Las cifras del escrutinio definirán la estrategia, pero más allá del discurso público, en Cambiemos son pesimistas con respecto a un balotaje y planean la instalación del escenario de fraude para deslegitimar una posible derrota.

 Mauricio Macri pasó por Rosario en el tramo final de su campaña presidencial y pidió el voto de quienes no apoyaron a Cambiemos en las PASO. El jefe de gobierno porteño saliente no pudo replicar la alianza nacional en Santa Fe y competirá en esa provincia contra el Frente Cívico y Social, integrado por las mismas fuerzas que lo derrotaron en las votaciones desdobladas de junio pasado. Esos comicios se decidieron con una diferencia exigua y el partido amarillo dudó hasta último momento en denunciar fraude, algo que sí concretó en Tucumán y que podría instalarse el domingo próximo en caso de que Daniel Scioli resulte ganador en primera vuelta por escaso margen.

Con ese horizonte por delante, el Frente Cambiemos baraja una serie de tentaciones electorales que podrían activarse, o definirse, luego de las seis de la tarde del 25, cuando cierren las mesas de todo el país y comience el escrutinio provisorio más esperado del año, hasta que las elecciones presidenciales tengan un desenlace y arrojen un resultado definitorio en primera vuelta o extiendan la contienda hasta el balotaje de noviembre. La tentación de denunciar fraude no es el único dilema que atraviesa al PRO, cuando restan cuatro días para la primera vuelta, pero sin dudas es el más importante. El otro tema que sobrevuela la mesa chica del PRO, y conmueve a su equipo de campaña, es qué hacer el próximo domingo ante determinados resultados, un dilema íntimamente ligado a los números que arrojen las urnas.

«Hasta ayer la gran pregunta era qué y cuándo festejar. Macri asegura que habrá segunda vuelta, pero los reportes que tenemos nos dicen otra cosa. Así es que si no hay balotaje y todo se define en primera vuelta habrá dos movimientos: dejar los festejos para la cosecha que reúna María Eugenia Vidal en provincia de Buenos Aires, y dedicar las quejas para el resultado nacional», confió una fuente del PRO que sigue de cerca la cuenta regresiva que la separa del domingo. Ambas hipótesis reflejan el estado de ánimo que vive la jefatura de campaña del PRO. Sus miembros, por estas horas, y en la intimidad, no se animan a garantizar la presencia de Macri en segunda vuelta, pero vaticinan «una sorpresa» de Vidal en territorio bonaerense. Si la elección bonaerense es la esperada, pero Macri no ingresa a la segunda vuelta, la artillería política del macrismo seguirá en detalle la evolución de los resultados del territorio que hoy gobierna el sciolismo.

A fines de agosto, el secretario general del gobierno porteño Marcos Peña admitió durante una cena política abierta que los pronósticos del partido amarilo vaticinaban una «diferencia de pocos puntos» que los obligarían «a cuidar cada voto, y controlar cada sufragio». Casi dos meses después de ese análisis, el plan para cuidar los votos del PRO no ha sido desechado, y podría reactivar la mayor tentación del macrismo: poner en juego denuncias de fraude que le resten legitimidad al resultado en primera vuelta y que recuperen la batería de ofensivas que en la arqueología macrista arrancaron en Santa Fe, con un Macri que estuvo 12 horas seguro de patear el tablero electoral de esa provincia, hasta que cambió de idea, y obligó a su candidato a gobernador Miguel Del Sel a reconocer una derrota por pocos puntos que finalmente no fueron discutidos en la justicia. Tras el volantazo santafesino, sobrevino el debate sobre Tucumán, donde el PRO volvió a la carga con la misma ofensiva hasta que el Frente Renovador propuso no mirar para atrás: Sergio Massa se negó a impugnar los votos que no ganó el candidato José Cano. El tercer plato fue Chaco, donde sobrevoló la misma tentación que, este domingo, podría girar entre la bronca de no pasar a segunda vuelta y la planificación de una respuesta amarilla ante el resultado bonaerense.

Fuente: Tiempo Argentino