En una requisa efectivos penitenciarios encontraron un teléfono celular en la celda de Marcelo Torrico con planes de fuga. Torrico fue el brutal asesino de los hermanitos Leguina en 1998 y el 1 de enero del 2006 se fugó de prisión.

La información trascendió de manera extraoficial pero se sabe que el celular es un elemento no permitido y en el mismo habría información que se interpreta incluía planes de fuga. Debido a los antecedentes de Torrico que ya logró fugarse hace unos años y a las irregularidades descubiertas en la requisa, el Servicio Penitenciario ha iniciado un proceso de actuaciones sumariales internas, hizo la denuncia correspondiente y puso a Torrico a disposición superior. Conviene recordar que el 1 de enero de 2006, Torrico escapó junto a Diego Enríquez, su compañero de celda. Se habló entonces de la complicidad de varios policías en la huida. Fue atrapado a fines de agosto en Buenos Aires, cuando intentaba robar un local de venta de teléfonos celulares. Hoy comparte pabellón con Gustavo Lasi, el asesino de las turistas francesas.

Torrico provocó terror en la provincia después de cometer el brutal crimen de los hermanitos Leguina, en 1998. Desde diciembre de 1999 este hombre de 45 años está condenado por haber sido el principal responsable del secuestro, asesinato y violación de Octavio y Melani Leguina, crimen cometido junto a su amigo Ariel Esteban Brandán. Los hermanitos, de 6 y 9 años, desaparecieron el 4 de mayo de 1998 y aparecieron muertos seis días después con signos de haber sufrido brutales vejaciones.

 Sus cuerpos habían sido hallados el domingo 10 de mayo en La Silleta por una “patrulla motorizada” los encontró en un campo. Rápidamente trascendió la información que nadie quería conocer. La autopsia realizada en la morgue del Hospital San Bernardo determinó que los dos niños habían sido salvajemente golpeados hasta producirles la muerte por pérdida de masa encefálica. Uno de los peores datos seguía luego: Melani había sido violada. El estado de putrefacción de los cuerpos señalaba que habían sido asesinados el mismo día de la desaparición.

 Durante el resto del año, la búsqueda de los culpables del hecho se hacía interminable. En enero de 1999, la Justicia Federal recibió la causa debido a que se detectó que los cuerpos de los chicos tenían cocaína. El 27 de enero, una testigo reservada reveló el nombre de Torrico. Interpol lo buscaba. El asesino cayó en marzo, mientras trabajaba de remisero. El juicio se resolvió antes del nuevo siglo.

 El miércoles 1 de diciembre ya todo el país sabia de la existencia de Torrico y de Esteban Brandán, el sumiso ayudante del perverso. El Tribuno tituló esa mañana “Torrico fue descripto como un psicópata y sádico irreversible”. En ese artículo, el psiquiatra David Flores relataba su experiencia frente al asesino, que ya había hecho desmayar a su propia abogada al relatar los hechos. “Torrico no manifestó arrepentimiento y cuenta todo lo que pasó como si fuera una película”, explicaba el analista. Flores era un viejo conocido de Torrico. El psiquiatra lo había atendido dos veces en el pasado, cuando había sido acusado de abuso deshonesto contra dos niñas.

 La historia de Torrico era siniestra desde el árbol genealógico: su familia materna tenía ascendencia alemana e ideología nazi. Sus familiares arios lo rechazaban por tener sangre boliviana por parte de padre. Flores contaba que el asesino se crió con la abuela paterna, que murió quemada delante de su nieto cuando intentaba encender con nafta un horno de barro. Para el analista, ese hecho fue el que determinó la vida delictiva de Torrico, su inconstancia en las relaciones afectivas con mujeres y su inclinación a las drogas duras. Esteban Brandán era la otra parte. Para Flores, se trataba de un sujeto afeminado, dependiente sometido y con una marcada tendencia homosexual. “Es una persona sumisa”, agregó. Finalizó diciendo que el cómplice se había desligado totalmente del crimen.

 El 10 de diciembre de 1999 llegó la sentencia. El tribunal condenó a reclusión perpetua y reclusión por tiempo indeterminado a los dos imputados. Se los encontró culpables de rapto, drogadicción de los dos hermanitos, la violación de la nena y el doble homicidio agravado por alevosía. Para la fiscal Herrera de Gudiño, el motivo del rapto fue la satisfacción sexual de los acusados, y el asesinato fue un medio favorable para ocultar el crimen”.