Estrecho vínculo entre la elite política y los espacios judiciales.

                                                      Por German Brindar Campos

El ocaso de todo proyecto político desnuda sobre todo sus miserabilidades originarias pero que todos los abarcados pasábamos por alto ya sea por compromiso, convencimiento, necesidad o por simple amanuencia o adulación. Y ellas, son rayanas o incurren en el delito, por lo que la función judicial de todo Estado pasa a cumplir un rol estratégico.

Las lealtades políticas comienzan a desvanecerse, en particular en el inconmensurable universo peronista donde las lealtades son sucesivas sin solución de continuidad.

Desde siempre, el estrecho vínculo entre la élite política dominante del proyecto y los espacios judiciales, ha tenido la condescendencia asequible: nosotros te designamos y por lo tanto esperamos la protección necesaria.

Para eso, el otrora “Potrillo” Urtubey colocó para la etapa final en el siempre cargo “urdidor” de secretario general de la gobernación al abogado Ramiro “Kiosquito” Simón Padrós, personaje menor heredado de la guardia heráldica del recordado, sobre todo por gran parte de la familia judicial provincial, Rodolfo “el Coyote” Urtubey que junto al otro che pibe del Coyote, Pablo “Muñequito de Torta” López Viñals al cual, también lo parapetó a cargo por estos tiempos de la supuestamente poderosa Procuración General de la provincia la que hoy pareciera sin presupuesto específico para investigar la recurrente corrupción pública provincial.

El frustrado Juez Federal de Catamarca como seguramente también Camarista Federal de Salta, desde las colinas del Grand Bourg viene siendo el maestro mayor de obras de los cargos intermedios e inferiores del Poder Judicial y Ministerio Público local, junto al otro pequeñín albañil, porque los trazos reales del “derpo” sólo se acuerda en la mesa chica de poder específico donde se sientan sólo los que tienen votos…

Los capangas del Senado Provincial siempre le tomaron el pulso y el tiempo a quienes vienen a ocupar el cargo de secretario general de la gobernación en particular por el lobby de los acuerdos al pliego enviado desde el Poder Ejecutivo oportunamente.

Cuando el gobernador se involucra personalmente, el Senado responde como corresponde… cuando deja que su amanuense haga de las suyas, los senadores le miden el traje.

Algunos caporales senatoriales saben que trascienden al gobernador de turno por lo que la construcción en los cargos judiciales tiene que tener proyección en los tiempos venideros. Ahora, la evidente voluntad de construcción de poder político desde la función judicial local resulta ser novedosa en estos tiempos, cuestión que pareciera haber sido pactada por los conductores de los dos regímenes hegemónicos de 24 años en la provincia.

El actual presidente de la Corte local, Guillermo “Masacre” Catalano, más allá de sus orígenes renovadores, cumplió acabadas funciones como apoderado del Partido Justicialista, paralelamente también secretario general de la gobernación luego secretario legislativo del senado provincial para así desembarcar en la poltrona del otrora sillón del Coyote y tiene, la misión política primordial de “blindar” judicialmente a los armadores hegemónicos y para ello se le armó la mayoría necesaria con Ernesto “el Pelado” Samsón, Sandra “el Guasón” Bonari y la exsecretaria electoral Teresa “Ratonera” Ovejero de Agüero.

Esta mayoría absoluta en una Corte de siete miembros pareciera ser definitoria para la construcción de un reservorio de impunidad institucional, aunque los otros tres miembros también resultan ser funcionales a la faz agonal del poder local. 

El tema es si esa pandora es sólo para los dos conductores de los proyectos políticos… porque los tipos con votos del interior provincial miran con especial atención ello. La más de las veces han sido desprolijos y hasta rayanos en el delito por estricta necesidad del conductor y no quieren ser soslayados; sino miremos cómo evolucionan los casos judiciales de los diputados D’Auría y Singh a título ejemplificativo. Pero los inmorales y eficaces juntadores de votos, los intendentes feroces miran de reojo. Sus cuentas con la justicia son variadas. Entre el robo para la corona y los respectivos peajes han dilapidado huellas, heridas y sinsabores.

Una injusta impunidad en el poder.