa del General Alejandro Heredia, representante de la Confederación Argentina, y Amelia, casada con Aguilar, subordinado de Heredia.

Las “tapadas”

El discurso histórico y el de la pintura dejaron testimonios de aquella presencia femenina tan extraordinaria que fueron las tapadas limeñas en obras de autores peruanos y extranjeros. En el ámbito de la literatura salteña Juana Manuela Gorriti no teorizó sobre las famosas limeñas pero, conocedora -e integrante- de la historia y la cultura peruanas, supo recrearlas en la ficción. En las obras completas de la autora se encuentran numerosos relatos cuyas protagonistas son tapadas, denominación que se usaba para designar a la mujer limeña del virreinato del Perú y de los primeros años de la república que tapaban su cabezas y rostros con mantones.

Tal como Lima la ciudad de Salta se ofrecía como un lugar propicio para que una tapada pudiera protagonizar una o varias historias  Podemos preguntarnos ¿por qué? Porque Salta, como ciudad colonial, se asemejaba en algunos aspectos a Lima. Sus habitantes deseaban que fuera igual a la capital del Perú y las mujeres salteñas querían parecerse a las limeñas.

En la novela, si bien las dos amigas aparecen como “encubiertas”, es decir, como tapadas, es Aurelia la más digna de destacar. Los velos de la tapada salteña le sirven en el relato a este personaje para llegar a la casa de su amiga y urdir un plan. Luego será también ella quien haga uso de la singular vestimenta de las tapadas para llevar a cabo una doble misión: en el ámbito público: liberar a su hermano y, en el ámbito privado: concretar la venganza amorosa en nombre de su amiga Juana.

Por esa razón, la esposa de Aguilar se despoja de las ropas del luto por la muerte reciente de su madre y se viste y se tapa con ropas de color blanco. La singular encubierta/tapada salteña, en la que se convierte Aurelia, constituye un sistema extenso de signos que se despliega ante los ojos de quienes la ven o la imaginan: un vestido de gasa blanco y transparente -un velo- un bornuz del mismo color-magnífica gala-mundana librea. “La mundana librea” le permite salir, entrar en el ámbito público y actuar. Le permite convertirse en una mujer transgresora que valida de su disfraz hará justicia por cuenta propia, aunque al final sufra el más terrible de los castigos.

 “El tenebroso paisaje”

Salta no tiene el Rímac a cuyas orillas paseaban las tapadas limeñas pero sí tiene el río Arias y Juana Manuela Gorriti establece en El pozo de Yocci la primera comparación que nos interesa resaltar pues presenta al río como un remanso al que van a bañarse las hermosas salteñas. Visión idílica de la ciudad de Salta, del río que la cruza y de las salteñas. Sin embargo, en el relato de la Gorriti, la capital salteña se convierte poco después en “el tenebroso paisaje” debido a las guerras entre españoles y patriotas: “Salta, la heroica… yacía, sino dormida, tétrica y silenciosa”.

De la mano de Juana Manuela Gorriti nos es posible recorrer la geografía del noroeste argentino en los apasionados y tumultuosos tiempos de la independencia. En el relato hay detalladas descripciones de paisajes de Salta y Jujuy: la quebrada de León, las rocas de El Volcán, el abra de Tumbaya, los valles de Tilcara e Iruya, etc. También se incluyen descripciones de barrios y edificios emblemáticos de la ciudad. En este contexto se menciona el pozo de Yocci, hito urbano que le da título al relato.

El vocablo yocsi, yosi o llocsi deriva del quechua llókhsi que significa “egreso, salida”. La actual calle España, una de las principales arterias de la ciudad de Salta, en otras épocas se denominaba Del Yocsi o Yosi por un pozo así llamado y que existía sobre dicha calle, cerca del cerro San Bernardo.(Osán de Pérez Sáez). En él la población se surtía de agua.  La zona en la que se enclavaba  el pozo en cuestión estaba próxima al Campo de las carretas. Este lugar quedaba al este de la ciudad, detrás de la ermita de San Bernardo; de allí partía el camino a Tucumán que conducía hasta Buenos Aires. Espacio peligroso y prohibido donde se erigía el Pozo de Yocci.

El pozo es el centro de un paisaje cargado de signos negativos: “lontananza sombría”, “pavorosa fama”, “tanto miedo”, “un pozo negro y profundo”. En la novela, Aurelia, víctima de los celos de su esposo, es asesinada y arrojada al pozo. El Yocci estaba lejos del centro que representaba la civilización; estaba en los márgenes, en las afueras y aludía al “desierto”, tan temido en la época. Así, el pozo es también sinónimo de “barbarie” y complementa el campo semántico antes aludido. Preanuncia la condena que lleva a “la muerte” y cierra de esta manera la cadena de significaciones.

El paisaje muta: la hermosa ciudad de Salta mencionada al principio por la narradora se convierte en un paisaje de muerte. En él se erige, como centro simbólico, síntesis del espanto y el horror, el pozo de Yocci. El sitio condensa de esta manera la tragedia de las protagonistas en el ámbito de lo íntimo y privado, en ese paisaje reducido que es la casa, el hogar, y representa, además, la tragedia en el ámbito de lo público y compartido, la tragedia de un pueblo dividido en bandos diferentes: primero, durante la guerra de la independencia y, luego, en las luchas intestinas, paisaje constituido por la amplia región de nuestro recién nacido país. El hogar y por ende la pareja y la familia se asocian con un pozo pero también Salta y el país están en un pozo. Los celos, las traiciones y la violencia obstruyen la salida. Representan el infierno tan temido.

A modo de cierre

Los periodos en los que se enmarca la novela están asociados a las etapas de niñez y juventud de la autora y a los avatares que convirtieron a su familia en desterrados, en el sentido etimológico que el término encierra, sin tierras  y sin honra, y rotulada como “enemigo público”. Los mismos sucesos transformaron a la autora en  “vagabunda errante en las tétricas soledades del mundo”.

En 1878, ya en su vejez, emprende un viaje a Salta, su tierra natal, para encontrarse con viejos amigos y el pueblo que la admira. Sin embargo, sus dolencias físicas y los malos caminos de la época se lo impiden. En carta enviada al Dr. Eliseo F. Outes explica: “Aléjome, pues, otra vez, todavía de la patria, con el corazón destrozado pero alentando no obstante la esperanza de volver luego y que me sea dado entrar en esa tierra querida, cuya encantadora visión nunca se apartó de mi mente”.

Por la magia de la pluma de Juana Manuela el paisaje vuelve a mutar y esta vez su imaginación, su espíritu de lucha y su pasión por la Patria -su Salta natal- lo convierten en el deseado Paraíso, la utopía que le permite a la autora cumplir con su destino de eterna peregrina a través de la geografía americana.